Patricia González, una mujer hecha canción

Texto: Stephanie Crawford* especial para La RevistaEn una noche de verano en Francia, Patricia, guitarra en mano, espera impaciente para salir a cantar. Un público desconocido aguarda sentado en el patio interior de un monasterio francés. Nadie sabe quién es Patricia González, tampoco conocen su idioma. Son el azar y las amistades los que la han llevado hasta este sitio, al otro lado del mundo.Con su guitarra como única compañera, sin artilugios ni amplificadores, Patricia se sienta, cierra los ojos, rasga las cuerdas y empieza a cantar Las ciudades, canción de José Alfredo Jiménez. La noche continúa y el público observa silencioso a esta pequeña mujer. De repente, como si se tratara de un presagio, Patricia abre los ojos y se da cuenta de que la luz se ha ido. El público no se mueve, la escucha atento y alumbra la noche oscura con cerillas y encendedores. Como si el fuego le calentara el alma, Patricia continúa cantando.Son muchas las historias que, como esta, forman parte del inmenso baúl de recuerdos de Patricia González. Esta anécdota, ocurrida en 1990, sucede cuando, ya con 20 años sobre los escenarios, decide pasar una temporada en el Viejo Continente y probar, una vez más, que su voz, pese a las barreras idiomáticas, era capaz de traspasar fronteras y llegar a lo más profundo del alma.Patricia comenzó a trabajar desde muy temprana edad. Proveniente de una familia de origen muy musical, tocaba el piano a los 4 años, la guitarra desde los 12 y cantaba con sus familiares sin saber que su voz ronca le abriría muchas puertas. En contra de las recomendaciones de algunos de sus más allegados, empezó en la música formalmente en 1970. Ser mujer y ser artista no eran bajo ningún concepto palabras que pudieran combinarse, por lo que necesitó de varios empujones para decidir abrirse paso como cantante. Sumado a esto, su timidez y un profundo temor al ridículo jugaban en su contra, pero gracias al destino varias personas importantes se cruzaron en su camino. En Bogotá, Patricia fue invitada a un almuerzo en honor al ex primer ministro de España, Adolfo Suárez, 1984. Algunos años antes, en Guayaquil, había tenido la oportunidad de conocer a la compositora peruana Chabuca Granda, de quien sabía la letra de todas sus canciones. Chabuca, al escucharla entonar uno de sus valses peruanos, le dijo que su forma de cantar era perfecta y que ojalá su voz no se desperdiciara. Benjamín Correa, una de las primeras guitarras de México, quien la acompañó a cantar en una fiesta, opinó que Patricia tenía una enorme soltura y sentimiento para el canto. Y Óscar Avilés, primera guitarra del famoso conjunto Los Morochucos, dijo que pocas veces había escuchado a una ecuatoriana que sintiera y cantara tan bien el vals peruano. En 1970, mientras se preparaba para salir al escenario, otro gran músico la escuchó y preguntó de quién se trataba. “Señorita, canta usted muy bien”, le dijo, mientras Patricia tocaba su guitarra y tarareaba Te extraño . Era Armando Manzanero, el maestro del bolero, quien se había quedado embelesado escuchándola y con quien entabló, desde entonces, una entrañable amistad. Patricia grabó el álbum A eso de las ocho, bajo la dirección musical de su gran amigo y compositor Armando Manzanero, 1997. Patricia canta como una actividad más de su diario vivir. Se despierta todos los días temprano y luego de dedicar un tiempo a rezar y agradecer por todo lo que la vida le ha dado, coge su guitarra, la misma que la ha acompañado durante 50 años. Sus guitarras, eternas compañeras, son como si vivieran, pues Patricia se refiere a ellas como quien habla de un amigo. Las describe como si fueran personas y las cuida con el amor de una madre. Amante del cine y del box, combina sus horas de rezo y canto con la televisión. Puede repetir una película una y otra vez, y sabe de estas tanto como de sus boleros. En más de una ocasión cuenta que de no haber sido cantante, hubiera sido actriz, como Greta Garbo. Disfruta de estar en su casa y no necesita gran cosa para pasar una tarde agradable en Salinas.Salir a trabajar es un acto necesario, porque cantar no es una profesión, es una forma de vivir y soñar. Son las canciones las que la llaman, las que le piden de forma inconsciente ser entonadas en su voz característica, las que la acompañan en los espacios de soledad que ella tanto atesora y le permiten tocar las fibras sensibles de quien la escucha. Cada canción cobra vida en su voz, sobre todo en su forma de interpretarla. Patricia no canta, siente. Y cada historia que cuenta, la vive como propia. En Guayaquil se realizó la II edición del Festival Internacional de Boleros, que en homenaje a los 35 años de trayectoria musical de la cantante, adopta el nombre de ‘Patricia González’. Guillo Vives viaja a Ecuador para participar en el evento, 2003 . Después de 50 años cantando, Patricia no necesita calificativos, de hecho muchas veces los rechaza. Se siente, más bien, lejos de aquellos que la califican como diva o artista; ella se siente una cantante para quien cantar es algo vital. Sentir el cariño del público es el placer añadido. En su carrera se ha presentado en teatros y salones, pero también en espacios íntimos, como aquellos de los inicios, cuando ella sola y su guitarra entretenían al público. Ha dado conciertos en escenarios imponentes, rodeada de músicos y también en la intimidad de El Rincón del Alma, espacio que abrió en 1973 y por donde pasaron todas las personas que en aquel entonces buscaban el privilegio de escucharla.Patricia ha cantado siempre lo que a ella le ha dado la gana; se ha mantenido firme en sus convicciones y coherente en sus opiniones. Conoce de boleros lo que no está escrito, desde los nombres de los compositores, hasta las historias ocultas detrás de cada tema. En Quito junto con Alberto Cortez. La artista interpreta para él En un rincón del alma, tema de su autoría que Patricia ha convertido en suyo, 2003. Dueña de un bagaje musical amplísimo, ha compartido con el público sus experiencias más personales, contando en primera persona sus historias con compositores y compañeros, así como describiendo palabra a palabra el significado de las canciones. Ella no cuenta historias de terceros. Como siempre recalca, una de las grandes satisfacciones que le ha dado esta profesión es la de poder conocer a los autores o intérpretes de los temas que canta. Más de uno se ha movilizado para conocerla en persona y más de una vez le han dicho que su interpretación es la mejor. Cierto o no, Patricia tiene un respeto especial por quienes poseen el arte de componer, pues a ellos les debe uno de los elementos esenciales de su vida… las canciones. Joan Manuel Serrat recibió en el Palacio de Carondelet (Ecuador) la condecoración de Gran Caballero en la Orden Nacional al Mérito, 2007. Todos estos años, en una profesión que nace en lo más profundo, Patricia ha sido disciplinada y constante. Cantar ha sido una elección de vida a la que, de alguna manera, es imposible renunciar. Pues mientras se tiene el arte de cantar, compartirlo es una responsabilidad. Son el ocaso y la mirada del otro los que invitan al artista a dejar el escenario. Hasta eso, el show debe continuar.Este año, Patricia cumple 50 años sobre los escenarios; medio siglo en el que ha tenido la fortuna de vivir de lo que la apasiona. Y va a celebrarlo como ella sabe. Con su guitarra, su timidez y su feminidad a cuestas, con el anillo que le regaló su amigo Manzanero en la mano izquierda, con Chabuca y su madre en el corazón... Patricia celebrará la vida cantando. La guayaquileña junto con Martirio, folclórica gaditana, en el AC Recoletos Jazz de Madrid, 2019. AGENDA 2020 Este año Patricia González celebrará sus 50 años de vida artística en distintas ciudades dentro y fuera de Ecuador. La agenda contempla:- Concierto Yacht Club, Salinas, 28 de marzo de 2020.- Lanzamiento CD 50 Años Cantando al Amor, Guayaquil, abril de 2020.- Gala 50 Años Cantando al Amor en Teatro Centro de Arte, Guayaquil, 10 de septiembre de 2020.-Cena show Gaira, Bogotá, septiembre de 2020.- Noche de Boleros, Madrid, octubre de 2020. *Comunicadora social especializada en mercadeo, responsable del archivo digital de Patricia González.

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