Escribo el viernes por la tarde. Vestido con la camiseta nacional de la selección, hoy será para mí, día de fútbol, veré tres partidos, el de nuestro equipo, el que sostendrán nuestros contrincantes de grupo y el de Costa Rica, país que me acogió durante muchos años y del que guardo grandes recuerdos y muchas amistades y familia. Mientras veo los partidos escribo y trato de sacar lecciones, que son de interés particular para el fútbol y quizás más allá.

Lo primero es la importancia que tienen las reglas con las que se juega en este deporte ultraglobalizado. Son las mismas desde hace años, apenas cambian y cuando lo hacen son introducidas lentamente, poco a poco, como probándolas antes de extenderla a todos los torneos. Las reglas, las instituciones diría yo, son aquellas que permiten que equipos de naciones tan distintas en localización, historia futbolística, población, tamaño de su economía, enfrentarse con posibilidades parecidas en sus partidos. Ello asegura también que los equipos nacionales se preparen, difícil hacerlo si, con antelación no se sabe con qué reglas se va a jugar o esas reglas se cambian constantemente.

Para salir adelante es fundamental que los equipos nacionales tengan la ambición de ganar y pasar de fase a fase. Todos tienen talentos, algunos excepcionales, pero nadie gana ni pierde la víspera, se lo hace en cada partido. No importa que frente a un equipo como Costa Rica, haya tres anteriores campeones mundiales, en el juego, todos entran con oportunidades parecidas y los ticos terminan siendo los primeros de su grupo. Pero eso requiere dejar atrás complejos e inferioridades; por el contrario, interiorizarse sobre la calidad de su propio equipo es lo mejor.

Todas las líneas del juego son importantes y deben potenciarse para sacar adelante un buen resultado. Uno no puede encerrarse en la defensa o solo en el ataque. En el primer caso, terminará el equipo contrario haciendo uno o dos goles, como me parece, nos sucedió con Suiza. En el caso contrario, el resultado puede ser igual de desastroso. Y todas las líneas juegan defendiendo y atacando, se mueven constantemente en el terreno, sin descuidar su función principal.

Los jugadores que brillan son los que juegan en ligas competitivas donde vencen todo aquello que tienen en contra. Están en Europa o en México, no en el Medio Oriente, donde les pueden incluso pagar mejor; en sus lugares de juego, mantienen disciplina y entrega al juego, dejan todo en la cancha, saben que si no, su vida en esos campeonatos será efímera. Y la selección es sumatoria de talentos cobijados bajo la identidad nacional, con el mismo esfuerzo y dedicación, incluso mayor.

Es interesante la dinámica hinchada selección, el signo es la actitud positiva, el reforzarse una a otra. Siempre recuerdo la frase de las primeras clasificaciones, el “Sí se puede”, que permitió vencer una historia de frustraciones y el ser invitado de piedra en torneos clasificatorios previos. Ese grito fue importantísimo para que los seleccionados ganen confianza, pero también lo fue como sociedad.

Faltan pocos minutos para que comience nuestro juego con Honduras, en el que con seguridad ganaremos. No garantizará el pasar a la siguiente fase, pero será un empujón significativo. El país amanecerá con más confianza y sacaremos lecciones no solo para el fútbol, sino, al menos eso espero, como sociedad, especialmente si sabemos leer bien el resultado.