El domingo 10 de agosto se conmemorarán 216 años del denominado Primer Grito de Independencia, suceso histórico también conocido como Revolución de Quito.

Todo arrancó el 1 de agosto de 1808, según se cuenta en la obra Resumen de la historia del Ecuador, del abogado Pedro Fermín Cevallos, cuando Manuel Urriés, conde Ruiz de Castilla, entró como presidente de Quito.

Esto permitió que revolucionarios compartieran su pensamiento a través de piezas dramáticas con la sociedad sin que se despierte la sospecha de las autoridades.

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El 25 de diciembre, en el obraje de Los Chillos, propiedad de Juan Pío Montúfar, marqués de Selva Alegre; hubo una primera reunión en donde se acordó establecer una junta suprema.

Sin embargo, el 9 de marzo de 1809 tras ser denunciados se detuvo a Montúfar, Juan de Dios Morales, Juan Salinas, Manuel Quiroga, José Riofrío y Nicolás Peña, pero luego fueron liberados.

Finalmente el 9 de agosto de ese año hubo una reunión en la casa de Manuela Cañizares, donde participaron intelectuales, criollos y marqueses. Tras conseguir el apoyo de soldados de la plaza mayor, se aprehendieron a varias autoridades.

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Para el amanecer del 10 de agosto, Antonio Ante se presentó en el palacio y dio un oficio hacia el conde, que se negó aunque después lo despertaron para que escuchara y fuera apresado.

A las seis de la madrugada se vio que en la plaza mayor se formaba una gran reunión de hombres, frente al Palacio de Gobierno y oyó muy luego una prolongada descarga de Artillería, repiques de campana y alegre bullicio de los vivas y músicas marciales”, cuenta Cevallos.

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Juan Pío Montúfar, II marqués de Selva Alegre; Juan de Dios Morales, Juan Rodríguez de Quiroga y Juan Larrea se convirtieron en los principales dignatarios de la Junta Suprema de Quito que se instaló el 11 de agosto. Cinco días después se proclamó solemnemente todo lo actuado en la Sala Capitular del convento de San Agustín.

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Uno de los puntos clave del Acta del 10 de agosto de 1809 indica lo siguiente:

Declaramos que los antedichos individuos unidos con los representantes de los Cabildos de las provincias sujetas actualmente a esta gobernación y las que se unieren voluntariamente a ella en lo sucesivo, como son Guayaquil, Popayán, Pasto, Barbacoas y Panamá, que ahora dependen de los Virreinatos de Lima, y Santa Fe, las cuales se procura atraer compondrán una Junta Suprema que gobierne interinamente a nombre, y como representante de nuestro legítimo soberano, el señor Don Fernando Séptimo, y mientras su Majestad recupere la Península, o viene a imperar’’. Fragmento del Acta del 10 de agosto de 1809

Acta del 10 de agosto de 1809

Matanza de los patriotas

La realeza reaccionó inmediatamente ante lo sucedido. Antonio Amar, virrey de Santa Fe, dispuso marchar contra Quito a 300 fusileros. Algo parecido ordenó el virrey de Lima, José Abascal. Y los gobernadores militares de Guayaquil, Cuenca y Popayán prepararon sus ejércitos para marchar hasta la ciudad que gestó el movimiento.

Esta arremetida quiteña no demoró ante la deslealtad y temor de algunos juntistas y dirigentes. El movimiento fracasó y Juan Pío Montúfar restituyó en la Presidencia de Quito a Juan José Guerrero, quien entregó el cargo al conde Ruiz de Castilla.

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La venganza se vio el 2 de agosto de 1810, cuando cayeron asesinados en manos de la soldadesca realista que guarnecía la ciudad Juan Salinas, Juan de Dios Morales, Manuel Rodríguez de Quiroga, Antonio y Juan Pablo Arenas, José Riofrío y otros decididos protagonistas de la proclama agostina forjada un año antes.

Parte de la masacre ocurrió en el cuartel central, ocupado por los soldados del batallón Real de Lima, que llegó de Perú a Quito para reforzar la plaza y desbaratar totalmente la organización ejecutada por los gestores del movimiento. En las calles también se vivieron momentos de angustia porque la tropa no respetó a nadie para saciar su venganza. (I)