Tengo 24 años y voy a tener un año de casada con mi esposo que tiene 26, no tenemos hijos. Siempre hemos tenido una relacion muy estable, nunca nos separamos, ni llegamos al extremo de terminar a lo largo de nuestro noviazgo que duró cuatro años. Es un buen esposo, se porta bien conmigo, pero siempre le reprocho que él tiene tiempo y dinero para ir a jugar fútbol con sus amigos, mientras que cuando yo le digo que planeemos algo para hacer juntos nunca está dispuesto. Cuando éramos novios siempre tenía tiempo para hacer algo juntos.

Esta situación está afectando mi matrimonio, pues me he vuelto nerviosa y depresiva, me provoca mucha ira y cólera, me pongo histérica y hasta agresiva. He llegado a sentir odio por mi esposo y a creer que hace las cosas que me molestan solo para amargarme la vida, y también he deseado que se quiebre una pierna o algo por el estilo para que ya no asista a sus juegos.

Yo amo a mi esposo y él dice que también me ama. Estoy muy mal, pues a veces siento que me estoy volviendo loca y más de una vez he pensado en qué pasaría si dejara de existir, si sería mejor para los dos. He hablado con él acerca de esto, pero no le da importancia, cree que es algo insignificante. Necesito ayuda, me siento sola y desorientada.

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N. N.

Estimada señora, usted está experimentando algunas de las desavenencias y conflictos de adaptación que suelen suceder en la convivencia del primer año de matrimonio, el cual generalmente es considerado como el más difícil para la mayoría de parejas.

En este periodo la convivencia acaba con la “fase de luna de miel”, las situaciones se vuelven tan rutinarias como predecibles y el verdadero reto de convivir comienza a crear malestar.

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Son una pareja joven, y aunque se esperaría que durante cuatro años de noviazgo se hubiesen conocido bastante, lo cierto es que pocas personas logran conocerse lo suficiente, como para no agrandar o sobredimensionar sus expectativas sobre lo que “quisieran” que fuese una verdadera relación matrimonial.

Existen cuatro causas entre las más frecuentes, originadas por las expectativas poco realistas:

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  1. Las manías de cada uno, que aunque se conozcan desde el noviazgo, se cuenta con que mágicamente desaparezcan al casarse.
  2. Cómo gastan el tiempo libre, las parejas suelen tener opiniones muy diferentes de cómo debería ser este empleo del tiempo.
  3. El dinero, suele ser el factor número uno de conflictos de pareja, en cuanto a su empleo y administración.
  4. Las suposiciones sobre casi todos los aspectos de la vida personal en cuanto a lo que es o no es “correcto hacer” en una relación matrimonial.

En su caso particular, su malestar parte de la frustración de no ser tomada en consideración o de no ser atendida como solía serlo durante el noviazgo. Es obvio que se siente menospreciada o menos querida, al notar que su esposo prefiere divertirse con otras personas e ignorar sus tiempos y detalles de conexión como pareja.

La rabia y la frustración que siente y ha acumulado, parten del hecho de que no ha logrado comunicar su malestar a su esposo, o por lo menos que este no logra comprender su punto de vista. Le sugiero que reflexione acerca de esas ideas y los pensamientos de ira y destrucción que experimenta, porque parten del dolor de sentirse relegada por su ser querido. Reacciones que le están provocando mucho daño a su salud mental, pues el comportamiento de su esposo aunque no sea el correcto, tiene que ver más con él y con la forma cómo le gusta divertirse, que con el propósito de causarle un mal intencionalmente, aunque sí es muy posible que tenga más que ver con su inmadurez o enfoque de vida.

Piense por un momento si su conducta de reproches la está ayudando a hacer que su esposo la escuche y atienda sus necesidades o si por el contrario, cada vez lo alejan más de usted, en el intento de evitar una situación que no sabe cómo enfrentar. Definitivamente tienen un problema de comunicación muy importante, que tiende a destruir la relación si se sigue por ese camino.

Durante el establecimiento de una relación matrimonial son esperables muchos cambios y procesos de adaptación a una nueva forma de vida, y estos cambios no siempre son fáciles, aunque sí posibles. Un compromiso matrimonial debería ser un acuerdo entre dos personas adultas que están decididas a trabajar juntas, para lograr el éxito en su relación de pareja, lo cual constituye un verdadero reto vital.

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Le recomendaría que busque la asesoría psicológica para mejorar su comunicación en pareja, manejar el estrés de adaptación que está viviendo, así como para administrar de manera más productiva sus emociones.

Dra. Glenda Pinto Guevara, psicóloga clínica, máster TBE y terapeuta cognitivo-conductual.

WhatsApp: (+593) 099-961-2322.

Instagram: @psicologaglendapintog