El canopeo (copa de los árboles), poco explorado hasta ahora, designa la capa más alta de un bosque, formada por el follaje de la cima de los árboles que  representa un tercio del volumen forestal. No son numerosos los familiarizados  con este sector, quizás porque el gran público siempre lo ha considerado exclusivamente de interés  para biólogos, entomólogos, zoólogos y botánicos.  Una reunión de científicos me dio la  oportunidad de descubrir que es uno de los temas más apasionantes de nuestra época que atrae cada vez más la atención mundial, habida cuenta que nos involucra a todos de manera esencial pues una buena parte de la economía mundial reposará sobre este enorme ecosistema.

Calificado por los biólogos como “última frontera”, este universo vegetal situado a 30 y 40 metros de altura, está lleno de sorpresas que empiezan a explorarse: existe allí una fauna y moléculas que son totalmente desconocidas a ras del suelo. Hace 20 años, el científico americano Terry Edwin, en labor pionera, trató de inventariar algunos insectos del canopeo. Basado en una lista de árboles tropicales, señaló la impresionante riqueza de la fauna de las cimas forestales, proponiendo que se revisen las estimaciones globales sobre la biodiversidad terrestre. La comunidad científica y, poco a poco, el gran público tomaron conciencia de que ese inmenso e inaccesible ecosistema forestal, largo tiempo escondido a nuestra mirada y a las investigaciones, era el lugar donde podía residir lo esencial de la biodiversidad terrestre, pues la mayor riqueza no se encuentra en el suelo sino en las cimas que reciben directamente la luz del sol.

Una misión científica francesa efectuó una investigación del canopeo en la selva tropical de Madagascar y para no perturbar ese valioso y frágil hábitat, preservando al mismo tiempo la selva primaria, el arquitecto Gilles Eversolt, inventor de estructuras inflativas, ideó una gigantesca plataforma artesanal de 500 m² llamada “la balsa de las cimas”, que fue posada cuidadosamente por un dirigible a gas sobre un vasto conjunto de árboles; pero en la actualidad, cuando la tecnología avanzada permite situar robots en el espacio, bien podría crearse una estructura especial para esta importante investigación a fin de evitar las grúas que se están utilizando en ciertos países, puesto que para construirlas se precisa destruir árboles del entorno.

La mayoría de los recursos del planeta son renovables pero no deben explotarse ni consumirse más rápido de lo que se regeneran o reproducen. De hecho, el hombre, es indiferente a las campañas idealistas y a la voz de alarma que atañen la destrucción desenfrenada de árboles y a la degradación de todo el patrimonio natural que dejaremos a las futuras generaciones, pero no es indiferente al valor económico que le puede aportar la biodiversidad; en consecuencia, adoptará sin dificultad programas que favorezcan este sector, dado que el canopeo ofrece la generosa oportunidad de satisfacer las necesidades humanas de nutrición, salud y muchas más. De este modo, combinar protección de la naturaleza con adición de valor económico conserva la biodiversidad. En breve, es una dinámica dictada por la ley del mercado. Ecuador posee una riqueza excepcional en su canopeo, representando un atractivo para inversionistas, por lo tanto,  preservar los árboles es esencial y productivo.