Durante catorce años, Vanessa Passailaigue fue un reconocido rostro de la televisión ecuatoriana, por su participación como presentadora en varios programas matutinos: Complicidades, Está clarito (Ecuavisa) y Cosas de casa (TC Televisión).

Vanessa Passailaigue dejó Ecuavisa porque dice que quiere descansar

Después de todo este tiempo, ¿volvería a la pantalla? “Me encanta la ‘tele’, fui muy feliz, la recuerdo con muchísimo cariño”, dice con naturalidad durante una breve visita a Guayaquil. “Mi sueño fue trabajar en televisión, y lo logré. Mi siguiente meta era mi familia. Quería a mis hijos, a mi esposo, mi casa”, y a eso se dedicó.

Foto: Zaky Monroe

Reconoce que todo eso no tenía que ser independiente de la TV, que pudo haberlo conjugado, y de hecho lo hizo durante dos años, “pero luego me fui a vivir a otro lado”.

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En 2010, Vanessa, su esposo, Nicolás Trujillo, y sus hijos se radicaron en Corea del Sur como embajadores de Ecuador. De ahí pasaron a Canadá, y ahora hace seis años que viven en Manta.

Vanessa Passailaigue dejará la TV para ser 'embajadora'

Eso la hizo creer que la televisión había dejado de ser para ella. Pensó: “Ya fue, lo disfruté, aprendí muchísimo, tengo experiencias hermosas, pero pasó”. Al volver a su país hubiese sido muy normal retomar un lugar frente a las cámaras, pero confiesa que no hubo un proyecto que le llamara la atención. Ahora ve pocos programas y le parece que es una época totalmente distinta.

“No estoy negada, si un día me proponen hacer un noticiario, puedo hacerlo”, afirma de repente. En cambio, ya no ve programas familiares, un aspecto de la producción nacional que le parece que ha cambiado mucho. “No digo que es mejor, no digo que es peor; no es netamente mi estilo”. Cree que la distancia se debe a que no identifica nada en lo que pudiera involucrarse, “no tengo nada que aportar a la televisión actual”.

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¿Qué le gustaría hacer? “Un Complicidades o un Está clarito adaptado a este tiempo. ¡Sueno como vieja, lo voy a aceptar!, pero cuando yo veo atrás, era una televisión más sana, tenía un mensaje a las casas; más fondo, menos chismes, menos sensualidad y sexualidad, que es lo que vende ahora; se le da importancia a cosas que no deberían ser tan importantes, dejando atrás cosas que deberían ser tocadas en programas dedicados a la familia”.

Foto: Zaky Monroe

Asegura que comprende que los cambios son necesarios, y que se trabaja por rating, “pero por suerte, yo decido qué veo y qué no veo; y (la programación actual) no me llega, no me nutre; hay quienes disfrutan los chismes, y lo respeto; pero estamos también los que no, y cambiamos de canal”.

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Las ciudades de su vida

Vanessa es ahora residente de Manta. Allí llegó hace casi seis años desde Ottawa, en Canadá, donde estuvo dos años, y antes de eso, estuvo cuatro más en Seúl. “Decidimos regresar a nuestra tierra después del terremoto (de 2016); unos ciudadanos franceses le pidieron que viniera a Manabí a reconstruir, a atraer inversión, a aportar a lo nuestro. Y nos quedamos porque nos enamoramos de Manta”, por el encanto de la playa, un ritmo de vida más relajado, la naturaleza, y la posibilidad de hacer los deportes que Vanessa ama, como la bicicleta de montaña y el paddle board.

Sus hijos (Nicolás, 15 años; Emma, 13, y Mila, 7) también son felices allí. “Siendo una ciudad pequeña puedes moverte mucho más rápido, todo el mundo se conoce… y la comida es deliciosa”.

Así que admite que cuando vuelve a Guayaquil, se siente perdida. “Ha crecido tanto, que ya me cambiaron la dirección de una calle, la otra ya no existe. Me siento feliz porque veo a mi familia, pero con temor al manejar”. Deja en claro que se siente orgullosa de ser guayaquileña, y que sigue haciendo viajes regulares por afectos y por salud. “Tengo aquí a mi familia entera, mis papás, mis hermanas, mis sobrinos, amigas de toda la vida y hasta mis doctores están acá; es una ciudad linda, pero sí, tengo que venir con mucho cuidado”.

La otra ciudad que ha impactado a Vanessa es Seúl, la capital surcoreana. “Si pudiera elegir dónde vivir nuevamente o pasear, regresaría a Seúl; fue una experiencia inolvidable para mi esposo y para mis hijos, una cultura totalmente diferente”; empezando por la puntualidad, hábito que ha adquirido. “El respeto a los mayores, la ética de trabajo y de estudios, el orden y la seguridad. Si dejas tu paraguas o una billetera, ten la certeza de que van a buscarte para devolvértelos”.

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Nuevos planes después del Hashimoto

Cada cierto tiempo, Vanessa viene a Guayaquil por salud, porque hace menos de un año fue diagnosticada con la enfermedad de Hashimoto, un trastorno autoinmune que afecta la glándula tiroides, y que suele desarrollarse como resultado de una reducción en la producción de hormonas o hipotiroidismo. Esta última es una condición que descubrió hace 13 años, durante su segundo embarazo.

Foto: Zaky Monroe

Permaneció con ese solo diagnóstico, pero hace tres años no pudo ignorar la intensidad de los síntomas. Antes de eso, se los atribuía al hipotiroidismo, en el que es conocido que hay fatiga, intolerancia al frío, debilitamiento del cabello y las uñas y ganancia de peso. No le sugirieron una prueba para descartar Hashimoto.

“Me dijeron que tenía que tomar de por vida esta pastilla (levotiroxina, reemplazo de la hormona tiroidea) y hacer controles regulares para nivelar el medicamento”. Tener una vida sana, hacer ejercicio y comer bien. Durante una década esa fue su rutina. “Pero de repente, empecé a tener unos síntomas de los que no encontraba la razón, y de los que me sentía culpable, porque uno de esos es sueño, cansancio, fatiga”. Hacía siestas entre una tarea y otra.

Luego tuvo un bajón emocional. “No quería hablar con mis amigas, no quería salir a fiestas, no tenía ganas de nada. Estaba irritable, con cambios drásticos de humor”. Otra temporada trajo dolor lumbar, a pesar de que la resonancia magnética decía que todo estaba bien. Y más aumento de peso.

“Toda dieta que llegaba, yo la hacía: Atkins, la keto, la de la sopa, la del guineo, todo. Y no bajaba de peso. Hacía ejercicios de lunes a sábado. Fue superfrustrante. El pelo se me caía, tenía la piel seca”, y empezó a tener trastornos menstruales, mientras que los exámenes decían que todo estaba bien. Pero no estaban completos.

En ese recorrido hasta llegar a su diagnóstico, Vanessa ha aprendido varias cosas sobre el Hashimoto. Por ejemplo, que afecta sobre todo a mujeres, pero hombres y niños pueden tenerlo, también. Además, los pacientes y sus familias desconocen sobre cómo vivir con él. En su perfil de Instagram, al que ha bautizado como ‘Mi vida y Hashimoto’ (@vanepassailaigue), recibe mensajes y preguntas del público, mientras trata de educar compartiendo su propio camino: recetas nutritivas y favorables (cero gluten para evitar la inflamación, es una de sus recomendaciones), actividad física (en este caso, los ejercicios con pesas ayudan más que el cardio) y también confesiones de aquellos momentos en que decide a conciencia no restringirse y comer libremente, como en la temporada de Navidad y Año Nuevo.

Para compartir ha elegido como símbolo una mariposa, criatura a la que siempre se compara la glándula tiroides, una pequeña glándula instalada en la base del cuello que produce las hormonas que regulan gran parte de las funciones del cuerpo. Y el órgano al que la enfermedad de Hashimoto ataca.

¿A qué doctor ir para saber por qué tantos síntomas, si los exámenes dicen que todo parece estar bien? Vanessa dice que tal vez hubiese podido resignarse a los síntomas físicos, pero el malestar emocional fue lo que la hizo insistir en buscar ayuda. “Siempre he sido positiva, mi tendencia es resolver, ocuparme y no preocuparme, y esa depresión fue lo que me hizo abrir los ojos, no eran las circunstancias, algo me estaba pasando”. Un nuevo especialista en endocrinología le hizo un examen adicional, inmunológico, y así dio con el hipotiroidismo de Hashimoto.

“Empecé a leer cómo la alimentación es parte fundamental del cambio”. Encontró un médico funcional, que realizó una serie de exámenes para buscar deficiencias, que en su caso fueron de vitamina D, magnesio, zinc, selenio, entre otros. Así pudo ir a una nutricionista que la guio a eliminar ciertos alimentos procesados, como las harinas refinadas y azúcares refinados, lácteos y salsas, que interfieren con la medicación del hipotiroidismo. “Vi mejoría en mí de la mano del endocrinólogo, el médico funcional y la nutricionista; cambios en mi humor, en mi energía, quería salir de la casa, estaba feliz otra vez y al mes había bajado tres kilos”.

No se ha curado, porque el Hashimoto no se va, en el diagnóstico, usualmente el paciente escucha que es incurable. Vanessa no ha perdido la esperanza y mantiene su estilo de vida de alimentación adecuada y ejercicio. “Si alguien que tiene hipotiroidismo solo toma la pastilla, el tratamiento está incompleto”, cree. “Yo tenía deficiencia de vitaminas y una mala alimentación; esto requiere disciplina, deseos de sanar y que te hagas cargo de tu enfermedad”.

El 2022 y 2023 son años en los que se ha dedicado a sanar y a compartir con otros ese proceso de recuperación de la estabilidad física y emocional. Tiene proyectos de trabajo junto con su esposo, todavía por realizar, y tres hijos que la necesitan.

¿Saben ellos que su mamá salía todas las mañanas en la televisión nacional? “Como viví mucho tiempo lejos, no les contaba mayor cosa. Cuando llegamos a vivir acá, se sorprendían de que me saludara la gente en la calle. ‘¿Y ese señor, y esa señora, por qué te saludan, por qué te dicen Vanessa?’”.

Ella les contesta con humor. “Hasta el día de hoy, les digo: ‘Ustedes no comprenden lo famosa que fui en algún momento de mi vida. Ustedes me ven como su mamá, la señora que los vive retando, cocinando y en chanclas’. Creo que ya se acostumbraron a que la gente aún me reconoce; qué lindo, el cariño del público”. La mascarilla y los lentes no terminan de borrar el recuerdo de los que la conocieron animando un espacio televisivo por las mañanas y ahora se cruzan con ella en la calle. “Disculpe que la moleste, pero su voz se me hace familiar”. (E)