Cuando una obra lleva por nombre Sangre, sudor y lágrimas, se espera que esté llena de sentimiento, ya que es un título que suele otorgarse al trabajo de toda una vida o al logro de una misma.
El más reciente álbum de la agrupación quiteña Tonicamo (@somostonicamo) no es la excepción a la regla. Su cuarto trabajo de estudio de larga duración coincide con los diez años de su debut; es decir, la famosa expresión cumple con su premisa.
Publicado en plataformas digitales hace poco más de diez días, cuenta con nueve canciones y una duración aproximada de veintisiete minutos.
Liderados por Pablo Dávila, los capitalinos fueron fieles a su estilo basado en el rock alternativo, que no teme a expresar sus emociones o a volverse empalagoso, algo que siempre será loable, puesto que lo emotivo ayuda a generar conexión con su público; sin embargo, dentro de esta década de actividad, Tonicamo ha hallado distintas maneras de hacerlo.
Desde lo que llamaron pop gay, cuestionando con ironía los estándares de la sociedad y la industria musical, hasta estas nuevas canciones que por momentos se vuelven desgarradoras, sin perder la esencia de otros géneros, como el shoegaze, pospunk, pop rock o el dream pop.
La acertada producción estuvo a cargo de Pablo Dávila, quien también participó en los procesos de mezcla y masterización, que corrieron por cuenta de Santiago Salazar, con una honorable mención a Juan Pablo Rivas.
En un momento en el que, más que nunca, el arte necesita honestidad, Sangre, sudor y lágrimas cuenta con eso y más. Crudeza y solidez podrían definir en palabras sencillas lo que este disco logra proyectar.
Que la música siga sonando, aunque a veces la intenten silenciar. Que quien sea tome este mensaje y lo difunda bajo cualquier contexto. (O)