A muchas familias les ha tocado estar completamente aisladas durante meses, y esto afecta mucho en lo emocional y en lo físico. Los niños, en especial, necesitan tener actividad física y esparcimiento. Su desarrollo incluye el tiempo y espacio suficientes para correr, saltar, subir, bajar y gritar. Es comportamiento infantil completamente normal que no debe ser reprimido sino canalizado.

Ahora que la ciudad empieza a tener mayor movilidad y que muchas familias están retomando la vida al aire libre en la ciudad y fuera de ella, se nos ofrecen más opciones para momentos de recreación no solo para ellos, sino para los adultos jóvenes y mayores.

Así que salir es recomendable, pero con un nuevo protocolo familiar, que pronto se convertirá en hábito y no en una carga. La médico pediatra Jazmín Rizzo Vinueza, de los consultorios Medical Kids (@medicalkidsecuador), comparte algunas recomendaciones.

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  • No vayan muy lejos de casa. Mientras más largo sea el recorrido para llegar a su destino, hay mayor riesgo de tener contacto innecesario con otras personas. El parque cercano a casa es el lugar ideal.
  • Vigilen que el lugar ofrezca suficiente libertad para estar a dos metros de otras personas que no conviven con ustedes. Si el aforo no garantiza esto, hay que buscar otro lugar u otro horario. “La distancia social es importante porque los niños menores de 2 años no pueden usar mascarilla. La distancia es la única protección que podemos brindarles”, explica la doctora Rizzo. “Sus vías aéreas son diferentes a las nuestras, más pequeñas, no toleran el cubrebocas y no siempre pueden expresar que no están respirando bien”. Además, a esta edad son propensos a tocarse la cara. “Lo único que podemos hacer por ellos es mantenerlos a dos metros de personas que no pertenecen al núcleo familiar”.
  • La tendencia actual, observa Rizzo, son las reuniones familiares, dos o tres familias cercanas que conforman un círculo social. “Pero cada uno, por su lado, tiene grupos de interacción diferentes. Entonces lo que podemos hacer es reunirnos en espacios abiertos, por el bien de todos”.
  • El lavado de manos se hace cada tres o cuatro horas. Con una o dos horas de actividad al aire libre es suficiente.
  • Piensen si van a permitir o no el uso de juegos infantiles. Estos equipos no tienen desinfección y se cree que los virus pueden permanecer en superficies por tiempo considerable. Es verdad que al estar expuestas a altas temperaturas y al ambiente la carga viral puede ser menor, pero no hay que confiarse.
  • La mascarilla, para ser eficaz, tiene que tapar nariz, boca y mentón. Si no es así, usarla pierde sentido. Si en el lugar al que va la gente no está usando bien la mascarilla, cambie de ubicación.
  • Venza el temor de salir, pero no pierda los cuidados necesarios. “El alcohol en gel está bien cuando estamos fuera de casa, pero en cuanto tengamos agua y jabón disponibles, debemos preferirlos, pues son más efectivos”.
  • Al volver a casa, lo mejor es quitarse la ropa y separarla para lavar y darse un baño.

Cuando los niños tienen miedo a salir

Reprender al niño o burlarse de él no darán ningún buen resultado. “Es importante escucharlo con mucha atención y calma, sin mostrar alarma alguna, ya que es entonces cuando hablará desde las emociones que sienten. Eso es prioritario”, enfatiza la psicóloga clínica Sonnia Navas Gafter, máster en terapia familiar sistémica. “Después de escucharlo, hay que ir aclarando la situación de forma objetiva, sin conjeturas ni creencias, solo lo que es.

Digamos a los niños lo que sabemos pero jamás lo engañemos, porque eso les generaría inseguridad.

Si el niño está en edad escolar, de 5 años en adelante, puede llegar a angustiarse por la idea de la muerte, y habrá que explicarle que eso es algo que puede pasar, pero que cuando hay cuidado con las normas de bioseguridad, el riesgo baja. Dé el ejemplo de estas medidas, empezando con el lavado de manos. “Digámosle lo que ya sabemos", aconseja Navas, "pero jamás lo engañemos, porque eso les generaría inseguridad”.

Aprendiendo a apreciar el barrio

Lo interesante en tiempos como estos es ser creativos al usar el espacio público de manera segura. Si bien hay múltiples espacios que permanecen cerrados, existen otras opciones. “Todo depende de cuán enamorada esté la gente de su ciudad y de su barrio y de cuánta necesidad de recrearse sienta”, dice Priscila Granizo, arquitecta y activista guayaquileña, que actualmente trabaja en una firma de marketing y arquitectura en Barcelona, España, dedicada a la organización de eventos masivos, ahora virtuales.

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Granizo pasó la pandemia en Ecuador y regresó a Barcelona en agosto. Comparte su experiencia en esa ciudad, cuyo ayuntamiento trata de evitar que la gente se concentre en los parques en una estrategia denominada urbanismo táctico. “Lo que hicieron fue ceder los parqueaderos de los edificios y un carril de las calles para unirlos con las aceras”, pintándolas para uso peatonal, dando prioridad a las personas frente a los vehículos. “Al aumentar esos metros, la gente siente que ha ganado espacio frente a su casa para caminar o sacar a sus hijos en bicicleta”.

En Guayaquil hay algunos aspectos positivos. Los ciudadanos, hace notar Granizo, son más observantes de las medidas de bioseguridad. Lo que hace falta es un uso más creativo y placentero de la calle, lo cual no siempre es posible, a causa de la inseguridad y del tráfico.

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“La preocupación en las ciudades europeas es que si esta situación —de carencia de espacios abiertos— se prolonga, va a fomentar mucho más la mentalidad del conductor aficionado”: que solo sale en auto. Por eso se están adoptando proyectos como las supermanzanas. Se cierran seis manzanas y se las convierte en peatonales. En cada supermanzana hay supermercado, panadería, zapatería, cerrajería…

“En París, por ejemplo, los asesores de la Alcaldía están implementando un proyecto llamado Ciudades a 15 Minutos”. Significa que en cada sector todo debería estar a 15 minutos de distancia o menos, para que no sea necesario usar el automóvil. Esto tiene el beneficio extra de hacer las calles y los barrios más seguros, al favorecer que se llenen de transeúntes, que es algo de lo que se habla mucho en urbanismo. “Se renuncia a espacios que podrían generar cierta ganancia como vivienda o negocio, para convertirlos en áreas de recreación. Se fomenta (estratégicamente) el no construir”.

Hemos descubierto el respeto por el espacio personal; la posibilidad de salir e interactuar sin aglomeraciones.

Este tipo de iniciativas, considera Granizo, se complican en el caso de Guayaquil, una sociedad que camina poco y está condicionada a usar el carro para llegar a los parques y grandes áreas verdes o centros comerciales, y por tanto siempre está en busca de los sitios que le ofrezcan parqueadero y seguridad. Es una especie de escape. “Caminar, recrearse, hacer actividad física se vuelve un lujo”.

Pero hay otros aspectos positivos de los ajustes de los últimos meses. La restricción vehicular hizo que la gente reorganice el uso del vehículo y reactive la vida de barrio, de comprar en los comercios cercanos. “Fue un hábito positivo adquirido durante la pandemia que merece la pena que no se pierda. Nos enseñó mucho, a conocernos entre los vecinos, de los que estábamos desconectados”. Y no hay que olvidar otro aspecto inesperado de las medidas: el respeto del espacio personal. Como dice Granizo, descubrimos la posibilidad de salir e interactuar sin aglomerarnos. (I)

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