De acuerdo a una reciente decisión de Conartel, la suerte de los adivinos está echada, al menos en lo que respecta a su presencia en estaciones de radio y televisión. A partir de la semana pasada, las estaciones de televisión y radio tienen un plazo de treinta días para retirar de su programación, cualquier espacio en el que aparezcan adivinos o mentalistas, resolución que ha sido aplaudida por muchos, especialmente con el fin de evitar tantos engaños y manipulaciones que se han dado en los últimos tiempos.
Por supuesto la ingenuidad de algunos ha permitido que otros, tildándose de adivinos, pronostiquen vidas y romances, suertes e incertidumbres, encuentros y decepciones, todo esto vinculado a una interminable cadena de supersticiones que tiene también una motivación de carácter económica, al punto que hay inclusive una gran variedad de ofertas que pueden leerse día a día, desde anuncios en diarios hasta correos electrónicos por internet pero, ¿todo aquel que piense el futuro y que haga cálculos sobre lo que puede ocurrir es necesariamente un adivino? Debo advertir que inclusive en política, ahora proliferan adivinos, más elegantemente llamados futurólogos, con gran poder de convocatoria, cuyos consejos y opiniones son siempre bienvenidos.
Por eso es que no todos los adivinos son malos, hay algunos que aciertan con bastante frecuencia y otros inclusive se convierten en asesores, lo que de hecho me parece muy bien, si es que tienen la capacidad de acertar. Por ejemplo, ahora que el Gobierno anuncia que se avecina una época complicada, se me ocurre que habría resultado extraordinario que el régimen tenga en el Gabinete a un adivino, eso sí uno de verdad, no un aprendiz, que hubiese advertido desde hace algunos meses que se venían tiempos difíciles y meses duros debido a la crisis mundial, que el precio del petróleo iba a bajar a niveles no sospechados, que las remesas de los migrantes disminuirían notablemente, que se hablaría con frecuencia de la salida del dólar como moneda, que el impacto de la crisis mundial en esta era de globalización afectaría a todo el mundo, y en general que las consecuencias del descalabro de la economía serían mucho más profundas que lo que muchos hubiesen querido imaginar.
Ese adivino, más allá de sus incuestionables dotes de anticipar el futuro, simplemente debe poseer ciertas virtudes elementales, tales como capacidad de previsión, algo de prudencia y humildad y sobre todo, capacidad de leer y entender los hechos actuales que ocurren en el mundo, para que, aparte de los manuales de esoterismo y de lectura del futuro, le baste con una dosis de sentido común para anticipar lo que se viene. Tal adivino, antes de ser vetado por una absurda resolución, debió haber sido incorporado en la nómina ministerial con un cargo especial, “Ministro de lo que puede ocurrir”, creándose la obligatoriedad de que sus opiniones sean analizadas y discutidas con minuciosidad. Pregunto: lo que ahora se asegura vendrá, los tiempos difíciles, los meses de las vacas flacas, ¿era tan difícil de preverlo hace pocos meses, cuando muchos se jactaban de que no pasaría nada?
Para eso, precisamente, están los adivinos. Y es que, ustedes saben, con el futuro podemos hacer de todo, menos jugar.