Hace poco un entrañable amigo me envió el texto que voy a transcribir, acompañado de fotos y fondo musical. Leerlo, verlo y escucharlo me conmovieron profundamente, al igual que a muchas personas  que posteriormente lo conocieron. He tenido la ocasión de hablar de él a jóvenes abanderados de ojos vivaces, que transmiten toda la energía de una juventud ávida de encontrar el espacio que les pertenece, en un país donde los jóvenes son la mayoría que menos impacto produce en las decisiones que a nombre de ellos, para ellos, pero en gran parte sin ellos, se toman.
He aquí el texto:

“Cuando una mujer de cierta tribu de África, descubre que está embarazada, se va a la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la “canción” de la nueva criatura. Cuando nace el bebé, la comunidad se junta y le canta su canción. Luego, cuando el niño/a comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se convierte en adulto, la gente se junta nuevamente y canta. Cuando llega el momento de su casamiento la persona escucha su canción. Finalmente, cuando su alma está por irse de este mundo, la familia y los amigos se aproximan y, al igual que en su nacimiento, cantan su canción para acompañarla en el “viaje”.

“En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual se canta la canción.

“Si en algún momento de su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, la llevan al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le canta su canción.

“La tribu reconoce que la corrección de las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el afianzamiento de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de perjudicar a nadie”. Tolba Phanem.

¿Sabemos cuál es nuestra canción, la única, aquella que hace que seamos nosotros y no otros? ¿Sabemos quiénes somos?

No solo las personas tienen canciones propias, la tienen también los países. ¿Cuál es la identidad de  los ecuatorianos, eso que hace que en conjunto este pueblo tenga características que les  hace reconocerse tal, a pesar de las diferencias regionales, cuando está con  ciudadanos de otros países?

La búsqueda colectiva de identidad propia, actualmente se esfuma en las cortinas de aquello que nos avergüenza. La corrupción, de la que seguimos haciendo gala, invade los espacios públicos y privados y desdibuja lo que somos. La pobreza e inseguridad impulsan a muchos a buscar en otros países un destino mejor. Las estructuras expulsadoras de un país ensimismado y dependiente,  alejan a sus mejores profesionales.

Cuando sabemos lo que somos y adónde queremos ir, el caminar se vuelve ligero y la cabeza altiva. La sonrisa transmite la alegría de forjar con esfuerzo un destino común.

¿Tendremos que reunirnos, como ciudadanos y como país, para encontrar nuestra propia canción, la que se nutre de la historia, los acontecimientos pasados y recientes y recuperar el sentido de nuestro destino en un mundo que nos necesita, aunque nos ignore?

Las campañas electorales en sus etapas finales se parecen a una gran vigilia. Las vigilias demandan silencios, concentración, espera. Es la tensión para encontrar lo fundamental.

¿Sabremos encontrarnos con la canción profunda del Ecuador? Esa que se ha alimentado con la vida, esfuerzo, sueños de sus hijos? ¿Escogeremos al mandatario que necesitamos para juntos aportar la melodía que nos hace únicos y a la vez parte de un concierto en el que participan otras naciones en este planeta azul? ¿Nos guiará el miedo o la esperanza?