¿Alguna vez han entrado a una casa de espejos? Se las suele encontrar en parques infantiles, ferias o museos para niños. Se trata de un ambiente lleno de diferentes espejos en donde cada uno de ellos refleja la realidad de diferentes formas, según el espejo. En uno, la persona se ve enana; en otro, alargada; en otro, gorda; en otro, flaca.
Hace algún tiempo, se decía que el Ecuador era ¿una isla de paz...? Qué nostalgia me produce recordar ese calificativo que teníamos y que no sabíamos realmente cuánto valía.
Hoy podríamos decir que seguimos viviendo, pero en la isla de los espejos. Algunos dirán por qué hablar de una isla, si geográficamente no es tal. Bueno, en este caso, utilizamos la denominación isla para graficar que estamos aislados del continente, pero no por el agua, sino por cierta gente, precisamente la dueña de los espejos.
En el Ecuador tenemos algunos espejeros que nos quieren convencer de su realidad, tan ajena a la del mundo. Nos quieren hacer perder el sentido real de las cosas y, por el contrario, hacernos sentir equivocados.
Ayer, precisamente tuve un “contacto” con el mundo real y me di cuenta de que los espejeros realmente hacen bien su trabajo.
Entrando a un museo, me encontré con una ciudadana brasileña, con quien brevemente conversamos sobre el triunfo de la selección italiana y el desempeño de Brasil y Ecuador en el Mundial. Una de las primeras cosas que me dijo, como parte de un lamento evidente, era su preocupación por todo el dinero que se había gastado en la selección de su país para ganar la Copa.
Esa frase me retumbó en la cabeza y, en segundos, vinieron a mi mente las frases de “nuestros espejeros” publicadas por la prensa nacional en que con indignación, nos decían muy sueltos de huesos que el negocio de la Selección es “privado” y que solamente le deben rendir cuentas a su propio directorio.
Es que realmente en nuestra “isla” se discuten temas que en otros países muy cercanos a los nuestros no son siquiera tema de controversia.
La selección nacional de fútbol de un país es un asunto público que le interesa a todos los nacionales. Lo que se haga con los recursos que reciben gracias al respaldo de todo un país y en función de esa representación nacional que no la han adquirido por concurso ni proceso público, le compete a todo el pueblo, que tiene derecho a saber el destino de los fondos.
Quien administra esos fondos es responsable por el correcto, abusivo o ilegal destino que se le pudiere dar a esos recursos. Además, es responsable por las infracciones que se pudieren cometer en el ejercicio de tal representación.
Las cosas están bien claras; que algunos se hagan los tontos o se quieran pasar de listos es otra cosa. Rendición de cuentas, señores, esa es la única forma de demostrar respeto por los ecuatorianos, además de ser una obligación legal y moral.