Una de las razones que siempre me ha hecho sentir afortunada de ser maestra es ver madurar a mis ex alumnos. Vivo flanqueada de valiosas y muy queridas voces de gente que conocí en el albor de furiosas y desconcertadas adolescencias, y que se fueron convirtiendo en hombres y mujeres de madurez, probidad y ejecutorias importantes.

He estado cerca de muchachos claros en su vocación, pero truncados por la vida. Sé de uno que acariciaba el sueño de ser médico y la empresa familiar lo puso en el camino de los negocios; otro aseguró que jamás traicionaría a la música, hoy es un sereno empresario. En el caso de Carlos Burgos Jara, recuerdo que a los quince años tenía claro que su vida estaría ligada a la literatura. Hoy, cuando tiene treinta y dos, a punto de doctorarse en la Universidad de Stanford, luego de un brillante recorrido por dos universidades ecuatorianas y tres de los Estados Unidos, y habiendo publicado su primer libro, me resulta satisfactorio saludarlo como una promisoria voz para la crítica literaria de este país.

El libro al que me refiero está titulado Entensión y alude en un juego semántico a las tensiones que encuentra en ciertos textos de proverbiales autores nacionales. La faceta poética del prócer Olmedo es poco evocada en este Guayaquil que lo ha convertido en baluarte de ideas autonomistas. Burgos refresca la polémica sobre su Canto a Junín, la compleja relación que tuvo con Bolívar, convertido en protagonista y primer crítico de la obra, y nos permite a los lectores de hoy un seguimiento minucioso a los méritos del poema y a los esfuerzos del autor por definir una posición de hombre político. Obligado a leer el texto más que los hechos históricos, el joven analista concluye que “a Olmedo le interesaba Bolívar como una figura cohesionadora, un árbitro más que un jefe, un pacificador más que un conquistador”.

La monografía de mi predilección es la segunda que Burgos dedica a la novela de Miguel Riofrío, La emancipada. Confirma lo que se enseña hace tiempo en la cátedra respectiva: que esta es –y no Cumandá– la novela “fundacional” del género en Ecuador. El verdadero aporte del crítico consiste en demostrar que las intenciones no siempre coinciden con los resultados. Miguel Riofrío construye un narrador que tuerce el rumbo del avance de la ideología liberal cuando responsabilizando a la educación tradicional por la sujeción del sexo femenino, hace de su heroína una mujer digna de repudio y condena. “Inconsecuencias al interior del propio discurso liberal”, afirma acertadamente Burgos.

En tercer lugar, Montalvo y sus artículos menos conocidos en torno del concepto de cosmopolitismo son considerados con mucha solvencia.  Que la crítica ecuatoriana esté estancada en materia de revisión de autores decimonónicos es cosa que se entiende. Los jóvenes estudiosos están profundamente atraídos por las renovadas formas de hacer literatura. En este panorama, un libro como Entensión nos enseña, entre sus tantas aportaciones, que la manera de mirar el arte supone tanta novedad como concebirlo y plasmarlo.

La Universidad Católica ha acertado en publicar estos ensayos. Que se hayan escrito desde las luces teórico-críticas que consiguió el autor en sus estudios en el extranjero, remarca los beneficios de las ausencias en pos de preparación. Es deseable, ahora, que el Ecuador lo reciba con el puesto laboral que Carlos Burgos se merece.