“El día en que me faltes, me arrancaré la vida”, dice El alma en los labios. Lo cantó Julio Jaramillo, pero es una obra del poeta Medardo Ángel Silva.

El escritor es figura clave del modernismo, pero, ¿qué pasó con su legado? Cinco personajes vinculados a las letras dan sus impresiones sobre el poeta cuya gran obra –algunas veces– fue opacada por su suicidio.

La gestora cultural Elsa Cortes considera que se estereotipó al poeta, aunque también cree que Silva se estereotipaba a sí mismo con la obra Cómo ser un poeta modernista, en el que da pautas para adoptar ese estilo.

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Elsa Cortes (Archivo)

“A pesar de que suicidarse no está dentro de ellas (las pautas), queda claro que Medardo... proyectaba un personaje; por lógicas razones, el hecho de que se haya suicidado como que completa el imaginario acerca de él”, sostiene Cortes, quien realizó el corto La ciudad mística, basado en crónicas de Silva.

“En gran parte, se privilegia lo extratextual sobre lo literario”, estima el escritor Luis Carlos Mussó sobre la muerte del poeta. “El morbo... lleva a poner el dedo en el final trágico”.

Luis Carlos Mussó (Archivo)

Ernesto Carrión cree que se convirtió en “una triste crónica roja que... en un país como el nuestro, sediento de notas así, capturó la atención de generaciones”. “Debería prestarse más atención a su obra” que a su muerte, indica el escritor.

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Ernesto Carrión (Archivo)

Augusto Rodríguez admira la obra de Silva, aunque considera que poetas que surgieron años después –como Efraín Jara o Fernando Artieda– no fueron tomados muy en cuenta. “Se habla mucho de la poesía de Medardo, pero tengo la impresión de que no se habla de la poesía que vino después”, indica.

Augusto Rodríguez (Archivo)

Mussó cree que esta situación se debe en gran parte a la memoria colectiva. “El país ha visto nacer hornadas de excelentes poetas, pero si usted consulta al transeúnte, él recordará solamente a los modernistas –y no a muchos, solo un par–”.

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Carrión culpa al regionalismo. “El trabajo de muchos poetas periféricos, de ciudades de cualquier otro lugar que no fuere Quito, han padecido esto, y no por la figura de Silva. Sino por un regionalismo absurdo”.

Difieren sobre la influencia de Silva. Mussó cree que el poeta “le ha mostrado una dirección en cuanto se refiere a la mirada”; Carrión, en cambio, destaca la expresión dramática en sus poemas, su ‘yo’ descolocado pero cantando, la búsqueda de una arquitectura perfecta, “aunque en mi caso yo hago de un poema una caja híbrida de sonidos de polvo”.

Rodríguez considera que por la época y estilo, Silva no podría influenciar a nuevos escritores. Pero el poeta Ángel Emilio Hidalgo cree que –pese a que Silva no ha influido en su obra de manera directa– los escritores del siglo XX, de alguna forma, heredaron la “libertad expresiva y capacidad de experimentación con el lenguaje”, características del modernismo.

Coinciden en preguntarse qué habría pasado si Silva hubiera vivido más; imaginan a un poeta maduro que pudo dar mucho más e incursionar en otros campos. Sobre el legado, Mussó e Hidalgo destacan el desarrollo de sus escritos, con el cultivo de la crónica, “sumergiéndose en los ambientes bohemios y marginales de la ciudad”, indica el último.

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Cortes, Rodríguez y Carrión hablan de la musicalización de la poesía de Silva. La gestora dice que el pasillo permite que el poeta “viva dentro de nuestra memoria de forma muy real”.

“Son poemas que van a seguir y que se han transformado en canciones, que nos llenan y que son parte de la historia cultural del país”, dice Rodríguez.

Carrión cree que el arte siempre halla cómo sobrevivir, “como en el caso de El alma en los labios, en forma de un pasillo, llegando de este modo a muchas más personas”.

Se va con algo mío y Amanecer cordial son otros poemas de Silva convertidos en pasillo.

Las reconocidas escritoras María Fernanda Ampuero y Mónica Ojeda no comentaron sobre Silva. La primera dijo que no era 'gran conocedora’ de su obra; la segunda no respondió un pedido de entrevista. (I)