Hace pocos días, Edson Arantes do Nascimento, más conocido como Pelé, cumplió 81 años y los celebró con el buen ánimo que mostró a lo largo de su vida, aunque postrado por quebrantos de salud que lo han limitado en su rutina diaria. No ha dejado de mostrar su espontánea sonrisa en fotografías.

Pelé es visto en todo el mundo como una leyenda, uno de los pocos personajes considerado como tal en vida. Él mismo se ha encargado de anunciar que no le teme a la muerte, pero que prefiere ser reconocido mientras viva, porque ha nacido en una época que el ídolo solo es bueno después que muere.

En esa estela de éxitos inigualables, O Rei guarda en el cajón de los recuerdos capítulos que pocos conocen, como que fue actor de cine en diez películas y en una entrega para televisión. Uno de los largometrajes más recordados es, sin lugar a dudas, Escape a la victoria, filmado en 1981, dirigida por John Huston y en la que el brasileño compartió la actuación nada menos que con Sylvester Stallone y el famoso Michael Caine.

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Entre otras de las cualidades de Pelé está también el haber sido cantautor con guitarra en mano. Constan algunos discos en dúo con una reconocida cantante de música popular brasileña, Elis Regina.

Mucho se especuló sobre que la relación con el argentino Diego Maradona era tirante. El propio Rey se encargó de admitir que las veces que se veían bromeaban sobre quién había sido mejor. Muy recordada es la entrevista en la televisora italiana Rai Tre. Pelé, sobre la repetida pregunta, contestó: “Aunque Diego anda repitiendo que hay muchos que dicen que él es mejor que yo, le tengo que decir que tal vez pueda él ser mejor, pero yo marcaba goles con la derecha, la zurda, de cabeza; nunca pude hacerlo con la mano”. Luego soltó una carcajada, fino humor que fue muy celebrado. Cuando el brasileño se enteró del fallecimiento de Maradona, con unas cuantas lágrimas en sus ojos, dijo: “Algún día patearemos juntos una pelota en el cielo, Diego”.

Las nuevas generaciones ubican a Pelé como un membrete comercial y no es así. En la época que creció como futbolista, no era prioridad la explotación descomunal de la imagen. Era todo natural. Su fama y brillantez la ganó dentro y fuera de la cancha. En el rectángulo de juego era un guerrero. Conocía que era el blanco de los pateadores. Ahí mostraba su temperamento. Muchos de sus celadores en el campo declararon que el brasileño era como un diamante, por lo duro y lo brillante.

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Pelé, fuera de la cancha, consiguió logros que pocos conocen. Fue capaz, por su mera presencia, de conseguir una tregua en la feroz guerra de Nigeria y Biafra (1967-1970).

En Guayaquil

En nuestra ciudad, también la estadía del Rey fue determinante en un evento político-gremial. Sucedió en enero de 1959, cuando Guayaquil vivía momentos de tensión por la sorpresiva declaración de transportistas que anunciaban la paralización del servicio de buses y colectivos. Los incidentes en las calles no se hicieron esperar. Con heridos graves, los encargados de la transportación llegaron a solicitar que desapareciera la Comisión de Tránsito. Pero sucedió lo inesperado. La urbe conocía de la presentación del gran Santos de Brasil, que traía entre sus filas al jovencito Pelé.

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El partido se anunció para el domingo 10 de enero contra Emelec en el estadio Capwell, fecha que coincidía con el sorpresivo paro de transporte. Los organizadores, apoyados por la Gobernación, ratificaron que el encuentro se jugaba. Los aficionados llenaron el estadio. Se calculó 25.000 espectadores. El paro pasó a segundo plano y se fue debilitando. Los dirigentes, ante ese desaire de la ciudadanía, cedieron en sus aspiraciones y se consiguió que la medida de hecho se terminara. El lunes 11, la ciudad recuperó el servicio de transporte. La noticia principal fue que Guayaquil disfrutó al gran Pelé y que el paro de transporte había concluido. Luego del juego, O Rei sentenció: “Espero que hayan disfrutado y que haya sido útil”. No dijo nada más y se retiró.

Entre las curiosidades en cancha está que también actuó como arquero en cuatro oportunidades en partidos oficiales. La ocasión más comentada fue la de 1963, cuando con Santos, en una semifinal contra Gremio, Pelé había convertido tres goles y, faltando apenas seis minutos para el final, el arquero santista, Gilmar, fue expulsado. Pelé se ofreció para atajar. En los minutos que restaron realizó dos atajadas espectaculares, lo que permitió que el Santos ganara y avanzara a la definición.

Santos vs. réferi

Algo que conmocionó al mundo del fútbol fue lo sucedido el 17 de julio de 1968 en el amistoso realizado en El Campín de Bogotá entre la selección olímpica colombiana y el Santos de Pelé. El diario El Tiempo, el 18 de julio de hace 53 años, publicó: “Ganó Santos 4-2 a la selección colombiana, pero el marcador fue lo de menos”, “Boxeo y no fútbol en El Campín” y “En la comisaría terminó la jornada”. Según la crónica del juego, este fue brusco desde el inicio. A los nueve minutos, el árbitro principal Guillermo Chato Velásquez expulsó a Lima por una fuerte agresión a un rival. En esta acción hubo serios incidentes con cruces de puñetazos entre el árbitro y jugadores brasileños. La bronca duró casi 14 minutos.

Cuando se reanudaron las acciones, luego de la expulsión, el partido continuó violento. Llegó el minuto 33 y a Pelé le cometieron una fuerte falta que el Rey reclamó airadamente. El árbitro dio continuidad al duelo, mientras el brasileño lo seguía insultando soezmente, de acuerdo con las declaraciones pospartido del Chato Velásquez, por lo que lo expulsó.

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Pelé salió rápidamente de la cancha. Los jugadores del Santos rodearon al árbitro y sucedió lo inesperado: todos los aficionados coreaban ‘¡Pelé, Pelé!’. El organizador del partido debió ingresar al campo y le solicitó al juez que reviera la expulsión. El réferi mantuvo la decisión, por lo que el encargado le pidió el silbato y llamó al primer asistente, el chileno Mario Canessa, y dijo: “Siga usted dirigiendo el partido; y usted, señor Velásquez, pase por mi oficina, que mañana le pago su servicio”. Canessa solicitó también a Pelé que regresara al partido ante el aplauso de todos los presentes.

Curiosamente, fue la primera vez que un árbitro era expulsado. La ajetreada noche bogotana terminó con todos los jugadores del Santos en una comisaría, donde se encontraron Velásquez y Pelé. Se saludaron afablemente y el árbitro le dijo al brasileño: “Contra ti no tengo nada, porque aceptaste la expulsión, pero mi dignidad está sobre la fama de todos ustedes”. Todo terminó en un acta histórica, donde existieron disculpas mutuas. El hecho trascendió, porque el Chato Velásquez, que terminó ese partido con pómulo roto y ojo hinchado, por sus conocimientos de boxeo se enfrentó a golpes con quien se le venía encima. Se conoce que todos los del equipo brasileño, lo golpearon; y él, a muchos. Los únicos santitas que no agredieron al réferi fueron el médico… y Pelé.

Ya era llamado O Rei. Alguna vez le correspondió conversar con la Reina Isabel II y le recomendaron al brasileño que hablara poco. Hizo lo contrario, porque recordó algo que repetía su madre: “Para Dios, todos somos iguales”. Luego del diálogo, Pelé dijo que lo mejor fue que la reina pensara igual que su madre. (O)