Cristiano Ronaldo, Luka Modric, Mohamed Salah… La FIFA anunció el lunes último a los tres finalistas para su galardón anual al mejor futbolista del mundo y… no está Lionel Messi; tampoco Antoine Griezmann ni Kylian Mbappé. Y de nuevo los nombres postulados generaron polémica. El Balón de Oro, o ahora esta tan poco feliz denominación The Best, despiertan enorme interés, de allí las protestas de público y periodistas, como cada año, cuando los méritos no acompañan las designaciones.

Por primera vez en la historia de estos premios no hay en la terna ningún campeón mundial en un año de Copa del Mundo. ¡Ni siquiera nominado…! Como si Mario Kempes no estuviera ternado en 1978 o Diego Maradona en 1986 o Romario en 1994 o Zinedine Zidane en 1998 o Ronaldo en 2002. Si es verdad que la Copa Mundial es lo máximo, entonces suena incoherente. ¿Cuáles son los criterios de elección?, la pregunta que emerge por sobre muchas otras. ¿Se premia la conquista de títulos…? Si así fuera, Griezmann o Mbappé eran indiscutibles. Ambos levantaron la copa en Rusia, ambos marcaron cuatro goles en ella, Griezmann fue el gran estratega de Francia, Mbappé la revelación del torneo (le faltó una gran actuación más para elevarlo a la categoría de “sensación”).

El primero fue campeón de la Europa League marcando ocho goles, todos decisivos; el jovencito del Paris Saint-Germain ganó liga y copa de Francia. Al menos uno de los dos debió estar en el podio. Nos inclinamos por el delantero del Atlético de Madrid, quien además ha tenido una notable evolución de estilo; de hábil puntero izquierdo en la Real Sociedad, pasó a ser un 9 de clase y gol en el Atlético; ya en la selección de Francia, más retrasado, se mostró como un conductor fino y sagaz. Griezmann tiene argumentos superiores a los tres finalistas: es un jugador exquisito, marcó 37 goles, ganó una copa europea y el Mundial siendo figura en los dos casos. Increíble que quedara relegado. Como lo reflejó él mismo con acierto: “No sé qué más hay que hacer para estar”.

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Ahora bien, si el parámetro de elección es la excelencia de juego, la técnica, la magia, entonces debió estar Messi. Leo es, por un océano de distancia, el mejor jugador del mundo, algo que ningún entendido osaría discutir. Y que todos sus colegas destacan casi a diario. Porque nadie puede hacer las cosas que él hace con la pelota. El brasileño Luis Filipe, fiero rival de Messi en tantos partidos, fue tajante al día siguiente de conocerse la terna: “El premio dice que se da al mejor jugador del mundo. El mejor jugador del mundo es Messi. Hoy, el año pasado, hace tres años… A partir de que Messi no es elegido el mejor, el premio pierde credibilidad. No importa si él no ganó la Champions, si no llegó a la final... Messi es el mejor desde hace muchos años. Que Neymar puede llegar, que Salah merece, que Cristiano también tiene méritos… eso está bien, pero que Messi demuestra en cada partido que es el mejor del mundo, de eso no hay ninguna duda”.

Messi no tuvo un buen Mundial ni una Champions feliz; sin embargo, cumplió una temporada brillantísima desde el juego, cada vez más organizador y asistidor, pese a lo cual tiene la rara virtud de llegar siempre a la red. Fue el goleador mundial con 45 anotaciones. Y ganó liga y copa en España, el campeonato doméstico más fuerte de todos. No daba este año para que Leo ganara el The Best, tal vez ni para ser segundo, pero cuesta entender que no esté en la discusión. Al no integrar el trío (por primera vez luego de once años consecutivos) uno se pregunta ¿fue cuarto, quinto, sexto…? Si es así, suena absurdo. Porque queremos creer que jugar bien tiene todavía alguna importancia en el fútbol. Franz Beckenbauer fue zaguero en sus inicios y luego pasó al mediocampo, casi no hacía goles y ganó un solo Mundial; no obstante, era tan sensacional su calidad y elegancia que fue dos veces Balón de Oro, dos de Plata y una de Bronce. Poner a alguien por encima de su categoría sonaba hereje.

Los goles, claro, deben ser un factor de análisis. Los títulos ganados, otro; también la influencia personal en esas conquistas, y también la condición técnica, el rendimiento durante todo el año, la regularidad en la excelencia, primando desde luego el plano internacional.

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No hay por qué dudar de la transparencia del premio. Se incurre en el error de pensar que se digitan las distinciones. La FIFA no elige, solo organiza y luego divulga el voto de cada elector. Se dio lo que los capitanes y entrenadores de selección, periodistas y público eligieron. La única nominación que no tiene cómo sostenerse es la de Salah, una figura excelente que venía teniendo una temporada redonda hasta sufrir la lesión en la final de la Champions. No obstante, el egipcio terminó su año en blanco, no ganó ni siquiera un título local. Es posible que su inclusión haya sido impulsada por el voto popular (vía internet), que representa el 25% del cómputo general. Salah es un referente idolatrado en el mundo musulmán y seguramente hubo por ese lado un apoyo en masa que lo entronizó.

Si damos por seguro que Salah no será el vencedor (sería insólito), la corona queda entonces para Modric o Cristiano Ronaldo. Modric ya ganó el Balón de Oro de Rusia 2018 y fue el Jugador del Año de la UEFA (curiosamente compuso terna ahí también con CR7 y Salah). Cristiano sustenta sus aspiraciones en la obtención de la Champions League y como goleador de la misma, aunque Modric también la logró siendo el cerebro del equipo.

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La ventaja a favor de Modric es que sabe mucho más con la bola (si es que eso tiene alguna relevancia para los que eligen). Además, la clase de Modric llevó de la mano a Croacia a la final del mundo, un mérito que debería desnivelar la pulseada. Pero nunca se sabe. Esta vez Cristiano no goza del beneficio de la camiseta (el Real Madrid tiene un peso brutal sobre la decisión de cada elector); los dos jugaron para el club de Alfredo Di Stéfano y Bernabéu.

El Mundial no fue tenido en cuenta en absoluto. Queda la sensación, y cada año se acentúa más, que a la hora de elegir tiene cada vez más importancia la Champions League. Incluso sobre la Copa del Mundo. Porque Europa es hoy el gran amo del balón, política, económica, mediática y futbolísticamente. Lo demás son arrabales.

El lunes 24 se develará quién es el The Best 2018. No hay sensación de justicia. En diciembre puede haber revancha en el Balón de Oro. (O)

La ventaja a favor de Modric es que sabe mucho más con la bola (si es que eso tiene alguna relevancia para los que eligen). Además, su clase llevó a Croacia a la final del mundo.