La Organización Mundial de la Salud define la educación sexual exhaustiva como información acertada y adecuada a la edad del niño o joven sobre sexualidad y salud reproductiva, fundamentales para la supervivencia.
Incluso hay una guía técnica para este fin, creada por la Unesco y alineada a sus objetivos de educación para 2030.
En ella, son conceptos clave las relaciones interpersonales, los valores, los derechos y la cultura, el entendimiento del género, la seguridad frente a la violencia, las habilidades para la salud y el bienestar, el cuerpo humano y el desarrollo, la sexualidad y la conducta sexual y la salud sexual y reproductiva.
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¿Quién debe estar involucrado en esta enseñanza? La OMS señala al hogar y otros entornos informales, siempre que puedan dar educación probada y consistente; la escuela, que puede hacer un abordaje más científico; y trabajadores sociales y consejeros que tratan con gente joven.
Sexualidad y juventud en Ecuador, un estudio con universitarios
¿Qué ocurre en nuestro país? Un estudio realizado por un equipo de investigación de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE) sondeó las actitudes, conocimientos y prácticas sexuales de jóvenes de 18 a 25 años. Titulado Sexualidad y juventud: actitudes y conductas en estudiantes universitarios (2025), surgió a partir de las observaciones de psicólogos del Centro de Psicología Aplicada (CPsA).
Entre sus hallazgos hay tres puntos destacados, y el primero de ellos es que la pornografía es una fuente recurrente.
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“Más del 60 % de los jóvenes construye sus expectativas sexuales a partir del contenido pornográfico”, informan.
El internet, las redes sociales y los chats son también frecuentados para resolver dudas. “La pornografía se ha convertido en su principal referente, moldeando percepciones distorsionadas sobre la duración del acto sexual, el uso del preservativo y la vivencia del placer”.
La doctora Marie France Merlyn, directora del estudio, psicóloga clínica y profesora investigadora de la PUCE en el área de sexualidad, género y cultura, indica algunos de los problemas creados por esta situación:
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- Los jóvenes tienden a replicar lo que ven, y en los videos el preservativo se ignora o se usa de forma limitada.
- Dejan de ver las relaciones sexuales como algo exclusivo o estable.
- Adoptan conductas que pueden ser consideradas violentas; no cuentan con el consentimiento del otro.
- Muchas situaciones de violencia se producen justo al inicio de la vida sexual.
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Una creencia errónea sobre los preservativos
Aquí se amplía el segundo descubrimiento: solo el 62 % de los jóvenes utiliza preservativo durante el sexo vaginal, el 39 % en el sexo anal y apenas el 15 % en el sexo oral.
“El uso tiende a disminuir cuando hay confianza con la pareja”, notan los investigadores, “a pesar de que el riesgo de infecciones de transmisión sexual (ITS) se mantiene. Muchos optan por utilizarlo únicamente en relaciones casuales y lo evitan con parejas conocidas, motivados por la creencia errónea de que las relaciones sin protección son más placenteras”.
Un accidentado inicio de la actividad sexual
El siguiente hallazgo indica que más del 16 % de los encuestados dijo haber tenido su primera relación sexual con una persona al menos cinco años mayor. Esto podría reflejar relaciones con desequilibrios de poder o situaciones de abuso.
“A pesar de expresar el deseo de mantener relaciones estables y significativas, la mayoría de los jóvenes reporta vínculos frágiles, casuales y sin compromiso afectivo”.
Merlyn comenta que este fue un dato chocante, pues esas parejas mayores con las que se inician los jóvenes, ellos y ellas, tienen de 5 a 19 años más. “Y en las mujeres el porcentaje es aún más elevado (...), de 5 a 25 años mayores que ellas”. Si la edad de inicio es a los 17 (en promedio), significa que han tenido contacto con adultos.
“Es una diferencia no solo en edad sino en poder, conocimiento, etapa vital; estos inicios son inadecuados. También encontramos personas que nos decían que se habían iniciado entre los 6 y los 14 años (abuso sexual). Es un foco rojo que nos dice de muchas situaciones de violencia que están cruzando el inicio de la vida sexual, con las repercusiones psicológicas subsiguientes”.
El consentimiento, un concepto ignorado o mal entendido
La doctora Merlyn indica que en esta franja etaria, el final de la adolescencia y el inicio de la adultez, el referente de información ya no suele ser la familia, sino los pares. Sin embargo, en la encuesta ese lugar fue tomado por el internet y sus contenidos.
“En los grupos focales nos hablaron de que la información que reciben a veces viene ‘espontáneamente’, de la pornografía. Lo que se ve es que se accede con demasiada facilidad a este contenido sin censura que transmite distorsiones de la sexualidad”.
La pornografía impone ideales de belleza del cuerpo de hombres y mujeres, y además normaliza prácticas que no son estándares y que los jóvenes tratan de replicar. “Lo más marcante es que les preguntamos a los chicos y chicas si habían adoptado algunas de esas conductas sin preguntarle a la pareja (sin consentimiento). Les dimos un listado en el que hay actos catalogados como violentos (halar el cabello, insultar, dar palmadas, asfixiar), y al hacer los análisis nos dimos cuenta de que los que consumen pornografía tienden a adoptar estas prácticas”.
Así, no hay ninguna discusión sobre el consentimiento como algo progresivo, que se puede renovar o revocar, que no debe estar sujeto a presión o a negociación y que no se puede conceder bajo la influencia del alcohol, de sustancias ni tampoco cuando hay vulnerabilidad, como diferencias de edad, déficit cognitivo, entre otras.
El efecto adictivo del consumo de pornografía
Si bien la pornografía es una industria, Merlyn observa que en internet se ha multiplicado el contenido aficionado. “En muchos casos esas personas están siendo objeto de trata; es un negocio, y los chicos vienen a ser clientes de este negocio”, que, además, tiene un efecto adictivo.
“Mientras más tempranamente se comienza con el consumo, tiene un efecto excitatorio en el cuerpo como podría tener una droga”: la búsqueda de experiencias más fuertes, la pérdida de contacto con la realidad, los efectos secundarios como ansiedad y depresión y, en caso de buscar desintoxicación, síndrome de abstinencia, con efectos de rebote que deben ser controlados.
¿Qué pasa con la educación formal?
Merlyn añade que, de estos jóvenes, el 88 % afirma haber recibido educación sexual formal en el colegio. Pero ella hace ver que esta se centra en los aspectos anatómicos, en la contracepción, en enfermedades de transmisión sexual.
“Los chicos, por ejemplo, tienen una distorsión sobre la duración del coito. Piensan que es normal que dure entre 13 y 30 minutos; la ciencia nos dice que es de 7 a 13 minutos”. Los jóvenes sí identifican que la industria pornográfica presenta marcadas distinciones jerárquicas: el hombre controla; la mujer es un objeto para la satisfacción. Y aunque se dan cuenta de que hay una diferencia con la realidad, no tienen referentes sobre vínculos afectivos, respeto, consentimiento, contracepción eficaz.
“Encontramos también que, pese a lo temprano de la franja en la que estamos investigando, 18 a 25, el número de parejas sexuales es elevado ya”. Las chicas han tenido casi cuatro parejas sexuales en promedio y los hombres casi siete.
Una educación integral, que aborde todos los aspectos de la sexualidad (la cognición, la emocionalidad, el placer), es lo que la academia propone.
¿Qué materiales de apoyo usas para educar en sexualidad? Opina en larevista@eluniverso.com.
“Se habla muy poco sobre el placer de la sexualidad; viene con un paño de miedo, de cuidado por la transmisión de enfermedades y los embarazos. Pero a los jóvenes no se les enseña a percibirse como sujetos que desean. Un joven que no se percibe como un ser deseante no va a prevenir una relación sexual. Si piensa: ‘A mí no me va a pasar’ (...), se pone en riesgo”.
Esto también puede llevar a una versión de la sexualidad en la que ceden. “Sin pensar si es el momento adecuado, si es lo que realmente desean”.
El consejo es que la educación empiece en la infancia, en el hogar, con naturalidad, con información veraz, que no cause temor; en el currículo educativo, que debería abarcar toda la vida estudiantil y no esperar a la pubertad. “Somos seres sexuados desde que nacemos”.
El estudio, que forma parte de la actividad investigativa de Merlyn, se hizo a través de una encuesta abierta durante seis meses a estudiantes de pregrado, con 590 participantes de entre 18 y 25 años, en una población ligeramente mayor de mujeres que de hombres. Está disponible en la Revista Publicando.
Referencias:
Sexualidad y juventud: actitudes y conductas en estudiantes universitarios. Marie-France Merlyn, Elena Díaz-Mosquera, Liliana Jayo,Rodrigo Moreta-Herrera. PUCE, 2025.
Orientaciones técnicas internacionales sobre educación en sexualidad. Unesco, Onusida, Unfpa, Unicef, ONU Mujeres y OMS, 2018.

































