El latín es una lengua mágica que tiene la virtualidad de expresar, con pocas palabras, conceptos muy densos. Un ejemplo de ello: “Res non verba”, hechos y no palabras; realidades, no promesas; verdades, no mentiras; más trabajo y menos verborrea. Todo esto se expresa con esas tres palabritas mágicas “res non verba”. Si alguien decide tener esta frase sobre su escritorio, será un permanente recuerdo de un compromiso adquirido: más trabajo, menos palabras; un lema útil para el ecuatoriano, mandante o mandatario. Si ustedes, amigas y amigos, revisan la historia de prestantes instituciones nacionales, muchas de ellas tienen un eslogan en latín.
“Ad superna intenti” es el leit motiv de todo cristobalino que tiene el privilegio de haber pasado o de estar en el centenario Cristóbal Colón (1911-2011). Pasar por un colegio o universidad es sencillo; permitir que el colegio pase o atraviese las reconditeces de la vida, es otro cantar. Los exalumnos del Cristóbal Colón deben haberse sentido felices al saber que el colegio de sus amores logró vencer al tiempo (cien años) y que la pedagogía de Don Bosco, con su sistema preventivo salesiano, sigue tan fresca y lozana como en los días en que ellos fueron sus alumnos. “Nacidos para cosas grandes”, “Siempre proyectados a cosas superiores”, “Lanzados al infinito, a lo alto”, etcétera, pueden traducir en parte el rico contenido de “Ad superna intenti”, la frase que corona el escudo de esta institución educativa, ubicada en el clásico barrio del Centenario.
Hace unos días asistí a un cónclave de instituciones educativas de nivel básico, de bachillerato y superior. Todas ellas coinciden en lineamientos de filosofía educativa; en consecuencia, todas pregonan idénticos valores para ser trabajados con sus estudiantes; también, como era de suponer, ellas quieren hacer frente a un enemigo solapado que desde hace algún tiempo se incrusta en la piel ecuatoriana adquiriendo diversas expresiones o mimetizándose de manera artera; ellas han detectado como enemigo número uno a la falta de pensamiento crítico en las comunidades circundantes, por esto afirman que el ecuatoriano parece que ha hipotecado la capacidad de razonar y ha entregado su mente y su voluntad a quienes desde la televisión y radio, todos los días, le imponen en qué pensar, qué decir, donde está la verdad y quiénes son los buenos y los malos. Frente a esta epidemia que ataca los fundamentos mismos de nuestra nacionalidad, surge un grito fuerte, decidido, altivo: Estudiante, atrévete a pensar, atrévete a saber, porque solamente el saber y el pensar pueden extirpar de raíz los gérmenes de dicha epidemia.
“Sapere aude” es el eslogan que piensa adoptar esta red educativa. Una vez más la frase latina encaja como anillo al dedo: atrévete a saber o pensar; aprender muchísimo y pensar con atrevimiento; hacer del pensamiento un instrumento crítico innovador, fecundo, plural, planetario, digno del ser humano. “Sapere aude” bien puede ser una consigna, un propósito, un lema, un estilo de vida; un poderoso reconstituyente para ellos y para nuestra anémica democracia.