Un teléfono móvil “obsoleto” (que ya no soporta actualizaciones, pero que es capaz de recibir señal y grabar) es conectado a una especie de molino de viento de ocho aspas equipadas con minipaneles solares que le dan energía para estar encendido las 24 horas. El dispositivo se coloca en la copa de los árboles dentro de áreas protegidas y empieza a registrar los sonidos de la naturaleza y de posibles delitos ambientales como tala o caza ilegal y minería.