Para saber hablar se debe aprender a escuchar. Aunque esta afirmación suene paradójica, la escucha es la más importante de las actividades de la comunicación. Ya sea en entornos laborales, profesionales, académicos o familiares, quien sabe escuchar tiene una ventaja importante en el momento de comunicarse y desarrollar relaciones. Solo con esta mención es posible que recordemos el momento en que alguien nos dio las gracias diciendo: “Solo necesitaba que me escuchen”.

Situándonos en la actualidad, tras una semana bastante convulsa, por todos lados encontramos posiciones polarizadas, generalmente acompañadas con exigencias de ser escuchados. Ciertamente, ser escuchado es más fácil que escuchar. Pero en una sociedad que se está acostumbrando a expresarse desde las trincheras de la discrepancia, una persona que escucha puede ser una fresca brisa que promueva la conciliación.

Escuchar no es oír, pues mientras que oímos a través del oído, la escucha la realizamos con todos los sentidos. Es una actitud interna que mueve a querer interesarse por comprender qué siente el interlocutor. Pongamos, por ejemplo, un padre que quiere escuchar el relato del primer juego de su pequeño hijo, y para ello adoptará la posición corporal idónea que le permita entender cada detalle, cada emoción e incluso hasta sentir las mismas sensaciones. La escucha es, por lo tanto, el medio para acercar a las personas y dar paso a la empatía.

Ahora, vamos a lo práctico. Un directivo o líder que requiere escuchar debe llegar a tener estas tres actitudes:

  • El interés real por escuchar.
  • La actitud de silencio que permita acoger cada detalle de lo que se escucha.
  • La disposición a buscar la mejor respuesta posible para quien nos ha otorgado su confianza.

Estas actitudes nos ayudarán a regular otros aspectos, como el tiempo y el lugar para entablar un buen diálogo. Y un directivo que sabe escuchar propondrá una cultura de apertura, de confianza, de lealtad y de transparencia.

Finalmente, aprovecho para saludar a todos los padres en este día. Que Dios nos otorgue la gracia de escucharlo y actuar, tal como lo hacía san José, para cuidar el inmenso tesoro que se nos ha concedido: nuestras familias. Que hoy disfrutemos la alegría de compartir con nuestros seres queridos, y pidamos la sabiduría para asumir los retos tanto dentro de la familia como en nuestras labores. ¡Que tengan un feliz Día del Padre! (O)