La I Guerra Mundial (1914-1918) fue peor que cualquier otra guerra que el mundo había conocido hasta ese momento, tanto es así que las guerras napoleónicas se empequeñecieron ante ella. Esta guerra trajo la muerte de formas brutales, soldados segados por las ametralladoras (nueva arma), destrozados por granadas explosivas, asfixiados por los gases venenosos, civiles muertos en barcos torpedeados o ahogados en el fango de las trincheras.

Todo ese horror tenía que ser descrito. Gracias a la literatura se permitió recrear desde distintos ángulos, todo el espanto del conflicto y también describe el inicial entusiasmo de una generación de jóvenes que partían al frente del combate creyendo que iban a participar de un desfile.

Primero fue la poesía, vehículo de expresión de algunos combatientes que vieron las duras condiciones de los combatientes en las trincheras, uno de ellos el británico Charles Forley escribiría: “Cuando se ve millones de muertos sin boca, atravesando tus sueños en pálidos batallones, no digas cosas dulces como otros hombres han dicho...”.

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Entre 1914 y 1918 se desató la I Guerra Mundial. Foto: Internet

Los versos de Forley marcan un antes y un después en la propia literatura, pues desde ese momento las letras de versos y canciones y posteriormente de las novelas se iba a alejar de los moldes tradiciones, y el arte no solo en la literatura reflejaría el desencanto, la amargura , el cansancio y la desilusión de millones de hombres frente a un conflicto internacional que los sobrepasaba.

Muchos de estos poetas soldados no sobrevivirían a los combates como es el caso del inglés Wilfred Owen (1893-1918) que compuso decenas de poemas y uno de esos que tiene una carga contundente es Himno para una juventud sentenciada, un poema completamente desalentador: “¿Qué campanas pueden doblar para quienes mueren como ganado.?/ Solo la monstruosa ira del cañón./Solo el tartamudeante ruido rápido de los rifles pueden musitar sus aprendidas oraciones...”.

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De este estilo serían los versos compuestos por Guillaume Apollinaire (1880-1918) o Ruper Brooke (1887-1915). todos sumidos en la amargura de saber que no hay esperanza y que lo único seguro es la muerte.

La novela también sería el instrumento para describir las peripecias que sortearon los soldados para poder sobrevivir. Una de las más populares fue Sin novedad en el frente de Erich Marie Remarque, un excombatiente, narra la historia de un grupo de jóvenes escolares alemanes que con marcado idealismo patriótico marchan a enlistarse para luego descubrir que la guerra no es juego sino una experiencia brutal y que devora todo a su paso.

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Portada del libro 'Sin novedad en el frente'. Foto: Internet

La pérdida de la inocencia de estos soldados niños y la exaltación de la camaradería son parte fundamental de esta obra magnífica, pero sobre todo su mensaje antibélico que muestra a la guerra como producto de los intereses de los poderosos, hace que su mensaje siga teniendo tanta vigencia. Por ese mensaje pacifista cuando los nazis llegan al poder, la obra de Remarque fue censurada y quemada públicamente en 1933.

Adiós a las armas, de Ernest Hemingway, es una novela ambientada en el frente italiano y tiene como marco una historia de amor entre un conductor de ambulancias y una enfermera. El autor utiliza muchos elementos autobiográficos en la obra, pues Hemingway fue enfermero en ese frente y resultó herido durante el traslado de otros heridos. Obra bastante realista y que se ha convertido en un clásico sobre la guerra.

Portada del libro 'Adiós a las armas'. Foto: Internet

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Las experiencias guerreras personales han servido de marco para que muchos excombatientes las plasmen en el papel, desde bandos contrarios dos autores lo hacen y cumplen su cometido haciendo unos relatos estremecedores, uno de ellos es el alemán Ernest Junger, con su monumental obra Tempestades de acero.

Portada del libro 'Tempestades de acero'. Foto: Internet

El eje de la obra de Junger son sus recuerdos desde que su unidad partió al frente , describe con mucho detalle la vida cuartelera, los terribles combates en las trincheras, y como el fin de la guerra dejó frustración entre los combatientes. Hay un elemento interesante en esta obra, y es que Junger considera a la guerra como una especie de niveladora generacional, donde lo débil cae en combate, a pesar de ser un pacifista y que consideraba a la guerra un fenómeno terrible, su obra fue exaltada por el nazismo aunque el autor siempre mantuvo distancia con el abominable régimen de Hitler.

De esa misma estructura es la obra autobiográfica del británico Rober Graves titulada Adiós a todo eso. Graves, teniente de los Fusileros Reales de Gales, usa un estilo más intimista y reflexivo sobre su vida en las sucias y sórdidas trincheras del Frente Occidental. (I)