Una noticia que llamó la atención en 1962 fue la decisión de Barcelona, presidido por Emilio Baquerizo Valenzuela, de incorporar brasileños para su plantilla. Con el DT Arnaldo Da Silva llegaron los jugadores Darcy Francisco de Paula, Jair Simplicio de Souza, Edson dos Santos e Iris de Jesús Lopes Guimaraes. Fueron escogidos futbolistas de Brasil porque estaban de moda; ese país era bicampeón del mundo, al coronarse en Suecia 1958 y Chile 1962. A fines de este último año en los principales programas deportivos en Guayaquil se anunciaba que el miércoles 16 de enero de 1963 se presentaría el equipo carioca de Botafogo. Este poderoso cuadro tenía en sus filas al arquero Manga, a Nilton Santos, a Zagallo, Amarildo y al gran Garrincha. Todos ellos –excepto el portero– habían sido campeones mundiales y Garrincha declarado el mejor jugador de la Copa del Mundo de 1962.

La noticia de la visita de Botafogo con sus principales figuras alegró el ambiente futbolero del Puerto Principal. Debo confesarles que siempre intentaba estar al tanto de los eventos futbolísticos utilizando una radio multibanda marca Phillips, que adornaba la sala familiar de nuestra casa. Por ejemplo, para saber del Mundial 1962 sintonizaba por la onda corta, en la banda de 40 metros, radio Cooperativa de Chile, con el gran resumen de la fecha mundialista, a partir de las 19:00 de Ecuador.

Recuerdo que mi pensamiento concebía imágenes creadas por las descripciones de los comentaristas radiales hacían sobre la gran demostración de fútbol que ofrecía el brasileño que usaba el número 7: Garrincha. Mi ilusión de poder asistir a ver a Botafogo en el estadio Modelo se hizo realidad cuando mi padre conoció que había terminado satisfactoriamente el ciclo en mi primaria lasallana. Botafogo arribó el día anterior al partido. Su rival sería Barcelona, que había perdido tres días antes el duelo final del campeonato nacional contra Everest y el equipo de la montaña se coronó campeón de la temporada 1962, en un juega extra cumplido el domingo 13 de enero. Hasta que llegó el tan esperado miércoles 16 de enero de 1963. Una noche tropical guayaquileña permitió que el público llegara al escenario de la avenida de las Américas con anticipación, tanto así que faltando una hora para el inicio del partido el Modelo lucía con 40.000 espectadores ansiosos de presenciar una soberbia exhibición. Barcelona se reforzó con los jugadores de Emelec Carlos Pineda, José Balseca, Jorge Bolaños, Enrique Raymondi y Clemente de la Torre. El Botafogo fue el primero en saltar a la cancha. De inmediato lo siguió el equipo torero, que alineó con Pablo Ansaldo; Alfonso Quijano, Vicente Lecaro, Jair y Luciano Macías. En la mitad Mario Zambrano y Ruperto Reeves Patterson; adelante Balseca, Bolaños, Iris y Clímaco Cañarte, en 4-2-4, que utilizaba el DT Da Silva.

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Botafogo con Manga; Joel, Jadir, Nilton Santos, Rildo; Ayrton y Edson; en el ataque Garrincha, Quarentinha, Amarildo y Zagallo. El árbitro central fue el peruano Arturo Yamasaki, considerado por esos años el mejor de Sudamérica. En los primeros 15 minutos la afición observó en su real dimensión la contundencia y el arte que lucía la ofensiva del Botafogo. A los 9 minutos llegó el primer gol hecho por Quarentinha; a los 13 Amarildo, tras un centro de Garrincha; y a los 15 Garrincha, de tiro libre, por bajo directo a un ángulo. El resultado parcial fue 3-0. En apenas cuarto de hora el Botafogo goleaba, pero el show continuó bajo la dirección del fantasista Garrincha. A los 49 otra vez gol de tiro libre del puntero derecho, y a los 53 Amarildo volvió a marcar luego de una jugada inolvidable de Garrincha, que burló a varios hombres y habilitó al goleador. Pese al 5-0 en lo que restaba del partido el público siguió deleitándose gracias a la impensada e infinita capacidad que tiene el fútbol de generar endorfinas, cuando sus intérpretes son capaces de elevarlo al podio de la excelsitud. Esa noche los cariocas del Botafogo lo consiguieron. Por todo aquello, quienes tuvimos la suerte de verlo regularemos ese proceso de recordación para que permanezca por siempre en nuestra memoria.

El equipo de Río de Janeiro nos confirmó esa noche que el fútbol necesita de la concurrencia del talento individual, amalgamado colectivamente, para que sea un juego, pero también un arte. Apenas sonó el silbato del árbitro los jugadores de la casaca negra con rayas blancas desaparecieron por el túnel sur del estadio, mientras los presentes no debimos esperar mucho para reconocer que la demostración ofrecida por el Botafogo, y en especial por Manuel dos Santos, Garrincha, era para los aficionados guayaquileños que tuvimos la ventura de presenciar la demostración de fútbol más espectacular que se haya visto por estos lares.

'Brillante exhibición’ y ‘Garricha, extraordinario’, dijo EL UNIVERSO en enero de 1963 sobre el fenomenal espectáculo del Botafogo y su genio en Guayaquil. Foto: Archivo

Las principales víctimas del malabarismo de Garrincha fueron el gran capitán Macías, que alguna vez declaró: “¡Oh, maldición! Garrincha tenía una especie de discapacidad, sus rodillas señalaban que iba para adentro y se iba para afuera. Así me engañaba y eso me lo hizo cuantas veces venía de frente. En un momento di un paso atrás y por supuesto, me caí”. Otro damnificado fue Reeves Patterson, afroecuatoriano de piernas muy largas; Garrincha se le escapó por la banda, pero regresó a tomar el balón que había dejado en el lugar donde inició el desborde, mientras Patterson, confundido, no sabía qué hacer.

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Ansaldo, en una entrevista radial, declaró que Garrincha, cuando iba a disparar los dos tiros libres, le señaló con el brazo extendido dónde iba a enviar la pelota; el público se dio cuenta. Los dos tiros los colocó exactamente en el lugar que había advertido. Lecaro comentó que aunque no le tocó marcar a Garrincha, le gritaba al Pollo Macías: “Márcalo, pero no tan pegado o ‘sóbalo’ de vez en cuando”. El Pollo le contestó: “Las dos cosas son jodidas, compadre”. De las destrezas y las tristezas de Garrincha, hay cientos de libros. Reinaldo Marchant lo llamó El ángel de las piernas torcidas. También le dedicó un capítulo Eduardo Galeano, al igual que Héctor Vega Onesime. Hay un soneto a Mané Garrincha, escrito por el reconocido poeta Vinicius de Moraes, en el libro El fútbol tiene música.

Para describir lo que era Garrincha en una cancha citó Hernán Rivera: “Fantasea virtudes de futbolista imposible, que driblea con la alegría de un acróbata, que amaga con gracia y destreza de torero, que corre veloz como el viento y pegado a la raya como un equilibrista. Un mago ilusionista, capaz de hacer aparecer y desaparecer el balón, como si fuera un conejo. Un genio que, al correr con la pelota cosida a los pies, deja una estela de adversarios tirados en su camino”.

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Un suceso de hace 59 años me permite revivir el pasado como si hubiese sido ayer, gracias a la virtud selectiva que tiene la memoria para evocar momentos significativos. Y lo del Botafogo, y en especial lo de Garrincha, lo es. (O)