Te miras al espejo y ves a otra mujer, que no es igual a tu madre, ni será igual a tu hija...
Mujer, como otra mujer, hoy voy a hablarte, no al oído como un susurro, sino con la voz fuerte de quien ha cruzado montañas y desafiado vientos.
Quiero caminar el camino de cientos, de miles de mujeres que fueron semilla, humus, arado y fruto. Mujeres que fueron montaña, roca, jungla y arena.
Hoy, cincuenta años después, estoy aquí ante ustedes para declararme culpable de un grave delito: he sido y soy una soñadora de sueños, delito que a veces implica un enorme peligro, pues los soñadores –dicen– podemos ser una suerte de amenaza para aquellos que nunca aprendieron a soñar, para aquellos que piensan que la vida y la felicidad solo están compuestas por lo medible, lo palpable, lo cuantificable... para quienes el sueño se desvanece al alba porque es tan efímero como una pompa de jabón.
Viajera de inmenso pasado, peregrina de todos los siglos y todas las eras atravesando misterios, arcanos y sombras. Esa es la mujer.
Cuán importante es recordar. no permitir que la memoria sea frágil e inconsecuente. hay que recordar de dónde venimos. quiénes somos y para qué estamos aquí. recordar cada camino, cada piedra, cada rostro, cada palabra. volver atrás.