Debemos agradecer a los lectores por las respuestas que hemos tenido desde nuestro pedido la semana pasada en esta columna, que nos sugieran a elgourman@gmail.com sus huecas favoritas. Tenemos una docena, que no conocíamos, en la lista.

Con respecto a las huecas y la cocina ecuatoriana, algo que me gustaría lograr, es que nuestros coterráneos dejen de maridar nuestra gastronomía con jugos. Pocas cosas, quizá las colas, destruyen más la experiencia de un buen plato que un jugo azucarado. Por favor, el jugo, para el desayuno.

Japi Fish. Por ahí comenzamos esta semana, una hueca que tiene varios locales, visitando el que está en el edificio Samborondón Plaza, de frente a la Vía perimetral.

Éramos un grupo de tres personas. La decoración y el ambiente del local, algo desaliñado, no concordaba con el entorno. Un sentimiento común en la mesa fue la total ausencia de interés de la mesera por nuestra orden, requerimientos, o incluso nuestra existencia.

Un error más común de lo que quisiéramos ver en los encocados de la ciudad, aquí lo comprobamos: El de pescado, o no tenía presencia de coco, o era imperceptible. Y si la hubo, su sabor fue escondido por el refrito y el ajo. El plato se llama encocado. El coco debería ser el ingrediente que sobresale. La cazuela no nos llenó. No logró la amalgama perfecta entre el maní y el plátano para producir una sola masa homogénea.

Todos Vuelven. Este es un paradero pasando el km. 40 de la vía a Salinas. Comenzó muy pequeño, ampliándose rápidamente. Desde hace algún tiempo había llamado mi atención su concurrencia. No importa la hora ni el día, siempre hay muchos carros y comensales. Así que esta vez, que fue recomendado por un lector, paramos.

Tres personas compartimos menestrón, un seco de chancho, fritada, empanada de viento y humita, con una botella de agua, por un total de $14. Y bastante satisfactorio. Inmediatamente entendí el por qué de su éxito.

En realidad, el plato estrella fue el seco. Su jugo, como Dios manda, espeso, especiado, con fondo. El cerdo perfecto. Por $4, imbatible. Luego la empanada de viento. Como le encantaban a mi madre, generosas en queso, de masa muy delicada. La fritada aceptable, y la humita, tiesa. No la recomiendo.

Muy pocas veces he comido en un paradero en nuestro país. En la mayoría de los viajes no es necesario, las rutas de Ecuador son de distancias cortas y el turismo, escaso. La clientela de los paraderos es entonces, por lo general, personas que usan la ruta frecuentemente.

Este paradero tiene ganas de progresar. Está cambiando las mesas de plástico a madera, así como las sillas, y se ve preocupación por atender al viajero. Es necesario mejorar el emplate. Pocos cambios lo pueden llevar a otro nivel. Todos Vuelven, en relación precio calidad, excelente. (O)