El coliseo Voltaire Paladines Polo fue el escenario del regreso de Danny Ocean a Ecuador con su Reflexa Tour. El concierto estaba programado para las 20:00, pero comenzó a las 21:10 tras una espera que no fue anunciada al público. El arranque se dio con Imagínate, que encendió al coliseo entre luces de celulares, gritos y ovaciones.
Antes de su salida, el guayaquileño Diego Govea abrió la noche interpretando canciones de su álbum Libra. Fue el encargado de reemplazar a Elena Rose, quien lo acompañó en Quito pero anunció en redes sociales que no estaría en Guayaquil. Desde ese momento, la atmósfera estuvo marcada por la expectativa.
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El venezolano agradeció el recibimiento con un mensaje directo: “¡Muchas, muchas gracias por llegar! ¡Es un placer estar aquí esta noche! ¡Gracias por traernos de nuevo! Les recuerdo que vinieron a dejar sus problemas atrás un rato y a cantar conmigo aquí”. El público, que viajó desde ciudades como Machala y Balzar para verlo por primera vez, respondió con una energía constante durante todo el recital.
En la primera parte sonaron Vitamina, Volaré y Amor. Luego sorprendió con Oye, mi amor, de Maná, coreada a una sola voz, y más tarde con La idea de amarme, canción en la que hizo una pausa para reflexionar sobre el amor: “Debemos amar a las personas por lo que son, no por lo que tú quieres que sean. El amor es libre. Debemos aceptar a la persona que tenemos a nuestro lado. Eso es el amor”.
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Entre comentarios espontáneos, el artista también bromeó con el clima: “¡Qué calor aquí en Guayaquil! ¡Qué rico el calor!”, y mencionó que le gustó mucho el jugo de naranjilla. Enseguida leyó varias pancartas y anunció una sorpresa: Ojalá, tema que dijo no suele interpretar, pero que aceptó tocar a pedido de un fan en la ciudad.
El repertorio se extendió con Brisa, Pirata, Margarita, Pretty, Veneno y Dembow. Una de las escenas más llamativas ocurrió durante Corazón, cuando en medio del público se dio una pedida de mano que provocó gritos y comentarios entre los asistentes.
Hacia el final, el escenario quedó a oscuras y, de pronto, Ocean apareció en una tarima en el centro del coliseo. Ahí cantó más cerca de la audiencia, se tomó fotos y bailó con sus seguidores. El show continuó entre canciones y fanes bailando junto con sus parejas. Una fiesta total que parecía no tenía edades. Desde adolescentes hasta adultos mayores se vieron en el concierto del venezolano.
Sin embargo, la locura llegó con Me rehúso, tema que catapultó al artista en escenarios internacionales y con el que finalmente cerró un espectáculo que mezcló emoción, cercanía y una entrega total del público guayaquileño. (E)