Hace once años hice probar el Vino de Dos hemisferios a un amigo europeo, experto en la materia, cuya actividad empresarial era justamente esa. Inicialmente, fue escéptico de que en Ecuador se pudiera hacer un buen vino, pareciéndole casi una paradoja. Para su sorpresa, fue placentera la experiencia. Mucha agua ha corrido bajo el puente desde aquel entonces y hoy, Guillermo Wright, promotor del proyecto, podría darse el gusto de decir que ha hecho lo que parecía imposible, hacer buen vino en el trópico, en la mitad del mundo.

Su compromiso lo llevó a crear City Winery, en Batán Town Center, en la vía Samborondón, local que acaba de cambiar su menú. Aconsejamos que cuando vaya, pida los platos con el maridaje recomendado, pues de eso se trata la experiencia, que con la nueva carta ha elevado su nivel gastronómico.

Una leyenda quiteña cuenta que La Doncella Nina, de Pumapungo, se enamoró de un clérigo, cuyo amor fue correspondido, costándole a este la vida tal atrevimiento. Luego, ella, murió de amor. Esta leyenda es la que inspira el vino rosado que maridó nuestro primer plato, un ensamble complejo de siete cepas en un vino llamado Mito, con notas florales, aroma dulce, pálido, casi naranja, de tres meses en barrica. Este, así como todos los vinos de Dos hemisferios, tienen muy buena acidez. El plato se llamaba “De Ley Repites”. Humus de garbanzo, espinaca y aguacate, con semillas de sambo, limón y aceite de oliva, como entrada.

Con el segundo plato, llamado “El Calentado”, un Travesía Sauvignon Blanc joven, cítrico. El plato, con muy buena técnica. Arancini de lenteja con queso mozzarella por dentro, sobre una base de menestra de frejol rojo, y carne en palito condimentada a la guayaca. Una elegante y bien concebida variación de la carne asada con arroz y menestra.

El tercer curso, maridado con Bruma de seis meses en barrica, ensamble de merlot y cabernet Sauvignon. Con notas de futa roja, bien balanceado, nos impresionó. Este vino, Bruma, desde la primera vez que lo probamos, ha mejorado exponencialmente. Gran trabajo. Hoy es redondo, sin aristas, muy palatable, que disfrutamos con un “Ecuatoriano que se respeta”, que no era sino una pasta, pacheri con salsa bolognesa a la guayaca, condimentada, con su toque de zanahoria en su hechura, con salsa bechamel ligera, y un papel crocante de arroz. Este si es una correcta forma de presentar esa aberración, hoy común, de comer pasta con arroz. Así se hace.

El Postre, “Migas de felicidad”. Una Focaccia con aceite de oliva, miel de romero. -con romero todo queda bien-. Y helado de banano con caramelo, acompañado de otro vino marca Mito, esta vez blanco, Fumé, con siete meses en barrica de roble. Untuoso, goloso, una mantequilla. Para limpiar la boca, un helado de vino tinto. El lector debe probarlo.

City Winery, un sitio recomendado, cuyo mentor merece el reconocimiento de la gastronomía ecuatoriana por su visión y su misión. (O)

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