Son muchas las maneras en las que una relación sentimental puede deformarse y producir ansiedad e inseguridad, en vez de amor y confianza. Una de las más dolorosas es la posesividad, la continua necesidad de un miembro de la pareja de tener el absoluto control sobre todo lo que sucede en la vida de su contraparte, no solamente cuando están juntos, sino principalmente cuando no lo están.
Esta obsesión por el control tiene su base en una profunda inseguridad sobre sentirse merecedor del afecto de alguien significativo en su vida, produciéndole un perenne temor a que su pareja lo abandone. Por lo tanto, debe “cuidarla”.
Al comienzo se puede interpretar como una demostración de protección a una relación que recién empieza y necesita un espacio, alejada de los demás, para permitir que el afecto se exprese con naturalidad y logre consolidarse. Pero si esta actitud se convierte en una “defensa” de los límites entre ellos y el resto, y en una exigencia de permanecer dentro de dicho perímetro (dificultad para poder verse con amistades, tener que dar exhaustivas explicaciones sobre dónde, por qué, con quién se reúne, y querer conocer al detalle lo ocurrido en dichos eventos), se debe concluir que la pareja es una persona posesiva.
La actitud controladora puede seguir escalando niveles (exigir chequear su teléfono, intervenir en sus redes sociales, hostilizar a sus amistades o familiares para que no se acerquen, aparecerse sorpresivamente en su trabajo o en reuniones con amistades). En el caso extremo se los verá siempre juntos, y no para divertirse sino para vigilar.
También aparecerán los celos directos, con nombre y apellido. Puede llegar a prohibirle usar determinadas piezas de vestir que considere que puedan llamar la atención. Si se le pregunta el porqué de su actitud, la respuesta será que “es por amor”.
Obviamente, una relación de esta naturaleza no produce felicidad, solo frustración, tristeza y angustia (el amor queda en el camino). Un pequeño porcentaje de parejas infelices se acostumbran a este tipo de abuso y les dejan a los hijos una herencia patológica. La mayoría intenta rescatar los propósitos originales de la relación por medio del diálogo sobre conductas específicas sobre las que habría que trabajar, o a través de la asesoría profesional, que es lo más recomendable. (O)