Para un proyecto autonomista el concepto de cadena productiva puede ser importante, porque la economía del territorio al que pertenecen Guayas, Los Ríos y Santa Elena está organizada en torno a cadenas, que vinculan entre sí desde agricultores pequeños hasta industriales y exportadores. La organización social de las cadenas es necesaria para aumentar la competitividad y la equidad en la región.
El aumento de la competitividad no depende solamente del simple juego de los agentes aislados en el mercado, sino que requiere de la acción colectiva concertada de los actores de las cadenas productivas, actuando sobre las causas estructurales que limitan la competitividad de las cadenas. En el país, la interacción en las cadenas agroalimentarias está limitada a la negociación de precios y cuotas de importación y exportación entre agricultores, industriales y Estado.
Pero no apuntan a transformar las condiciones de producción y los marcos institucionales en los cuales se desenvuelve la actividad de los diferentes sectores que componen las cadenas productivas.
Las variables que determinan la competitividad de la cadena van desde la infraestructura vial y de riego y drenaje hasta educación y salud, investigación y tecnología e infraestructura portuaria y conectividad, pasando por los sistemas de ahorro y crédito. Esto equivale a ampliar y profundizar la temática que generalmente se trata en reuniones entre actores de cadenas productivas.
Investigaciones en América Latina prueban que para aumentar competitividad se necesita organización social. Este es el tema de la acción colectiva concertada entre diversos actores en las cadenas. En México, país que actualmente es el primer productor del mundo de aguacate, los pequeños agricultores de Michoacán se autorganizaron para controlar la calidad del aguacate que exportaban a Estados Unidos. El aumento de la calidad y la recuperación del mercado norteamericano que habían perdido dependió directamente de la organización social de los campesinos. La organización regula su propia actividad.
Similar es lo que hace Unocase desde 1999 en el país. 157 productores decidieron crear una organización para exportar cacao de aroma de calidad. Dejaron de mezclar el cacao. Actualmente son 2.020 socios que exportan cacao certificado a Europa. El control de la calidad lo hacen los mismos productores organizados en 18 asociaciones de 7 cantones.
Las cooperativas de ahorro y crédito de la provincia del Azuay –como la Cooperativa Jardín Azuayo– no crecieron solamente por el flujo de remesas de los migrantes a esa provincia, sino por trabajo profundo y prolongado de organización y educación de miles de socios de la cooperativa. El desarrollo de la cooperativa no dependió solamente de variables económicas y financieras sino también culturales, educativas y sociales.
La organización social permite reducir costos de transacción, hacer economías de escala, controlar la calidad de la producción. Hablar de organización social es hablar de liderazgo, confianza y reciprocidad. Es lo que Putman llama capital social. Este no existe solamente en las comunidades campesinas, sino también en los demás sectores que componen las cadenas productivas. Lomnitz probó que la institución de la reciprocidad y la cooperación está vigente en un sector tan moderno como la clase media urbana de Chile. En otras palabras: nuestras sociedades ya contienen, en sí mismas, instituciones de solidaridad sobre las cuales apuntalar la cooperación necesaria para construir las cadenas productivas y el movimiento regional.
Necesitamos líderes empresariales, gremiales e intelectuales que descubran y trabajen a partir de y sobre esta dimensión social y cultural de la economía de la región y del país.