Algunas veces, las cosas que en apariencia son insignificantes pueden resultar ser grandes detonantes de estrés.

Por ejemplo, a nadie le gusta esperar en el tráfico. De acuerdo con un estudio, los traslados al trabajo constituyen una de las actividades menos placenteras que realizamos, pero no se trata solo de una molesta pérdida de tiempo, sino de un problema de salud pública.

Según un análisis del Instituto de Transportación de la Universidad de Texas A&M el pasajero estadounidense promedio pasa 42 horas al año atorado en el tráfico de la hora pico. En la zona de Los Ángeles, la cifra casi se duplica, con lo que equivale a más de tres días. Una encuesta de 2015 realizada por Los Angeles Times reveló que entre los habitantes de esa ciudad, la preocupación por el tráfico supera a la que corresponde a la seguridad personal, las finanzas o los costos de vivienda.

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El costo total del tráfico asociado con la pérdida de tiempo y de combustible supera los 100.000 millones de dólares anuales. Conforme el tiempo pasa, los vehículos detenidos aumentan la contaminación, lo cual tiene consecuencias para el ambiente y la salud, además de contribuir con el cambio climático. La exposición a largo plazo a las emisiones de los automóviles se asocia con problemas respiratorios, en especial en los niños.

Otro de los efectos en la salud está relacionado con el bienestar psicológico, y se deriva de la sensación de impotencia que experimentamos mientras estamos en el tráfico, además de su naturaleza impredecible. Esto también puede someterse a mediciones. Un estudio reveló que, para ahorrarse un minuto atorado en el tráfico, las personas están dispuestas a intercambiar cinco minutos de cualquier otra actividad de esparcimiento. Un estudio más descubrió que lidiamos mejor con los retrasos en el traslado al trabajo cuando podemos predecirlos.

Las personas estresadas pueden desquitarse con otras. Es probable que todos hayamos visto o experimentado la ira en el camino, pero la conducta agresiva puede llegar incluso más lejos que el trayecto.

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Un análisis reciente del tráfico de Los Ángeles, publicado en la revista Journal of Public Economics, documentó una relación entre la congestión vehicular y la violencia doméstica. El estudio reveló que entre 2011 y 2015, el tráfico intenso de la tarde en las dos carreteras más importantes (I-5 e I-10) aumentaba la incidencia de violencia doméstica por la noche un nueve por ciento aproximadamente.

Lo que los investigadores Louis-Philippe Beland, un economista de la Universidad Estatal de Luisiana, y Daniel Brent, un economista de Penn State, llaman “tráfico intenso” en su estudio se explica mejor con un ejemplo: el promedio de tiempo de recorrido por la carretera I-10 para los residentes de Santa Mónica fue de 45 minutos. El tráfico intenso podría aumentar este promedio hasta los 87 minutos.

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“Los factores que provocan estrés funcionan como señales emocionales”, comentó Beland. “Nuestro trabajo demuestra que en casos extremos las respuestas de las personas a esas señales pueden ser bastante desproporcionadas y derivar en violencia”.

Enseñarles a los niños a manejar el estrés y los sucesos traumáticos desde una edad temprana puede ser importante. “A lo largo de la vida, la conciencia plena, comer saludable, dormir y hacer ejercicio, además de tener pasatiempos que liberen la tensión, pueden ser de ayuda”, afirmó Rebecca Mooney, directora de Melrose Alliance Against Violence, una organización dedicada a hacer conciencia acerca de la violencia doméstica y problemas relacionados en Melrose, Massachussets y sus alrededores.

Los funcionarios públicos pueden tomar acciones ante los problemas originados por los trayectos estresantes. La ciudad de Los Ángeles ha instalado un sistema que cobra un peaje mayor a los conductores que viajan solos por usar ciertos carriles de las carreteras I-10 e I-110 durante los periodos de tráfico intenso. Esto alienta a los conductores a cambiar sus rutas hacia avenidas menos congestionadas o a viajar a diferentes horas. Un estudio acerca de los precios establecidos por congestionamiento en el puente SR-520 de Seattle reveló que los conductores que usaban la ruta y sus alternativas estaban menos estresados y más satisfechos con sus trayectos después del cambio de los precios.

Cada vez más empresas permiten a las personas trabajar a distancia. Los sistemas de transporte público problemático en algunas ciudades podrían ser culpables, hasta cierto punto, del aumento en la compra de automóviles en esas áreas, pero determinadas ciudades de la Costa Oeste están expandiendo de forma generalizada sus sistemas de transporte público y muchas otras están añadiendo carriles para bicicletas.

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Quienes pueden caminar al trabajo o llegar en bicicleta suelen tener una ventaja doble. No solo evitan las dañinas consecuencias del tráfico, sino que también pueden mejorar su salud mediante el ejercicio. Hay mayores probabilidades de que los más jóvenes prefieran ese estilo de viaje y de que estén conduciendo automóviles menos que las generaciones anteriores.

En las próximas décadas podría haber buenas noticias para quienes aborrecen los embotellamientos. Aunque los autos autónomos no acabarán con las calamidades del tráfico por sí solos (como lo hacen los enfoques basados en la economía como la imposición de un costo a la congestión vehicular), sí podrían reducir el estrés.

Si vas a vuelta de rueda en el tráfico y estás retrasado para una cita, pero se te otorga la posibilidad de tomar una siesta, jugar videojuegos, ver tu programa favorito o beber un coctel, ¿esas actividades reducirían tu estrés? No lo sabemos con certeza, pero esperamos que haya estudios al respecto. (I)