Días antes de la Navidad de 1962 a la ciudad de Tres Lomas, en la provincia de Buenos Aires, llegó al hogar de Mario Papa uno de los tantos amigos que le dio el balompié. Se trataba de Arnaldo Halphen, quien sabía que Papa combinaba la enseñanza a chicos durante la semana y el domingo jugaba fútbol. Pero Halphen también conocía que Papa se había graduado en la Asociación de Técnicos de Fútbol Argentino y le ofreció un contrato para viajar a Guayaquil para conducir al equipo Nueve de Octubre.

La propuesta se originó porque el embajador de Ecuador en Buenos Aires era amigo de Halphen y en una reunión social le comentó que en Guayaquil el presidente del club Nueve de Octubre, Gustavo Mateus Ayluardo, le había pedido recomendarle un entrenador para su equipo. Papa no lo pensó dos veces. Del fútbol de alta competencia en la cancha se había alejado por lesiones como la sufrida en 1956, cuando jugaba en Chile, de la que no se recuperó nunca en su totalidad. Papa aceptó de inmediato la propuesta y le pidió a su hermano que se encargue de la fiambrería que había comprado en Buenos Aires y preparó su viaje a Ecuador. ¿Quién era Mario Papa? Nació en Pergamino (Santa Fe, Argentina), el 4 de agosto de 1925. Su niñez transcurrió en el pueblito llamado Hughes, al sur de Santa Fe, donde sobresalía como goleador del equipo El Sportivo. Fue observado y llevado al gran Buenos Aires en abril de 1945. Pasó la prueba en el San Lorenzo y el valor del traspaso fue 10 pesos. Su capacidad goleadora hizo que de la tercera división del club rápidamente subiera a la reserva, hasta que fue convocado a una gira por Europa. Papa regresó a Buenos Aires como titular. Su mejor año fue 1950, cuando fue goleador del torneo de la AFA. Algunos equipos europeos se fijaron en él y cuando su traspaso al Inter italiano estaba cerca ambiciones económicas desmedidas de la dirigencia no permitieron su arribo a Milán.

Mario Papa en la portada de la revista El Gráfico, cuando fue goleador del torneo argentino con 24 tantos para San Lorenzo.

La prensa internacional lo catalogaba como goleador de raza, eximio cabeceador, inteligente y astuto. San Lorenzo lo tiene entre sus grandes artilleros de todos los tiempos, como José Sanfilippo y Héctor Scotta. Fue portada de varias revistas argentinas, como El Gráfico (1950) y en Mundo Deportivo (enero de 1951). Su pinta de galán de bigote fino y pelo engominado le sirvió para ser modelo de gafas y hasta de pinturas, con el lema “Mario Papa defiende bien los colores con la mejor pintura argentina”. Con 38 años llegó a Guayaquil para convertirse en DT octubrino. En una improvisada rueda de prensa Gustavo Mateus lo presentó y Papa dejó una grata impresión por su sencillez. Quienes lo trataron lo recuerdan como un hombre desprendido, agradecido con la oportunidad, dispuesto en adaptarse rápidamente a nuestra sociedad, que no gozaba en esa época de ser tan inclusiva.

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“Papa hizo historia con los octubrinos. Armó un equipo poderoso”.

Mateus soñaba con que Nueve estuviera en posiciones estelares y armó un equipo poderoso. La escuadra incluyó jugadores como Raúl Argüello, llegado de Emelec; Jaime Galarza, exvolante de Patria; el milagreño Humberto Barreno, como número 10; el puntero Armando Chivo Echeverría, que provenía de Caupolicán; Félix Pelusa Guerrero y en el arco Hugo Cortez, que alternaba con Jorge Delgado, exportero de Barcelona. El equipo de Papa estaba listo para participar en los afamados torneos de la Asociación de Fútbol del Guayas, que fueron de gran atracción hasta 1967.

El certamen de Asoguayas de 1963 debe estar entre los mejores de los disputados. De acuerdo con el libro Historia del Fútbol del Guayaquil, escrito en 2013 por Ricardo Vasconcellos Rosado, se relata que Barcelona fichó al formidable técnico brasileño Gradym, quien trajo a los jugadores Helinho, Jair, Helio Cruz y Tiriza, más defensas como Alfonso Quijano, Vicente Lecaro y Luciano Macías. Emelec disfrutaba aún de los Cinco Reyes Magos: José Balseca, Jorge Bolaños, Carlos Raffo, Enrique Raymondi y Roberto Pibe Ortega; además, trajo para el arco al primer mundialista que vino al país: el paraguayo Ramón Mageregger y al gran volante argentino Henry Magri. El 13 de octubre de 1962 Barcelona se clasificó campeón invicto, con 22 puntos; y la gran sorpresa fue Nueve de Octubre, que quedó subcampeón con 17 puntos. Pero la novedad fue Papa, quien no solo era entrenador, sino que también alternaba como delantero. Impactó aquella dualidad porque pese a la edad y lesiones en ese certamen hizo cuatro goles; Mario Papa compartió la tabla de anotadores con Bolívar Merizalde, Ortega y Galo Pinto.

Mario Papa (i) en homenaje de hinchas de San Lorenzo, poco antes de su deceso ocurrido en el 2008.

En 1964 Nueve hizo un gran campeonato con refuerzos extranjeros como Ernesto Raymondo y Víctor Gaglianone. La prensa elogiaba el estilo elegante del equipo de Papa y alertaba que con algunos refuerzos como Cirilo Fernández y Carlos Raffo, incorporados a finales de ese año, seguramente los octubrinos darían de qué hablar en 1965 no solo en el campeonato provincial, sino en el torneo nacional. De un día para otro le llegó a Papa un telegrama desde Argentina en el que le informaban de la salud de su hermano y de su negocio, en problemas de administración. La noticia de su obligada partida cayó como un balde de agua helada a la dirigencia octubrina y en la afición guayaquileña. Papa regresó a Buenos Aires para nunca más volver. Se supo que hace 18 años escribió el libro Vivencias y consejos. El cuarto capítulo lo llamó ‘Vivencias en Guayaquil’ e incluye fotografías de lo que él llama “una estadía maravillosa, no solo en el ambiente futbolístico, sino en el social, (por) el respeto de la gente, sea o no simpatizante del Nueve de Octubre. Fue bárbaro”.

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“Sorprendió porque el DT varias veces jugó e hizo goles en nueve”.

Las palabras de Papa demuestran el cariño que tuvo por los guayaquileños. En un fragmento dice: “De Guayaquil tengo para narrar infinidades, solo me queda decir gracias por ese calor humano. No me olvido de Otón Chávez, que esperaba mi regreso en 1967, cuando me ofreció dirigir al Emelec. Lamento no haber podido hacerlo por los motivos familiares. Y recuerdo a Jorge Delgado (Guzmán), ¡qué señor! Inolvidables momentos en el salón Chan Chan, amigos de verdad, con los hermanos Víctor Gaetano y Pancho Leone. Cómo olvidarme de tantos jóvenes futbolistas del colegio jesuita Javier. Por recomendación de mi buen amigo Chicken Palacios entrené a la selección del colegio y salimos campeones del intercolegial. Recuerdo a Tomás O’Rorke, que con su zurdita había vuelto loco a los marcadores de punta”.

Papa no pudo retornar a Guayaquil, algo que se le había convertido en obsesión. En 1965 el Nueve que él construyó y ya no pudo dirigir fue subcampeón nacional y en 1966 participó por primera vez en la Copa Libertadores. Papa falleció el 23 de noviembre de 2008, en Santa Fe, pero su legado en Nueve de Octubre es eterno y había que recordarlo. (O)