Se puede pensar en un triunfo como en un destello; en el caso de Pía Salazar Ortega, más bien una suma de silencios y horas: de pruebas que nadie vio, de insistencia discreta, de preguntas hechas al ingrediente.
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Desde Cuenca –su ciudad natal– hasta los escenarios gastronómicos del mundo, la ecuatoriana encarna el nuevo rostro de la cocina latinoamericana.


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Se puede pensar en un triunfo como en un destello; en el caso de Pía Salazar Ortega, más bien una suma de silencios y horas: de pruebas que nadie vio, de insistencia discreta, de preguntas hechas al ingrediente.