Hace algunos meses hubo un intenso debate entre historiadores ecuatorianos acerca de la anexión de Guayaquil al territorio de la Gran Colombia en 1822. La intolerancia a la revisión (escrita en Guayaquil) del relato tradicional (escrito en Quito) no debería sorprendernos. ¿Por qué? La versión expuesta en la investigación del Melvin Hoyos y Efrén Avilés –La historia de Guayaquil– significa que Simón Bolívar fue un libertador para varios países latinoamericanos pero le negó el derecho de libre determinación a los guayaquileños. Es una versión que muestra el talante autoritario de Bolívar. Para los bolivarianos, eso no es conveniente.

Hace una semana el historiador guayaquileño Guillermo Arosemena publicó un ensayo en el que cita cartas de los protagonistas de este incidente y que me parece que presenta algunas evidencias demoledoras para el relato tradicional.

Bolívar, en una carta a Santander de enero de 1822 decía: “una ciudad y un río no pueden constituir una nación, que Guayaquil ha sido una dependencia de la presidencia de Quito y esta a su vez de la Nueva Granada (Gran Colombia)”. Según Arosemena, Bolívar omitió mencionar en esta carta que Olmedo envió desde Guayaquil tropas y armamento para apoyar al ejército colombiano a liberar a su propia patria.

En las cartas que Olmedo le envió ese año a San Martín, le informaba de la creciente intimidación de Bolívar al gobierno independiente de Guayaquil. Cartas que provocaron que luego San Martín le reclame a Bolívar en una carta de marzo de 1822 por presionar a Guayaquil para que esta se anexe a Colombia diciéndole: “no es nuestro destino emplear la espada para otro fin que no sea el de confirmar el derecho que hemos adquirido en los combates para ser aclamados por libertadores de nuestra patria”. En otras palabras, no le podemos negar a los guayaquileños el derecho a la libre determinación por el que tanto hemos luchado en contra de los españoles.

En agosto de 1822, Bolívar dio a Sucre la orden de utilizar fuerza militar si era necesario para anexar a Guayaquil. Meses antes, en una carta a San Martín, Bolívar dijo algo contundente: “Yo no creo que Guayaquil tenga derecho a exigir de Colombia el permiso para expresar su voluntad”.

Finalmente, Arosemena dice que aquellos que sostienen que la anexión de Guayaquil fue voluntaria se basan en una comunicación de julio de 1822 firmada por 226 guayaquileños solicitando la adhesión a Colombia. Esos 226 guayaquileños constituían el 1% de la población.

Pero la espada de Bolívar se impuso y desde agosto de 1822 Guayaquil pasó a ser parte de la Gran Colombia y la caja chica del Libertador. Arosemena explica que se incrementaron los aranceles de exportación e importación y se reestablecieron los impuestos coloniales que habían sido derogados después de la independencia de Guayaquil. Hay cartas que demuestran cómo las facultades que Bolívar consiguió ese agosto le permitieron usar durante los próximos ocho años los fondos fiscales de Guayaquil para sus guerras en el sur, las revoluciones internas en Ecuador y Colombia, las guerras entre Ecuador y Colombia, y entre Ecuador y Perú. Ocho años de riqueza guayaquileña desperdiciados en guerras gestadas por un venezolano.