Como sigo en mi trayectoria a Júpiter, especialmente en un domingo tan definitorio como el que vivimos hoy, viene a mi memoria de comunicador el léxico por el cual nos hemos movido durante demasiado tiempo. Y esto no quiere decir que ahora voy a declararme rapero. Más bien trato de ser muy directo en cada palabra que vuela online o que se imprime, porque cada expresión conlleva tantas facetas, actitudes o memorias de nuestras propias vidas.
El ejemplo crucial es la palabra ojalá, que motivó una vieja trifulca con un amigo colega hace muchos años al leer su nota en la página editorial. “¡Jamás utilizo esa palabra!”, le dije, “para mí, es parte de nuestro atávico tercermundismo”. Él me observó con extrañeza y yo seguí con mis razones.
Demasiados siglos hemos pensado con ese ojalá de por medio. No quiero dar ejemplos, porque para mí lo crucial es revitalizar nuestras expresiones con palabras asertivas y no con lirismos innecesarios, y peor en una época donde los que vivimos en la Tierra tenemos que asumir responsabilidades en cada acto que hacemos. En etimología, ojalá tiene raíces árabes: shaa Allaahh, que significa ‘si Dios quisiera’ o ‘con los ojos de Dios’. Pues no.
Y, por favor, no me digan antirreligioso. Yo siento que diciendo ojalá expreso una resignación. Frente a la realidad actual mis palabras son “tenemos que hacerlo”. HOY. Creo que así hasta podemos llegar a Júpiter. (O)
Columnas anteriores de Carlos A. Ycaza:
Mis últimos suspiros con ‘la data’ en línea
‘Minari’ es el primer viaje digital de este editor-astronauta