Hoy, cincuenta años después, estoy aquí ante ustedes para declararme culpable de un grave delito: he sido y soy una soñadora de sueños, delito que a veces implica un enorme peligro, pues los soñadores –dicen– podemos ser una suerte de amenaza para aquellos que nunca aprendieron a soñar, para aquellos que piensan que la vida y la felicidad solo están compuestas por lo medible, lo palpable, lo cuantificable... para quienes el sueño se desvanece al alba porque es tan efímero como una pompa de jabón. Hoy, me declaro culpable de soñar y de creer compulsivamente en lo que sueño; y fue este vicio de soñadora incesante lo que me unió a la palabra durante medio siglo y a través de ella, a una revista que fue mi hija, mi amiga, mi consejera, mi ancla, mi leitmotiv; y esta noche estamos las dos, la revista y esta incorregible ilusa, en esta admisión de culpa en torno a una vida que ha sido una travesía larga e irrepetible, con el sol en el horizonte y la rosa en la mano.

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Por 50 años Hogar ha sido la voz de la mujer ecuatoriana, a la que ha dedicado toda su entereza para procurarle su espacio, su respeto y dignidad, su reconocimiento y sus derechos, para que emerja desafiante de detrás de todos los muros de silencios y marginaciones; que nunca más sea solo la mujer del delantal, la mujer objeto y la llamada costilla del hombre, sino la que señala la ruta del destino de la humanidad. Que nunca más sea considerada solo como imagen de la vanidad, lo superfluo, lo frívolo, lo intrascendente, sino la que tiene el sol en una mano y el trigo de la quimera en la otra. Esa es la mujer que Hogar valoró y respetó por cinco décadas y le dijo que en el difícil camino del renacimiento no estaría sola, Hogar estaba con ella y esa es la tarea cumplida por esta publicación de papel y alma.

Medio siglo de aprendizaje: en este tiempo aprendí, aprendimos ambas, a contemplar el espejo de la libertad como la razón por encima de toda sinrazón, que sin libertad es igual a vivir en una jaula en la que el gorrión muere irremediablemente. Sin libertad, la vida no es más que un inmenso desierto, donde la voz se pierde en el vacío. Quizás entonces, vale recordar la palabra del soñador de la Mancha cuando dice a su escudero:

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida”.

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Y por eso estoy aquí esta noche para confesarme culpable del delito de soñar en libertad, de creer en esta profesión que he ejercido junto a Hogar durante cincuenta años y, por ende, de creer que la libertad de la palabra es esa rosa blanca de la esperanza.

Y con esa frágil rosa de la vida, hemos crecido, llorado, reído, hemos cantado y hemos renacido una y otra vez, porque aprendimos que siempre es preciso volver a empezar. Por cincuenta años, hemos transitado juntas, como el soñador de la Mancha, en pos de nuestros sueños y no en pocas ocasiones, enfrentamos molinos de viento.

Mi querida Hogar, cuán maravilloso ha sido el camino que hemos recorrido durante estas cinco décadas y estas 601 ediciones; contigo he sido una aprendiz de la vida, contigo conocí del sueño de justicia del obispo de Riobamba y de la mansedumbre de Pepe Gómez; escuché las palabras sabias de Benjamín Carrión, Manuel de J. Real y Demetrio Aguilera. Conocí de la lucha admirable de Nelsa Curbelo y Elsie Monge, de la voz irrepetible de Beatriz Parra, participé de la magia del teatro con Pipo y de la vívida imaginación de Alberto Borges, de la cercanía de Chichí Puig, su glamour y su estilo. Viví a través de la poesía de Nicanor Parra, Carlos Eduardo Jaramillo, Ana María Iza y Sonia Manzano, admiré la entereza de la mujer guayaquileña desafiando dictaduras y opresiones y en la senda del tiempo, conocí de la inteligencia de Gaby Gálvez para tomar la posta y trazar nuevos rumbos. Todo eso y mucho más lo viví con Hogar.

Y viví la canción de Violeta Parra para decir gracias a la vida que me ha dado tanto; me dio padres que fueron ejemplo, honor y ternura, hermanos unidos por sangre, principios y querencias, me dio el canto de poeta y me dio los amigos para colmar el espíritu de la fragancia de la rosa... Ah, sí, gracias a la vida que me ha dado tanto: me ha dado reconocimientos por el solo hecho de perseguir sueños, como en esta noche, que en nombre de la querida revista Hogar, recibo con humildad este homenaje de la M. I. Municipalidad de Guayaquil. Hogar y yo expresamos nuestro agradecimiento profundo al alcalde de la ciudad y a su vicealcaldesa, Doménica Tabacchi, por este honor. Por todo ello, digo como la Violeta de Chile, gracias a la vida que me ha dado tanto... Mas, en cambio, yo apenas puedo devolver a la vida, mi poesía y mi rosa.

En esta llanura extensa de tiempo, estoy aquí para admitir mi culpa de ilusa incorregible, de quien aprendió que la vida puede ser cantada en poemas para suavizar las aristas de la existencia humana, de quien cree firmemente que la rosa es el espejo de la vida, porque como lo poetizara García Lorca:

“¿Qué sería de la vida sin rosas?, una senda sin ritmo, ni sangre/ un abismo sin noche ni día./ Ellas prestan al alma sus alas/ que sin ellas el alma moría”.

Esta es mi confesión y mi grave delito, pero de nada me arrepiento, ha sido una travesía tan hermosa como un amanecer junto al mar y creo firmemente que todos tienen que vivir su sueño y yo ya viví el mío. Hogar irá por el camino de la rosa soñando por cinco décadas más. Y esta humilde ilusa, en su momento, sobre la arena blanca, hilaré mi nostalgia y más allá de la rosa, en el silencio de las palabras, me iré una tibia tarde con una sonrisa a cuestas, recordando esta bella e incomparable fantasía llamada Hogar, que fue creada con amor.

Por 50 años Hogar ha sido la voz de la mujer ecuatoriana, a la que ha dedicado toda su entereza para procurarle su espacio, su respeto y dignidad, su reconocimiento y sus derechos, para que emerja desafiante de detrás de todos los muros de silencios y marginaciones (...).

*Extractos del discurso por el 50 aniversario de revista Hogar, celebrado el 25 de septiembre del 2014.