Unos ojos brillantes miran desde la portada de El demonio de la escritura (Minotauro, 2024), libro de cuentos de la guayaquileña Solange Rodríguez Pappe. En ellos hay unos cuantos demonios y, sin embargo, dice ella que no son historias de terror.

Vengo haciendo literatura desde el año 2000 con Tinta sangre —casi 25 años—, y he trabajado siempre una literatura donde hay mucha imaginación, y ha habido una progresión en ese ejercicio que no pretende ser histórico o testimonial, sino la realidad tamizada por la imaginación, que es un recurso que nos ayuda a entender y encontrar soluciones o proyectarnos”.

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Minotauro (editora de Ray Bradbury y Jorge Luis Borges) se fijó en Rodríguez después de que ella participara en la antología El tercer mundo después del sol, coordinada por Rodrigo Bastidas. “El editor Cristian Camilo Muñoz me escribió; le había gustado mi cuento (Un hombre en mi cama) y me preguntó si estaba interesada en un tomo de cuentos de corte fantástico”.

"El demonio de la escritura" cuenta con trece relatos cortos en los que Guayaquil figura aunque no se la nombre. Foto: Cortesía

“¡No es un libro de terror!”, asegura la autora (aunque en el primer cuento asoma el diablo). “Para nada. Es un ejercicio de imaginación, un poco macabro, pero también hay humor, un poquito oscuro, que hace más potables algunas imágenes del libro que podrían llegar a ser incómodas”.

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Lo que es más evidente es que, a pesar del despliegue de fantasía, desde la primera página el lector puede sentirse como si estuviera en casa, en Guayaquil, en la ciudad de olor salvaje, cercano al río. “Eso está muy bien —dice Rodríguez de esa sensación—, pues es algo que me costó un poco cuando empecé a trabajar literatura. Hay esta idea tonta de que la literatura tiene que ser universal”, dice riendo. “Que tú no tienes que referirte en particular a tu ciudad. Y he entendido que es una postura política decir: ‘Yo escribo desde Guayaquil’. (En el libro) hay varias ciudades latinoamericanas, Lima, Santiago, pero también Guayaquil, muy presente desde el primer cuento (Hija del alba)”.

Rodríguez considera muy importante consolidar una literatura que se sitúe en Guayaquil, y por eso en El Edén de Lilith y El reino hay casas infestadas de termitas, y en Invocación hay otra que queda cerca del estero. “Decididamente he citado mi literatura en Guayaquil con todos los lugares comunes de esta ciudad incómoda y terrible de la que tenemos que hacernos cargo”.

En El taller de escritura, un profesor intenta dar su clase desde una terraza mientras abajo, en la calle, hay una manifestación. Y en Metraje encontrado, una pareja vive en una zona amurallada y vigilada con cámaras. “Esa es la Guayaquil encerrada en la que nos hemos colocado para evitar que nos asalten. Entonces, sí —reconoce—, es verdad, está por todos lados, la ciudad crítica de este momento. Ojalá luego podamos hablar de otras Guayaquiles, un poco menos aterrados”.

Pero pronto El demonio de la escritura quiere ciencia ficción, y ya el segundo relato (Una chica como tú, en un lugar como este) ve a los humanos convertidos en parias del universo, expulsados de la Tierra a la que han llevado a la ruina, y en adelante regulados en todo por una corporación interplanetaria.

Despertar el interés de la editorial antes de que exista el libro es una ventaja, afirma Rodríguez, quien es docente e investigadora de la Universidad de las Artes. “La gran pregunta que te hacen los jóvenes que tienen algo por escrito es ‘¿Dónde puedo publicar?’, y la respuesta es ‘No sé', porque aquí en Guayaquil hay un par de editoriales pequeñas, en Quito un poco más. Una cosa es publicar localmente, que te van a leer pocas personas, y otra cosa publicar afuera. Que las escritoras ecuatorianas hayan llegado a España no es un tema menor, porque el único fenómeno parecido a este es fue el boom latinoamericano en los 60″.

Ecuador no tuvo un representante en ese movimiento. “Es un poco colonial. Nadie nos descubrió afuera, no nos miramos a nosotros mismos (porque tampoco consumimos tanta literatura, y la que consumimos es la que nos dicen las editoriales que debemos leer). De ahí que ‘ecuatoriano no lee a ecuatoriano’, porque piensa que es de mala calidad, y peor a mujeres, porque las mujeres hablan de amor”, ironiza la escritora, citando los prejuicios que hay que saltar hasta llegar a los lectores.

Solange Rodríguez Pappe presentó en la Feria del Libro de Guayaquil de 2024 su cuentario "El demonio de la escritura". Foto: Cortesía

Sabe que los jóvenes han encontrado salvoconductos, como publicar en internet, encontrado apoyo en sitios como Wattpad para luego dar el salto al captar el interés de los editores. “Voy a contar una anécdota que pasó en la Feria del Libro de Guayaquil. Mientras estaba presentando mi libro, estaban las chicas que son escritoras de Wattpad, muy jovencitas, menos de 30 años, que tenían estas sagas. Eso libera al joven autor. Tengo alumnos que son fenómenos de Wattpad. Tienen miles de lectores. El público que lee en internet es mucho más concesivo; el que lee el impreso es otra generación, es mucho más duro”.

Cree que los autores deben relajar la percepción de lo que era el libro hace unas cuantas décadas, y estar abierto a lo que va a pasar en el futuro. “Todo tiene que ver con la ficción. Todos consumimos ficción, lo que cambia es la plataforma, y qué bien que la juventud lea. Ya luego irá encontrando otros intereses”.

En cuanto a sus propios intereses, Rodríguez está trabajando en un estudio académico sobre el cuento fantástico ecuatoriano (La realidad y nada más que la realidad), con la Universidad Casa Grande. “Pero también estoy con un libro de relatos muy cortitos que espero tener listo el próximo año, hasta que tenga claro en qué gran proyecto voy a embarcarme”. Lo más probable es que sean cuentos. “Es un género extraordinario, y siempre voy a explorarlo porque me siento muy identificada con su formato”.

El demonio de la escritura ya fue presentado en Guayaquil, pero Quito aún lo aguarda. Será el miércoles 30 de octubre, en Mr. Books de Mall El Jardín. (F)