Es difícil poner un punto final a un diálogo, más aún con los lectores que me han acompañado muchos años. Pero debo confesar que se me ha vuelto tarea difícil como resultado de mi enfermedad. Me cuesta hilar las ideas sin interrupción, construir un argumento, incluso cuando ya las pienso previamente. Nunca había tenido ese problema, por el contrario, me ufanaba de mi fluidez, pero hay algo en mi enfermedad que hace que algo que me resultaba fácil ya no lo sea hoy. Eso, obviamente, me entristece mucho, la pérdida de destrezas es señal de que hay algo definitivo en mis capacidades mentales y motrices que se ha afectado. Terminar este diálogo me quita una angustia.

Normalmente leo artículos y libros relacionados con cáncer, no solo para saber qué avances hay para su tratamiento y que pueden ser útiles para mí, sino también para conocer cómo la gente reacciona y qué experiencias pueden transmitirme. Me imagino que mucha gente afectada por esta enfermedad hace lo mismo, aprovechando la enorme cantidad de información que uno tiene a la mano vía internet y los buscadores.

Estos días me encontré con información interesante sobre las fases de la enfermedad y cómo ha evolucionado en el tiempo. Hasta hace poco apenas se distinguían dos etapas, la primera de diagnóstico, para luego pasar rápidamente a una fase terminal, especialmente si uno tenía un grado IV como es mi caso, es decir, cáncer al colon con metástasis.

Más recientemente y como resultado de los avances médicos, especialmente a partir de la revolución que trajo el genoma y por lo tanto la posibilidad de medicinas biológicas mucho más personalizadas, que combinadas con la quimioterapia han logrado extender una fase que podríamos llamar de cáncer crónico y que puede durar cinco, ocho, diez o más años, antes de pasar a la fase terminal. En esta fase crónica el cáncer está allí, pero con el uso de medicinas como las señaladas se controla y se frena su crecimiento.

Pero lo cierto es que esta segunda fase se agotó recientemente, ya no hay medicinas disponibles para mí. La última experiencia fue traumática, desarrollé una suerte de reacción alérgica a la quimioterapia, oxiliplatino, que me produjo una suerte de colapso respiratorio y una tembladera incontrolable, que me recordó mi malaria de juventud. Lo cierto es que bordeé por primera vez la muerte. Cuidados intensivos y una oxigenación a presión permitieron que me recuperara, gracias a un trabajo extraordinario en Solca. Pero eso marcó el fin del tratamiento con quimioterapias y por lo tanto el paso a la tercera fase, la de cáncer terminal.

En esa estoy ahora y no hay nada que pueda hacer. Me toca poner énfasis en mi calidad de vida, en mi familia, lo más importante, y prepararme para lo que será la final, no sé en qué consiste, pero ello no me angustia, estoy en paz con mi vida y lo que he vivido. No sé cuánto tiempo tengo, pero ello no me preocupa.

Solo una palabra final para recordar mis amores y creencias, el campo y lo rural, el trabajo, la capacidad de pensar y razonar, la pasión por lo que hago, el convencimiento sobre la centralidad de las libertades, la importancia de la sociedad civil y que espero mantener hasta el final, ese es mi bagaje.