Miro con gran preocupación los intercambios cada vez más duros entre Venezuela, Colombia y Ecuador. Declaraciones altisonantes que amenazan con respuesta militar si hay incursión en nuestro territorio, retiro de personal diplomático venezolano de Colombia y amenazas de trabas al comercio entre esos dos países, más agudos aun que aquellos que nosotros impusimos vía salvaguardias injustificadas, a ese país hermano. Tras bastidores compras millonarias de armas de Venezuela a Rusia, que buscan competir con el gran poderío militar de Colombia, nuestras propias compras de pertrechos militares en varios países del mundo y traslado de la base militar norteamericana de Manta a varias en Colombia.

Hasta hace poco, digamos 10 - 15 años esta región, incluyendo Perú y Bolivia era la más inestable de América Latina, por conflictos militares internos de larga data, incapacidad de lograr consensos políticos mínimos entre la clase dirigente, insatisfacción de la población con la democracia, problemas de pobreza y exclusión étnica. En Ecuador y Bolivia los gobiernos apenas duraban unos pocos años, antes de ser relevados por sus vicepresidentes, a base de procedimientos dudosos; en Venezuela asistíamos al lento pero inexorable declive de un sistema político caracterizado por el prebendalismo y la corrupción; en Perú, una democracia asediada por una guerrilla alocada fue sustituida por un gobierno civil autoritario e inmensamente corrupto; y en Colombia, la clase política no parecía encontrar solución a una insurrección política, contagiada por el narcotráfico.

Los países salieron de sus crisis eligiendo presidentes fuertes con afán hegemónico, seguros de su autoridad, dispuestos a construir su liderazgo sobre las cenizas de cualquier cosa que representara el pasado, nacionalistas los más, aliado preferente del Estados Unidos de Bush, el otro, constructores de estados fuertes todos, aun cuando con diferente contenido, todos presidentes con gran capacidad de comunicación mediática, que dialogan directamente con sus ciudadanos, utilizando programas de radio o visitando semanalmente las circunscripciones más alejadas, todos jerarquizando sus fuerzas militares, incluso por medio de poderosas inversiones militares. La única excepción a estas similitudes es Perú, que salió justamente del autoritarismo cleptómano de Fujimori por medio de dos gobiernos democráticamente electos.

El esfuerzo por fortalecer la capacidad militar de los tres países es efectivamente importante. De acuerdo a información estadística disponible, el gasto militar con relación al PIB es en Colombia de 3,5% y de Ecuador 3,4% (el promedio para el mundo es de 2% del PIB). No he visto datos comparables para Venezuela, pero me imagino que sus cifras no deben ser diferentes. El presupuesto militar de este país es de 4 mil millones de dólares, mientras que Colombia es 3 mil millones y el de Ecuador no llega a mil millones.

No quiero imaginarme siquiera una hipótesis de conflicto militar, pero es necesario recobrar un sentido de paz entre nuestros países, buscar una solución siempre negociada a nuestras diferencias por medio del diálogo, pedirles en este campo, que respiren varias veces antes de pronunciarse sobre el otro, evitar las escaramuzas de todo tipo, sean estas discursivas o comerciales. La región andina debe ser siempre una región de paz y eso implica una actitud madura de los gobiernos y los ciudadanos.