Para muchas familias, la fe es un eje central que les provee estructura, valores, consuelo y un sentido de identidad muy importante. Por eso, para ellos la fe, enmarcada en la religión que profesan, es una conversación necesaria cada vez que se suma un nuevo integrante al grupo. Es decir, cuando llegan niños al hogar.
“Es importante entender que la educación integral empieza desde el hogar, esto implica también la educación y orientación cristiana. Son los padres los responsables directos de dirigir y conducir en esta tarea encomendada”, aclara Mg. Toyi Espín de Jacome, psicóloga - orientadora.
¿Hay una edad propicia para hablar con los pequeños de fe y religión? De acuerdo con los especialistas consultados, en cualquier momento: puede ser lo más temprano posible, como no.
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Esto es muy indiferente de la edad en la que cumplen sus ritos de iniciación, como el bautismo, por ejemplo, que para los católicos (la filiación religiosa más grande del país, según el INEC) ocurre en edad infantil; mientras que para los evangélicos sucede a menudo alrededor de los 10 o 12 años, o más, según la madurez personal y la comprensión del acto.
Para Espín, también terapeuta familiar, la educación cristiana empieza desde el vientre materno: todo bebé debe ser estimulado desde que ha sido concebido. “Aún cuando no nacen, la forma de hablarles deben ser con palabras sencillas durante esta etapa prenatal”. Los bebés escuchan a su madre desde el vientre, a partir de la semana 18 de gestación.
En cambio para Gino Escobar, psicólogo clínico, no hay una edad definida. “Más bien crecemos, nacemos y crecemos en un entorno cultural en donde se nos inculca, se nos destruye y se nos evangeliza alrededor de algún credo religioso o filosofía tal cual”. Escobar dice que los niños irán preguntando en lo continuo de su desarrollo sobre algunas actividades o rituales a los que se vean expuestos. Por lo que se trata de una cuestión que se da en el continuo desarrollo de la estructura familiar.
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Educación en la fé, según el grupo de edad
Para Espín, hablar de la fé requiere claridad, sensibilidad y un enfoque que conecte con cada nivel de madurez, o grupo de edad. Para eso es vital conocer las características de cada etapa evolutiva, para buscar estrategias que ayuden a desarrollar mejor una enseñanza.
Por ejemplo, durante la etapa de la infancia temprana (2 a 5 años) se les puede ir hablando y enseñando a través de la interacción verbal, con un lenguaje adecuado y sencillo que ellos puedan entender. “En esta edad ellos aprenden observando y escuchando. Las historias bíblicas visuales y narradas serán un gran recurso de aprendizaje asertivo”, aporta Espín.
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Desde temprana edad, considera además, se puede inculcar la oración o el rezo. “Compartir con ellos frases sencillas, como ‘Dios te ama’, o ‘Jesús cuida de ti’, ayudarán a introducir el aprendizaje de la fe”. Siempre intentar usar un lenguaje accesible con ejemplos de la vida diaria.
Conceptos abstractos
Es cierto que puede ser una dificultad hablar con los niños de fé y religión, porque comprende una serie de conceptos abstractos e intangibles. Para eso es de mucha ayuda emplear analogías con términos que sí conozcan, detalla Espín. “Si habíamos de Dios, la analogía sería ‘Dios es como el viento: no lo puedes ver, pero puedes sentirlo y ver lo que hace’”.
Otro recursos que propone la educadora son imágenes, juegos, canciones, historias bíblicas ilustradas (como las diseñadas para niños preescolares y escolares), la dramatización, concursos de preguntas y respuestas (para evaluar lo enseñado).
Preguntas difíciles sobre religión
“¿Por qué pasan cosas malas si Dios existe?” o “¿por qué mi religión es diferente a la de mi amigo?" pueden estar entre las preguntas que harán los niños a sus padres.
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Espín sugiere aplaudir la curiosidad que los hijos tengan acerca de Dios. Es verdad que hay preguntas difíciles, pero no responda con dureza ni los cuestione por tener estas dudas. Tampoco pretenda tener todas las respuestas. “Muchos padres sienten presión por saberlo todo. Por qué es un error: Los hijos perciben falsedad o inseguridad, cuando el padre inventa respuestas”. Mejor es ser honesto, decir ‘no lo sé, pero lo investigamos juntos’. Esto fortalece la fe de ambos", indica Espín.
“Lo interesante es que cuando la fe y la práctica religiosa o espiritual es basada en amor, no hay preguntas incómodas”, añade Escobar. “La única pregunta incómoda es la que no se hace, porque es necesario todas estas dudas existenciales”.
“La única explicación difícil es la que se hace cuando uno quiero tener la razón... Lo que nos toca aprender, desde las diferentes filosofías, es asumir las consecuencias del camino que tomamos.Y muchas veces ese camino va enredando a nuestras familias y son nuestras acciones las que expresan nuestra fe. No puede ser solo a través de una palabra, porque la palabra como tal puede estar vacía”, aporta Escobar.
De esta forma, señala Escobar, los padres no tendrán mucho lío, porque de alguna forma se van a ir encaminando a ser coherentes en su práctica filosófica, religiosa y en las enseñanzas que les den a sus hijos. “Al existir una coherencia con relación a la fe que practican, la idea de la explicación ya no se vuelve una tortura, un tormento o algo incómodo”.
La fe se vive con ejemplos
Un principio importante en la educación de los niños es que ellos aprenden de lo que ven, resalta Espín. “Se debe vivir lo que se enseña. Hay que enseñar con el ejemplo. Por lo tanto, si estamos inculcando en valores, a través de la fe, de solidaridad, amor, perdón, los padres y tutores deben ser los primeros en practicarlo”.
Por el contrario, si ven golpes y gritos, esto no es evidencia de una fe verdadera, sino una mera religiosidad. Para la orientadora, no se debe imponer la fe sin explicación: los niños necesitan comprender, no solo obedecer. “La fe crece cuando hay diálogo, no imposición”, comenta. Por eso, agrega, es útil explicar lo que hay detrás de cada enseñanza.
“No se debe usar la fe para controlar o manipular el comportamiento. Por ejemplo, no se debe usar frases como ‘Dios te va a castigar, o enojar, si haces eso’”, recomienda Espín, así como no obligar a los hijos a orar o leer la biblia como un castigo. Eso es contraproducente.
¿Y si los padres profesan diferentes religiones?
Puede suceder que en el mismo núcleo familiar, o de la pareja, haya expresiones religiosas diferentes. Cuando se trata de inculcar a los hijos, la idea es que ambos le compartan su fe y sus ritos, y al final los hijos decidirán, opina Escobar.
“No es saludable que algún padre intente orientar a sus hijos hacia su fe religiosa, porque eso puede crear alguna una fricción o una alianza no adecuada con los roles de papá o mamá”, recalca el psicólogo.
“No es sano que intenten de alguna forma chantajear o seducir para que se vaya de un lado u otro. De hecho, muchos hijos intentan volverse neutrales y eligen otro equipo... A nivel religioso muchos optan por el ateísmo o el agnosticismo, cuando los credos que practican sus padres antagonizan tanto que crean rivalidad y conflicto”.
Lo fundamental es tratar de evitar fanatismos religiosos, que pueden corromper la fe en sí. Lo recomendable, sugiere Escobar, es practicar una fe y una religión que sea pro-humanidad, que no afecte los intereses de toda la estructura familiar.
“Hay que buscar puntos de equilibrio y preguntarse para qué predicamos o practicamos una fe que, en vez de unir nuestro núcleo familiar, nos distancie. La idea es promover prácticas saludables que permitan las diferencias”.
Escobar es creyente del libre albedrío, que implicaría dejar que el niño o la niña elijan al final qué práctica religiosa quieren tener. “Por miedo a que se pierda la tradición, muchas veces obligamos o inducimos directa o indirectamente a nuestros hijos a tener una práctica religiosa afín a la nuestra, inclusive desde el objetivo de que ‘si no la practicas, te vas al infierno’”.
No es adecuado inducir el miedo para practicar una religión. “Así la práctica del amor, que la que predican la mayoría de las religiones, se va extinguiendo... Más bien es el hecho de una práctica en donde la libertad de expresión y el respeto a las diferencias se promueva en la misma religión, en la filosofía que se practica y en la fe de vida que decidan asumir, como personas o como familia”, puntualiza Escobar. (F)




































