Es la respuesta que con frecuencia reciben los guardias, las recepcionistas, los funcionarios o cualquier persona que le impida el paso, el acceso o el permiso, a aquel que está seguro de que las leyes, los reglamentos y el orden están hechos para los demás, pero no para él.

¿Pero qué hay detrás de este “tú no sabes quién soy yo”? Desgraciadamente, más allá de la prepotencia innata de algunos, subyace una percepción colectiva de la realidad que parece cumplirse, en la que el sistema no funciona, en la que los que obedecen y cumplen son los que no tienen ni una pizca de poder para saltarse el orden y que son unos tontos, porque hay muchos otros que no respetan lo establecido y salen beneficiados. Es la política del ‘vivo’.

“Tú no sabes quién soy yo” también esconde un complejo de inferioridad del que sabe o cree que si no es ‘alguien’ no será respetado, porque en su fuero interno se siente menos y debe escudarse en su dinero, en su cargo o en el rol que desempeña para imponer su voluntad en contra de las leyes o reglamentos establecidos.

Y este complejo de inferioridad maquillado de prepotencia se transmite a los hijos a través de la sobreprotección, una forma de ser padre en la que el amor es reemplazado por regalos, permisos, fiestas, complacencias y todo para que el niño o niña no sufra, para que tenga lo que yo no tuve, para que sepa quién es su padre o su madre.

Si conoces a un “no sabes quién soy yo” y pretende amedrentarte, piensa que detrás de esa máscara de superioridad se esconde alguien inseguro y vulnerable que no ha podido ser él mismo, sino a través de lo que tiene o del cargo que desempeña.

Si convives familiar o laboralmente con uno de ellos, procura mostrar con tu ejemplo cuánto más fuerte y libre se puede ser siguiendo el orden y respetando a los demás, con la certeza de que solo así se logra el bienestar de la sociedad en su conjunto. (O)