La noticia estuvo en los periódicos de todo el mundo. Los inmigrantes ilegales que sean repatriados desde España a sus países de origen, lo harán con camisa de fuerza y un casco especial. La razón que se ha dado es que así se evitará que se hagan daño, si reaccionan con violencia o se resisten.

La decisión se tomó después de que el ciudadano Osamuya Aikpitnahi, uno de los 4.630 repatriados por España en lo que va del año murió asfixiado, según algunas versiones, por imprudencia policial cuando trataban de someterlo para que no se resista y no pretenda abandonar el avión.

Una camisa de fuerza es una prenda de vestir que permite inmovilizar los brazos de las personas porque tiene mangas cerradas en los extremos que se amarran atrás. Se la usa desde hace mucho tiempo para mantener bajo control a reos o personas dementes o con delirio violento.

Un reo, según el diccionario, es una persona que por haber cometido una culpa merece castigo. Un loco es quien está privado de la razón y un violento el que está fuera de su natural estado.

Me pregunto si las personas que anhelando mejores condiciones de vida se arriesgan a buscarlas en un país ajeno son culpables que merecen castigo, están privadas de la razón o están fuera de su natural estado.

Me pregunto también si la sociedad que está organizada de tal manera que muchos de los ciudadanos y ciudadanas no tienen las condiciones mínimas para vivir con dignidad, lo que los obliga al dolor de emigrar, no es culpable. O si la organización y estructura del Estado que permite la realidad que miles de hombres y mujeres quieren cambiar para ellos y para sus hijos, está organizada racionalmente. O si la sociedad en la que unos tienen educación, trabajo, salud y oportunidades de desarrollo y otros no, puede ser considerada como que vive en su estado natural.

Las respuestas son importantes, sobre todo hoy que se pone tanto empeño en romper las fronteras y lograr la libre circulación de capitales y de productos naturales e industriales y muchos creen que la eliminación de las barreras arancelarias es el pasaporte al desarrollo, porque entonces, también es posible la pregunta: ¿Si queremos libre circulación del dinero y de las cosas, por qué no queremos libre circulación de las personas?

¿Y los derechos humanos? Quienes dejan su país porque en él no tienen condiciones de vida digna, lo hacen porque el Estado en el cual viven ha violado el artículo 25 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y si en el país al cual van son mal recibidos, maltratados, deportados, son víctimas de la violación del artículo 1 de la misma Declaración.

De tal manera, que si lo pensamos bien y sin hipocresía, surge otra pregunta: ¿Son los emigrantes los culpables, los violentos, los irracionales que merecen la camisa de fuerza? ¿O quiénes?