Danny Rivera es un caso especial dentro de la música latina. Su vida artística siempre ha estado acompañada de un profundo compromiso social y una búsqueda espiritual constante.

En Santurce, Puerto Rico, nace en febrero de 1945 una de las voces más reconocidas del Caribe, Danny Rivera, conocido como “la voz nacional de Puerto Rico”.

Desde las primeras presentaciones de su juventud en bares, cafés y emisoras de San Juan ya mostraba la fuerza expresiva de su incomparable voz, que más tarde lo llevaría a los escenarios internacionales hasta hoy, que su voz sigue sonando con fuerza.

En los años 70 y 80 se destaca no solo como baladista romántico, sino también como intérprete de canciones de contenido social defendiendo la paz, los derechos humanos y la justicia social, y llegan en esa época sus éxitos discográficos, la fama y los conciertos en salas emblemáticas como el Carnegie Hall de Nueva York, donde sus interpretaciones lo consolidaron como un artista de talla universal, siendo el único cantante que se ha presentado en dicho teatro en cuatro décadas consecutivas: 1979, 1989, 1999 y 2010.

El cantante puertorriqueño Danny Rivera con el historiador ecuatoriano Sergio Cedeño Amador, en Río Grande, Puerto Rico. Foto: Cortesía

Pero Danny Rivera no se limitó nunca a la fama musical y desde temprano entendió el arte como servicio y compromiso, por lo que en 1990 funda su Editorial Makarios para difundir escritos espirituales, filosóficos, poéticos y sus libros, como Enamorado de la paz, Ecos boricuas en el oriente de Cuba, Vejestud, etc., y en 1999 funda en Cuba el centro cultural y espiritual Arte para la Paz, donde los jóvenes acuden a talleres de arte, recitales de poesía y actos educativos, aparte de muchas otras obras sociales que realiza en dicho país y en República Dominicana.

En el 2009 Danny Rivera cantó Madrigal y otras en La Habana en el concierto Paz sin fronteras, organizado por Juanes ante 1,2 millones de personas vestidas todas de blanco, concierto visto por TV por millones de personas de todo el mundo y considerado el mayor evento transmitido en la historia de la música latinoamericana.

En resumen, Danny Rivera pasó de ser un famoso cantante romántico en los 70 a convertirse en un artista comprometido con la justicia social en los 80 y 90 y en un líder espiritual y cultural del Caribe en los 2000 en adelante y en un símbolo de la unión entre arte y servicio, entre espiritualidad y acción social.

Escucharlo cantar Madrigal, Para decir adiós, Amada amante, Amar o morir, Qué daría yo, Mi árbol y yo, Piensa en mí, Tu pueblo es mi pueblo, Jesucristo, entre otras, es un privilegio; pero escucharlo hablar de paz y de su misión cultural es comprender que su vida nunca estuvo separada de la responsabilidad con su pueblo.

Conocerlo y entrevistarlo en el parque central del pueblo de Río Grande, Puerto Rico, en una soleada tarde tropical, fue un gran honor para mí y un enorme placer, ya que habla como quien reza, parecía como que lo conocía de toda la vida y me transmitió su paz y espiritualidad interior, obtenidas tal vez de su santidad Madre Teresa de Calcuta, a quien le dedicó un himno por su acción humanitaria.

Danny Rivera ha repetido siempre que para él, el acto de cantar no es entretenimiento, sino una oración compartida, un puente entre el arte y lo divino.

¡Una experiencia inolvidable haberlo conocido y conversar con él largas horas en el parque del pueblo!

(O)