Desde hace algunos meses, en plena crisis por la pandemia, el restaurante Oui Chef dejó la playa de Salinas y se trasladó con su menú a algún lugar de esta ciudad, desde donde atendió con pedidos a domicilio. También organizó una que otra cena especial en espacios provisionales, lo que sirvió para que los amantes de la cocina francesa se juntaran para disfrutar de sus platos.

Ahora la gran noticia es que han regresado con atención al público en un nuevo local ubicado a un costado de la recientemente remodelada Casa Guzmán (Panamá e Imbabura), donde próximamente funcionará el Museo del Cacao. No podían haber seleccionado un mejor lugar: es una elegante edificación con coloridos arreglos florales sobre relieve y soportales con arcos que nos transportan a Europa.

Al llegar no encontré la bandera francesa característica de su local anterior; la que sí estaba parqueada en la esquina fue la vieja combi Volkswagen que usan para movilizarse. Aunque su nombre ha cambiado y ahora es simplemente Oui, los detalles importantes se mantienen. Al llegar nos recibió Andrea Gutiérrez Heupel y en la cocina estaba el chef Romain de Lamar, esposos y propietarios de este bistró.

El salón es sencillo: en un costado destaca un aparador de madera antiguo y por el otro una especie de bar junto a la cocina abierta, que permite ver cómo se preparan los platos. En las paredes hay cuadros de antiguas publicidades de conocidas marcas francesas y del tumbado bajan las lámparas metálicas que iluminan los espacios. Me faltó la música que complemente el ambiente y deben mejorar el sistema de extracción de olores.

Empecé con los petits farsis de Niza ($ 7,50), una combinación de tomate, cebolla, pimiento morón, berenjena y calabaza rellenos de carne molida y dorados al horno. Es una sabrosa entrada bien despachada que fácilmente podría ser un plato fuerte si se quiere comer poco.

Probé dos platos fuertes. El primero fue un lomo fino de res con papas fritas ($ 15); me recordó al Chateaubriand que de chico siempre pedía cuando visitaba el restaurante del desaparecido Hotel Humboldt International (Malecón y Olmedo), un corte grueso bien dorado por fuera y superjugoso por dentro. El otro fue el carré de cerdo ($ 15), delicado en textura pero al mismo tiempo lleno de todo el sabor que tiene la carne cuando se la cocina junto al hueso. En ambos casos la proteína de primera calidad y con un perfecto manejo en la cocción.

Para finalizar este delicioso almuerzo carnívoro pedí la tarta Tatin ($ 5). Me pareció una versión más sofisticada de un pai de manzanas americano, en este caso la fruta estaba cortada más fina y tenía un toque mantequilloso; fue dulce sin ser empalagoso, y solo llevaba masa en la parte de abajo. Fue servido tibio y con helado de vainilla. Un postre como me gustan, en que el azúcar no invade los sabores.

Fue agradable rencontrarme con esta cocina que ha pocos días de su apertura en Guayaquil ya tenía sus mesas ocupadas. Atienden desde el desayuno y cierran a las seis de la tarde.