Nacía el sexto día de julio de 2020. Paola Carrillo, joven periodista ecuatoriana ya había preparado su equipaje: mochila, sleeping (bolsa de dormir) y sus pies estaban cubiertos de vaselina y talco, listos para su travesía: el Camino de Santiago. Su brújula apuntaba a la tumba del apóstol Santiago, en la Catedral Santiago de Compostela, en el norte de España.

Partió desde el parque del Retiro de Madrid; al principio caminaba por aceras urbanas y gozaba de la compañía de transeúntes y autos; después, por caminos desolados, polvorientos y soleados —cuya temperatura, en algunos casos, superaba los 40 grados— siempre con dos inseparables acompañantes: su sombra y el silencio.

Las ampollas habían sido su principal preocupación en el primer día de caminata, por fortuna, su amiga francesa —que ya había hecho el Camino de Santiago— le había dado un link de YouTube, donde se explicaba paso a paso cómo curarlas, por eso, en su equipaje tenía una navaja, agujas, hilo, vendas y alcohol. Se puede decir que, para este detalle, Paola si estaba preparada, pero, no para reconocer que su madre había tenido razón, cuando le había dicho que quizás los albergues no estarían habilitados por la pandemia del Covid-19.

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ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Uno de los pocos albergues que estuvo abierto, mientras Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, recorría el Camino de Santiago, en el norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

Tan ilusa ella, que solo leyó ligeramente una noticia y se convenció de que sería fácil. Tenía en mente lo que le habían contados sus amigos que ya habían peregrinado, que todo el camino estaba lleno de albergues. Tan improvisada que ni siquiera sabía cómo funcionaba la aplicación móvil que mostraba las rutas y la ubicación de los albergues.

Pero, no se la puede culpar de todo, al fin y al cabo, Paola viajó a Barcelona para estudiar una maestría en creación literaria y cumplió su meta. La improvisación surgió cuando decidió seguir los pasos del apóstol Santiago y completar la travesía de seiscientos cincuenta kilómetros.

Como dicen en el ejército, “la naturaleza te castiga”, cuando uno o más miembros de una patrulla sufren las consecuencias de sus acciones improvisadas. El primer día, Paola supo que, en la parada de Tres Cantos, a veinte kilómetros de Madrid, el albergue municipal estaba cerrado, que la mayoría de albergues estaban cerrados, que era la peor época para caminar a Santiago, que estaba sola, que no tenía casa —porque entregó la que alquilaba en Madrid— y que regresar, no era una opción.

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Paola nunca había tenido una navaja, tampoco una tienda de campaña, menos un saco de dormir, nunca había acampado al aire libre hasta que una noche, acostada sobre su sleeping, descubrió que la tierra y el cielo podrían verse iguales cuando los abrazaba la oscuridad. No existe el miedo, no existe nada, se decía a sí misma, apretando en su mano el cuchillo de excursionista que había comprado en Barcelona.

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Un mural pintado en el trayecto por donde caminó Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, durante el Camino de Santiago, en el norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

El “Camino de Santiago” es una red de rutas cuyo destino final es la tumba del apóstol Santiago, en la catedral de Compostela, en la ciudad de Santiago, provincia de Galicia, en el norte de España. La tradición dice que el caminante debe iniciar la travesía desde su casa y así simular el recorrido evangelizador del apóstol; sin embargo, en la actualidad existen trayectos que facilitan la caminata dentro y fuera de España. La peregrinación es a pie, en bicicleta o a caballo y la motivación puede ser religiosa, espiritual, turística, incluso, deportiva.

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Un café en el Sweet & Coffe, en Quito

Paola rebasa el umbral de la puerta, sus grandes ojos escudriñan la cafetería y una vez que se acostumbran a la diferencia de la luz del interior, sus largas piernas vestidas por unos jeans, caminan hacia la mesa del rincón oriental. El color verde caña que abriga su cuerpo, destaca en el ambiente cálido, iluminado con luces que arrojan unos 3000 grados kelvin.

Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, durante una conversación sobre el Camino de Santiago. Ella Caminó 650 kilómetros, en 21 días, desde Madrid hasta Santiago de Compostela, en la provincia de Galicia, en el norte de España. EL UNIVERSO. Foto: Alfredo Cárdenas.

Me pregunto: ¿cómo una periodista joven, en un país extranjero, decidió hacer semejante travesía?

—Porque no pensé, porque no sabía a lo que me enfrentaba. Creo que es un poco de intuición y de cómo seguir ese instinto, de cómo buscar esa aventura y, quizás, no es tan difícil cuando la vida te empuja. Por eso, mi aventura del Camino de Santiago, no empezó el día que me fui, sino antes.

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¿Qué la empujó?

—Entre otras cosas, la pandemia del Covid-19. Entre febrero, que empezó, y julio, que hice la caminata, hubo dentro de mí un cambio enorme, era como una energía que se estaba acumulando, acumulando, acumulando, hasta que estuvo a punto de explotar, entonces, la caminata fue un escape de todo lo que me estaba pasando.

¿La pandemia fue dura, difícil, pero —al final— fue el impulso para su peregrinación?

—Sí, totalmente. Mi verdadera motivación era salir, porque ya no podía estar encerrada, me quería morir. Vivía en un lugar súper estrecho de tres por tres metros, solo entraba una cama de media plaza y una cajonera. La pandemia me enseñó que tener ventanas, terraza, aire puro, vivir en una casa con jardín es un privilegio.

Paola vivía en una casa con jardín, tenía 26 años cuando se marchó de Ecuador en octubre del 2019, justo cuando empezaba el paro nacional que, entre otras cosas, dejó varios muertos y el edificio de la contraloría quemado.

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Uno de los múltiples paisajes en la provincia de Castilla y León, por donde caminó Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, durante su travesía del Camino de Santiago, en el norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

¿Cuántos kilómetros caminó y cuánto tiempo se demoró?

—Caminé unos 650 kilómetros en 21 días, desde Madrid hasta Santiago de Compostela.

Las improvisaciones se pagan, ¿cómo fueron las primeras ampollas?

—Primero pagaron mis mulsos —dice riendo.

¿Cómo pasó?

—Siempre me decían que hay que cuidar los pies, la espalda, y yo, ¿no sé en qué estaba pensando?, pero, el primer día me fui a caminar con falda, no con minifalda, no —aclara entre risas.

¿Por qué decidió caminar con falda?

—Porque esa falda era súper cómoda, me encantaba, pensé que me iba a ayudar".

Pero, ¿cuál fue la culpa de la falda?

—Yo no cachaba que los muslos se chocan entre sí, y cuando uno camina mucho, por el sudor se escaldan. Qué horrible. Terminé el primer día tan escaldada que quería caminar con las piernas abiertas. Y encima más, llevaba la cámara profesional, la computadora... ¿Se imagina? Qué pesado. O sea, mi espalda estaba hecha mierda.

¿Cuánto avanzó el primer día?

—Veinte kilómetros y me demoré todo el día. Ya no jalaba la espalda, ya no jalaban los muslos. Los pies todavía iban frescos, se resintieron después. Por un momento dije, así no voy a llegar a ningún lado.

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Pasaporte de peregrina de Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, documento que se otorga a quienes terminan el Camino de Santiago. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

¿Cómo logró reponerse?

—El camino es lindo, hay un espíritu súper bonito, es como una motivación común. El camino de Santiago es un objetivo más profundo, es el conocerse uno mismo o conectarse con Dios, con algo superior.

¿Cómo fue el segundo día?

El segundo día caí en cuenta que debía considerar la parte física, que, además, estaba sufriendo, porque, para mí; la pandemia fue sinónimo de irritación y se manifestó bastante en el colon. Ya tenía problemas de salud desde antes de iniciar la caminata: por mucha cerveza, mucho vino, mucho queso, mucha grasa, mucho pan. Eso me asesinó. Tenía una inflamación tan tenaz, que estuve a punto de mandarme ansiolíticos. La doctora me dijo, ¿haces ejercicio?, en ese tiempo iba full en bici, porque Barcelona es una ciudad hermosa para eso. Le dije, sí, si hago ejercicio. Porque si no haces, te mando ansiolíticos. Yo no podía asimilar en mi cabeza tomando ansiolíticos. Cuando empecé la caminata, sentí que fue mucha sanación corporal. Ese mismo día mandé mi cámara y mi computadora por correo.

¿Por qué llevó computadora, era útil?

—Llevé porque pensaba que iba a terminar mi tesis en el camino, o sea, estaba totalmente desubicada.

¿Cunado el camino se alejaba de los centros poblados y se volvía solitario, sintió miedo?

—Si.

¿A qué le temía?

—Miedo a ser violada, a ser robada, pero al mismo tiempo, el camino me invitaba a confiar. Porque, iba caminando solita en la oscuridad y decía: Chuta, sí alguien que esté por aquí me ataca nadie me va a ayudar, pero luego decía, ¿quién va a estar aquí escondido esperándome? No tenía sentido, era solo mi mente. Y luego solo tenía que confiar.

¿Confiar? ¿En qué o en quién?

—En la gente, en mí misma. El segundo día un señor me dijo: mejor ándate de aquí, coge un tren hasta el pueblo de más arriba, hace demasiado calor, te vas a chamuscar. Lo estaba pensando cuando me encontré con otro señor que me preguntó: ¿estás haciendo el Camino de Santiago?, le respondí que sí. Me contó que tuvo una experiencia hermosa cuando él caminó a Santiago, y me dijo dale. Le conté que alguien me dijo que vaya en tren y él me dijo: solo levántate temprano y camina hasta el mediodía, antes de que haya demasiado sol. “Créeme que mientras más kilómetros camines, mejor va a ser tu experiencia, mejor te vas a sentir cuando llegues”. Me dio tanta fuerza, que seguí adelante.

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Uno de los múltiples paisajes en la provincia de Castilla y León, por donde caminó Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, durante su travesía del Camino de Santiago, en el norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

¿Cómo es el camino, es visible, es fácil de seguir?

—Literalmente, por los caminos de Don en Quijote, dice. El Camino de Santiago, ahorita, es tan turístico que la mayoría de los más tradicionales están marcadas: el camino de invierno, el camino de la costa y el camino de Castilla, que es el que yo hice, desde Madrid.

¿Tenía horarios o planes para caminar?

—Si. Dormía vestida. Me levantaba a las cinco de la mañana, meditaba un rato, me ponía zapatos, cogía mi mochila y caminaba hasta el mediodía. Veía los amaneceres hermosos y como a mediodía, llegaba al pueblo que me había fijado. Ahí descansaba, me bañaba, lavaba mi ropa, me peinaba porque tenía el pelo larguísimo hasta las nalgas. Esa era mi rutina. Me gustaba porque no dependía de nadie, yo decidía todo.

¿En qué momento vivió la parte más difícil, como para abandonar la misión?

—El primer día con mis muslos escaldados, por un momento pensé dejarlo, pero lo superé. Después, cada día, cada hora, cada instante, cada paisaje eran diferentes. Tenía momentos muy felices, de mucha gratitud con Dios, de dar gracias por la vida. Pero, había otros momentos de mucha frustración, de mucho cansancio, de mucha ira.

La luz del sol de las 08:30 de la mañana, en Quito, se riega por las ventanas. Pala esta relajada, tomando un capuchino y comiendo una huma, mientras cuenta detalles de su travesía: tenía que sortear obstáculos, cuidar mis pies con masajes, vaselina y talco, lo hacía todas las noches como un ritual, porque sabía que, de ellos, de mis pies, dependía el éxito del Camino de Santiago…

En esas circunstancias se inventó una estrategia de juegos para combatir la soledad y para evitar la trampa de la mente. Un día dijo voy a nombrar palabras con a, entonces, nombraba: abeja, araña, árbol… al día siguiente, palabras con b: beso, barco, botella…

Pero, la soledad —sin duda— produce algunos efectos en las personas que la viven. Por ejemplo:

Tom Hakns, cuando protagonizó la película dramática y de aventura, Náufrago, que se estrenó en el año 2000, se enfrentó a la soledad y supervivencia —por algún tiempo en una isla desierta en el Océano Pacífico—ahí, él habló con una pelota de voleibol y, además, le puso nombre, la llamó Wilson.

Paola, con evidentes diferencias, claro, también se enfrentó a la soledad y a la supervivencia en varias jornadas y, cierto día, empezó a hablar con su sombra:

—Mi sombra y yo, somos inseparables —empezó—, al mediodía, ella se ubica frente a mí y me acompaña durante las horas de más calor.

—Sombrita, ¿cómo rayos se nos ocurrió venir? —le dijo.

—Si hubiéramos sabido que cansaba tanto.

—Si hubiéramos sabido que íbamos a llorar.

—Si hubiéramos sabido…

—Estuviéramos en casa y no atravesaríamos juntas las montañas de la Sierra Guadarrama, los ríos de los campos, las praderas y los desiertos infernales de Castilla y León…

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). La sombra de Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, convertida en su fiel acompañante, durante la travesía del Camino de Santiago, en el norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

Hubo algo que la ayudó mucho a recuperar fuerzas, la capacidad para dormir. Podía dormir hasta encima de una piedra, eso le permitió recuperar energía cada noche. Había comprado el sleeping más barato, por lo mismo, era grande y pesado —responsable, en buena parte, del dolor de espalda— pero la acompañó durante todo el viaje. Los primeros quince días fueron más irregulares: durmió en el patio de la casa de una artista, en un bosque, en hostales, en albergues, en un camping, en un coachsurfing, en fin.

¿Cómo se alimentaba?

—En general, como poco. Me iba a los supermercados, compraba frutas, un atún, sardinas, unas tortillitas de arroz o de quinoa, cosas fáciles de preparar, esa era mi rutina y mi dieta. Tenía que comer de ley porque pesaba demasiado, después de comer la maleta se aligeraba.

¿Cómo evolucionó su estado físico?

—El tema muscular había mejorado, ya estaba adaptada. Terminé caminando 45 km en la mitad del tiempo de los 20 del primer día.

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, en la ciudad de Santago de Compostela, capital de Galcia, norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

¿Cómo fue el momento en que llegó a Santiago?

—Fue como un éxtasis. Como un alivio. Como encontrar la paz. Fue una sensación de alegría y, a la vez, de vacío. Solo quería llegar. Solo quería llegar. Mientras más me acercaba, más quería llegar, porque estaba bien cansada.

Ese día vi que faltaban 45 km, ya no quería hacer ninguna parada. Quería llegar viva o muerta.

Cuando ya estaba llegando me dolía tanto el cuerpo. Me dolía todo, todo, todo. Me pesaba la mochila, me pesaba todo.

Me habían dicho que cuando llegara, me daría tristeza, pero no sentía nada más que un cansancio profundo. Entré a la ciudad y, cerca de un albergue, una señora estuvo a punto de decirme que me ponga mascarilla, pero antes de que lo haga, me la puse de prisa. Es obligatorio, me dijo, pero, después de andar 45 kilómetros, no me quedaban fuerzas ni para responderle.

Ese día reservé un hostal en un convento, era hermosísimo, grande, antiguo, había un corredor, con ventanas gigantes. En cada celda había un balconcito y me puse a meditar al frente del balconcito donde entraba un rayo de luz. Qué bestia. Medité 45 minutos, fue una experiencia tan loca, los pensamientos en mi cabeza pasaban como los flashbacks de las películas: personas, imágenes, lugares, palabras, yo solo respiraba y veía y veía y veía como un rebobinaje de todo lo que había pasado en esos 21 días. Abandoné las zapatillas deportivas grises en un basurero de la calle. Luego, fue como darme permiso para descansar.

¿Qué pasó con la Paola que se fue de Ecuador en 2019?, ¿cómo regresó?

—Chuta, se murió. Se murió esa Paola. Después del Camino de Santiago es otra persona, en el sentido de entender las lecciones de humildad, primero; porque creo que cuando la mente está limitada a un espacio, a una rutina y a un confort, se puede acomodar fácilmente y agarrar muchos complejos, por ejemplo, antes de viajar a la maestría había ganado algunos reconocimientos, era editora de fin de semana y sentía que estaba en una grada más alta que los demás, entonces, fue como ampliar la mirada, la conciencia y entendí que lo que has hecho es importante, pero para ti, porque eres como los miles de personas que están caminando por ahí. Lo principal que aprendí fue la humildad.

ESPAÑA, Santiago de Compostela (Julio/2020). Texto de puño y letra de Paola Carrillo, periodista ecuatoriana, una vez que superó la preuba del Camino de Santiago, en la ciudad de Santago de Compostela, capital de Galcia, en el norte de España. Cortesía: Foto: Paola Carrillo

Después de llegar a Santiago y de asimilar la magnitud de la caminata, ¿qué pasó?

—Después de haber estado tanto tiempo sola, era como que necesitaba mucho afecto, me daba ganas de abrazar, de que me abracen, de ser sostenida por otros. Otra cosa que se me despertó fue las ganas de comer, comía tanto que parecía un barril sin fondo.

Una de las cosas que más disfruté de caminar, fue que podía hacer pipí y popó en donde yo quisiera. Solo bastaba con buscar un sitio un poco alejado del sendero, con yerbas alrededor y unos cuantos árboles. La libertad me trajo aquí, a caminar.