Con su tira cómica Mafalda el humorista sigue generando alegría, a pesar de que dejó de producirse hace décadas. Entre los aciertos de esta simpática serie está uno en el que el Guille, el hermano pequeño de Mafalda, pregunta a esta por qué la tortuguita Burocracia no tiene ombligo. La sapiente niña le explica que no lo tiene porque nació de un huevito. El niño interroga entonces por qué el animal no tiene alas. La hermana le explica que no todo lo que nace de un huevo tiene alas, “de un huevo pueden salir peces, o arañas, o serpientes, o pájaros, u hormigas, o ranas, o qué sé yo cuantas cosas más”. Con su característico ceceo concluye admirado el Guille: “¡Dezozganizadoz loz huevitoz!”.
Esta graciosísima expresión se me ha venido a la mente al ver la multitud de huevitos que ponen el Poder Ejecutivo, cada asambleísta, los asesores, los movimientos sociales y centenares de personas naturales y jurídicas en la canasta de la Asamblea Constituyente.
Dentro de la cáscara de cada propuesta hay inofensivos pájaros, resbalosos peces, sigilosas arañas, incómodas hormigas, ranas sapísimas y arcaicos dinosaurios. Los hay de especies fallidas y de variedades extintas en otras latitudes, conviviendo con plantas y animales provenientes de España y Venezuela, cuya introducción puede ser muy peligrosa.
Entre huevitos y cosas de forma similar como el “buen vivir” (¿debo entender que vamos a ser un país de bonvivants?), el derecho al orgasmo, la solidaridad obligatoria, está la declaratoria de Ecuador como país “libre de transgénicos”, lo que quitará competitividad a la agricultura ecuatoriana y nos remitirá al siglo XIX en biotecnología.
Hasta el momento los “riesgos” de este tipo de productos se mueven en el campo de lo puramente hipotético, mientras que sus enormes ventajas son absolutamente reales. Pero pueden más la novelería y el resentimiento. ¿Y así queremos lograr la soberanía alimentaria? Deben saber los incubadores de estos huevitos que el mapa del hambre coincide no con el de los transgénicos sino con el de las ideologías equivocadas (Tanzania, Zimbabwe, Corea del Norte…).
Así las cosas, paradójicamente, la Asamblea requerirá de grandes destrezas en ingeniería genética para recombinar el DNA de todos los huevitos y generar una nueva especie constitucional. Entonces van a producir un transgénico jurídico, una suerte de ornitorrinco de las leyes: con pico de pato, con cuerpo de castor, con patas de foca, que pondrá huevos (o sea leyes complementarias), que sudará leche (en forma de subsidios) y que, ¡ay!, tendrá espuelas venenosas.