El diálogo es la concreción de los valores éticos, instrumento para transformarnos en sujetos responsables del cambio personal y comunitario. Solo hay diálogo en la relación horizontal de la consciencia transitiva, no en la arrogancia o la autodesvalorización. Negar el diálogo es inmoral. La humanidad lo necesita más que nunca porque estamos profundamente distanciados, a pesar del inmenso progreso técnico.

Amor, fe, esperanza son palabras que Freire usa cuando habla del diálogo, sin definirlas; para él tienen el significado de su fe en Dios y en el hombre. El diálogo es comunión, amor que fundamenta la transformación, no fuerza el consentimiento y vence las dificultades. La fría argumentación facilita divisiones.

La humildad posibilita buscar juntos la verdad sin la autosuficiencia de pretender poseerla; nos lleva al mundo de la alteridad. La constatación de los límites propios, facilita abrirnos respetuosamente a los demás, que pueden ayudarnos a madurar.

El diálogo se basa en la fe de que los hombres pueden, juntos, “llegar a ser ellos mismos”. Supera el frío cálculo de conveniencias para alcanzar la “integridad”, el compromiso inquebrantable con los principios. Implica confiar en los demás, basados en la firme esperanza del crecimiento personal, contraria al fatalismo convencido de que nada podemos hacer contra la estructura socioeconómica.

La educación que afirma el amor, la fe y la esperanza en el hombre, ayuda a dar sentido a la existencia, a disminuir el número de jóvenes sin ilusiones, sin programas, sin deseos de vivir más allá de los pasatiempos del momento. La autenticidad es importante en el proceso dialógico, sin ella no hay concientización sino engaño y falsedad. Es necesario responder auténticamente a necesidades verdaderas con soluciones eficaces, no con verbalismo.

Los dominadores buscan dividir y ven como subversivos a los líderes de la liberación que buscan la unión para conseguir justicia, y los castigan con persecución, cárcel, destierro o muerte. Existe, por tanto, la posibilidad de conflictos, incluso armados, en el proceso de liberación. Pero para Freire la conscientización busca crear un hombre nuevo, generador de vida y no un oprimido convertido en opresor. La pedagogía dialógica aporta a la formación de una sociedad justa. Desde la praxis, Freire sabe que el anuncio de la justicia en América Latina es  difícil e implica peligro de cárcel y muerte. Los testigos de primera fila logran el avance de la liberación y la credibilidad de los principios.

Para Freire el trabajo origina la propiedad, confiere derechos y es medio importante de realización. Las ayudas que maquillan ganancias injustas y dan una imagen pública de filantropía, son tácticas para mantener el statu quo social.

La antítesis de la actitud dialógica es la manipulación. Son sus medios la invasión cultural que destruye valores propios de una cultura, crea necesidades falsas e inautenticidad; la conquista con falsas promesas; y los mitos que falsean la realidad. Los medios de comunicación social  deben velar para no ser utilizados como manipuladores de la opinión pública. La educación verdaderamente humanista ayuda a formar al hombre crítico.

Liberar a los oprimidos y no convertirlos en opresores: ¡qué tarea!