Hay dos cosas que definieron a Vera Gedroitz: la pasión por la medicina y su esencia revolucionaria.
¿Quién se podría imaginar que una princesa se obsesionara con la medicina?
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Cuando era pequeña. Vera era una niña revoltosa que se vestía con “ropas de varón” porque le era más cómodo; además, sus hermanos la veían como una líder innata. También la expulsaron de la escuela por hacer travesuras a sus maestras; y años más tarde, mientras estudiaba para ser médica, se unió a los grupos de juventud revolucionaria, lo que resultó en un arresto en 1892.
La princesa Vera Ignatievna Gedroitz, de la realeza lituana, nació el 19 de abril, hace 151 años, en 1870, en la Gobernación de Oriol del Imperio ruso (Ucrania). Fue la tercera de cinco hermanos, en una familia en la que su madre procedía de Alemania y su padre pertenecía a la realeza de Lituania.
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Según el periodista Alberto López, del diario El País, el interés de Vera por ser médica nació tras la muerte de su hermano Sergei, con quien el icónico personaje de la medicina tenía una estrecha relación. A partir de ese momento crucial en su vida, su objetivo era evitar el sufrimiento de otras personas.
Decidida a estudiar, como le era prohibido en Rusia, fingió una relación con uno de sus mejores amigos y se casó con él para viajar a Suiza. Allí se especializó en cirugía y se graduó con notas sobresalientes. Aunque luego debió volver a Rusia por conflictos familiares.
En 1900 volvió a su hogar y comenzó a trabajar en una fábrica de cemento. Pero, como era la única médica en el área, también atendía a los campesinos. Las condiciones en las que vivían las comunidades eran deplorables: no tenían buena higiene o nutrición de calidad, y el ambiente laboral era insalubre. Por lo que su vida laboral resultó ser más complicada de lo que parecía.
Sin embargo, Vera Gedroitz encontraba el tiempo para escribir trabajos sobre cirugía avanzada que le ganaron prestigio en Europa. Sus escritos fueron traducidos al francés y al alemán.
Cansada de la situación en la que vivía, logró certificarse como médica rusa —porque hasta el momento solo tenía título suizo— y esto le permitió ejercer en otras partes del país.
Pero la paz se esfumó en su vida desde que estalló la guerra y ella participó como voluntaria.
Fue durante esta época cuando introdujo las operaciones abdominales (laparotomías) a soldados con heridas punzantes. Intervenían a los soldados apenas eran heridos, con tanto éxito que la práctica se popularizó en toda Rusia.
Vera no solo comenzó a practicar un tipo de medicina nunca antes usado, sino que todos los procesos se hacían en el tren hospital. Este era un vehículo equipado que se instalaba directamente en el campo de batalla, donde ella era la jefa.
En 1909, pasada la guerra, fue nombrada médica principal del Hospital de la Corte, convocada por la emperatriz Alexandra Feodorovna. Allí se encargó de ser pediatra de los niños de la realeza y encabezó los departamentos de Cirugía y Ginecología-Obstetricia. Además, comenzó a impartir clases de medicina básica a la emperatriz Alexandra y a sus hijas Tatiana y Olga, quienes, durante los inicios de la Primera Guerra Mundial, la asistieron con los heridos de guerra como enfermeras.
Pasada la Revolución rusa, continuó su carrera en diversos centros de salud y ejerciendo como profesora, hasta que en una de las purgas estalinistas la removieron de su cargo.
Sin embargo, gracias a los ahorros de su vida, se compró una casa y vivió el resto de sus años con María Nirod, una condesa a quien conoció mientras trabajaba en la Corte y que se convertiría en su pareja.
Con el paso de los años, la Dra. Vera se dedicó a la escritura y publicó trabajos sobre medicina como obras de ficción, hasta su fallecimiento en marzo de 1932, producto de un cáncer uterino, tras una vida dedicada a la medicina y al auxilio de las víctimas de guerra y violencia. (I)