¿Se desvía usted de su camino para agradar o favorecer a otra persona aun a costa de postergar la atención de sus propias necesidades? ¿A menudo se disculpa ante los demás por actuar de la manera que actúa (o sea, por ser como es)? Aunque usted no esté de acuerdo, ¿cede ante el punto de vista de otros para sentirse aceptado? ¿Con frecuencia se detiene y se pregunta si su vida es auténtica y propia, o si su estabilidad emocional depende de sus temores a ser rechazado por los demás?

Una respuesta afirmativa a cualquiera de estos —o similares— planteamientos lo definiría como una persona marcadamente complaciente, que no considera completa su vida si no obtiene una aprobación o validación de los demás.

Vivir en sociedad exige un comportamiento cortés, solidario, respetuoso de las diferencias personales causadas por nuestra individualidad. En el espíritu de la amistad y la buena convivencia muchas veces somos deferentes, elogiosos, generosos dentro de un marco de espontaneidad que favorece la interacción y comunicación con aquellas personas cuya presencia y familiaridad nos gratifican.

Por eso es que llama la atención, y no de una manera positiva, cuando una persona deja de ser lo que es (y, por ende, lo que vale) para buscar una calificación favorable de las personas significativas en su entorno. Puede empezar casi imperceptiblemente, como hablar de temas que piensa que ellos quieren oír, escalando a comportarse de la manera que cree que ellos quieren ver, y tal vez terminar convirtiéndose en alguien totalmente distinto a lo que un día fue, perdiendo de esta manera su propia personalidad.

Es necesario agregar que dichas actitudes adulatorias terminan aburriendo, fastidiando y hostigando a quienes van dirigidas, y usualmente producen entre ellas comentarios peyorativos y burlas a sus espaldas. En casos extremos puede convertirse en bullying.

Sentimientos de inferioridad y baja autoestima, en muchos casos causados por eventos emocionalmente perturbadores ocurridos en la etapa del desarrollo, usualmente se encuentran en la raíz de estos comportamientos. Si bien es cierto que de por sí no constituyen una alteración mental, estas reacciones basadas en la inseguridad son un serio obstáculo en el camino a adquirir una personalidad independiente. Afortunadamente son desórdenes que pueden ser tratados profesionalmente con pronóstico optimista. (O)