La primera vez que Miguel Molina Díaz se ‘lanzó’ de mochilero por América del Sur tenía 23 años; Perú, Chile y Argentina fueron sus destinos en aquel entonces. Ocho años después, esas experiencias y otras tantas que ha tenido en varios continentes del mundo fueron reunidas en su libro Cuaderno de la lluvia.

Recomendación literaria: ‘La hija única’, de Guadalupe Nettel, y las otras formas de vivir la maternidad

“Es una colección de narraciones sobre viajes, de no ficción. Es decir, tienen un sentido de crónica, pero también de literatura de no ficción”, dice Molina a este Diario.

Publicidad

La escritura la emprendió en el 2013 mientras vivía en España. “Cuando comencé este tipo de textos, que los publicaba en distintos medios, no estaba claro que algún día los iba a imprimir todos en una colección, pero mientras publicaba esos textos en revistas me daba cuenta de que tenían un hilo conductor que eran justamente los desplazamientos: viajes míos o de otras personas que eran parte de las historias que yo contaba”, afirma el autor quiteño.

«Estas historias empezaron a escribirse desde la pretensión de ser un cronista latinoamericano, un escritor que viaja y descubre las grandes geografías», añade en su libro.

Publicidad

En sus 162 páginas traslada al lector a lugares como Ámsterdam, India, Nepal, Roma, Nueva York; pero del mismo modo le permita conocer la percepción que Molina tiene en cada nuevo espacio al que llega. “Estos viajes han sido muy importantes para el autoconocimiento mío. Estos viajes me han permitido de algún modo mucho crecimiento, mucha capacidad del análisis (...). Los viajes interiores son inevitables cuando uno está recorriendo lugares”, expresa.

Asumió el papel de arqueólogo de su propia vida para recrear los recuerdos de aquellos viajes, afirma en su libro. «Buscar correos electrónicos que durante ese viaje escribí a mis padres, a la chica que me gustaba, a mi amigo Julio Salas. También he leído cuentos que hice luego de esa travesía», relata.

Su libreta de apuntes, fiel compañera de viaje, también ha sido la aliada para rescatar esos recuerdos. “En la mayoría de mis viajes he dejado algún registro”.

Las 17 crónicas que Molina reúne en su libro contienen además referentes históricos y artísticos que motivaron al autor a trasladarse a esos lugares, entre ellos menciona a Federico Fellini, Paolo Sorrentino, Ana Frank. “Había deseado conocer Roma desde mi adolescencia, precisamente porque yo amaba Roma como una ilusión, yo veía películas sobre Roma, yo leía cosas sobre Roma (...). Sorrentino se convirtió en mi director preferido”.

Y a estas referencias se suma la música, pues es algo que muy generosamente el autor ofrece al final de su libro: una lista de canciones que fueron una especie de banda sonora para la realización de estos textos. “Son las canciones que me acompañaron en la escritura de estas crónicas o que directamente me acompañaron en los viajes (...). Yo creo que la música es fascinante porque tiene literatura, pero tiene algo más profundo que son las sensaciones que produce simplemente con el sonido, es como un lenguaje que el cuerpo entiende sin necesidad de palabras”.

Es así como Cuaderno de la lluvia se convierte en esa puerta abierta a lugares, espacios, sensaciones y experiencias que Molina vivió a través de estas culturas o personajes. O como dice el escritor Rafael Lugo Naranjo en su prólogo: “Es una excelente forma de conocer sobre poesía, novela, mitos, ríos, metrópolis y comarcas”.

Cuaderno de la lluvia se encuentra disponible en librerías de Quito, como Rayuela, y dinediciones.com. (I)