Siempre me causa asombro ver en mi consulta tantos adolescentes con baja autoestima. Me pregunto cómo, con tantas cualidades visibles, con una imagen tan fresca y atractiva y con tantos valores por descubrirse, ellos se sienten menos, muy inseguros, desconfiados en la interacción social y temerosos de buscar proactivamente situaciones y relaciones favorables para su vida.

La adolescencia es la etapa de la vida en que se debe afirmar la identidad, en que la persona debe reconocerse como un individuo único, distinto de los demás, un ser valioso que conoce sus talentos, sus virtudes y sus posibilidades como persona que avanza hacia su desarrollo pleno. Por esto se dice que la adolescencia es uno de los periodos más críticos en la formación de la autoestima.

Sin embargo, la autoestima se forma desde que nacemos y depende de la manera en que nos tratan los que nos rodean, en especial nuestros padres. El error más común que cometen los padres es querer educar a sus hijos utilizando como mecanismo de recompensa el cariño o el trato amoroso. “Si te portas mal no voy a quererte”. “Eres un malcriado, ya no te amo”. “Si sacas buenas notas papá va a estar orgulloso”. Todas estas son frases que menoscaban la autoestima, pues hacen sentir al hijo que si no se porta bien o no alcanza las expectativas de sus padres, no es valioso, no es querido ni aceptado.

Por supuesto que debemos educar a nuestros hijos, ponerle reglas, exigirles cumplimiento de normas, de tareas, fomentar sus logros, alentar sus actividades. Pero ellos deben tener muy claro que el amor que les tenemos y lo valioso que son para nosotros, no depende en nada de lo que hagan o dejen de hacer y que si les exigimos es por su bien y por su felicidad.

Unos padres demasiado juzgadores o hipercríticos sentarán las bases para una autocrítica exagerada por parte de los adolescentes, que los hará sentir que no son suficiente, que no dan la talla, que no son tan inteligentes o hermosos o simpáticos o buenos deportistas como “deberían” y entonces, con esta baja autoestima, evitarán a las personas que sí creen ellos que tienen esas características, buscarán amistades y ambientes que les exijan poco, en los que se sientan cómodos porque no se espera mucho de ellos.

Como padres debemos enfocar nuestros esfuerzos en promover una autovaloración de nuestros hijos que los impulse a la motivación intrínseca, la autonomía, la interacción social, la responsabilidad y la capacidad de asumir retos en el camino a una edad adulta plena, de realización personal y de capacidad para ser felices. (O)