Una pequeña zona está dividida por un río; su cauce es ancho y profundo; en verano es posible, con esfuerzo, cruzarlo a pie; en invierno se improvisan medios de transporte, a los que generosamente se les puede dar el nombre de canoas. En cada invierno hay niños muertos, enfermos que no pueden acudir al centro parroquial; el intercambio de productos y en general la vida de los campesinos se adormece.

Pues bien, una joven consiguió que Tony, el Suizo, ofrezca un puente colgante. Este benemérito “puentero” nada cobra para él; pide, eso sí, la colaboración de mano de obra y el cemento necesario. Nadie puede discutir que un puente fijo es mucho mejor; es igualmente cierto que la generalidad de los ciudadanos evita todas las contribuciones que puede. Llegaron a la zona esas aves que suelen aparecer en la estación del verano eleccionario y ofrecieron un puente fijo; en vez de trabajo y cemento pidieron votos. La joven y la religiosa que secunda su iniciativa pidieron mi ayuda; fui al sitio, en el que un puente es evidentemente necesario y conversé con las personas que acudieron en gran número. Acepten el puente colgante, como primera e inmediata solución, les sugerí.

 Para escoger algo mejor que lo que parece mejor, que lo inmediato y sin esfuerzo, se requiere una visión humana integral; había, pues, que prever que el sí que me daban se desvanecería en la próxima visita de los buscadores de votos.
Trabajando para el futuro, aproveché la oportunidad para dejar a la reflexión de los moradores de la zona, que tienen una honda piedad religiosa y una débil fe cristiana, orientaciones cristianas que no permanecen en la sombra: –A Dios no le podemos hacer ni más grande ni más pequeño, ni más ni menos feliz con nuestras acciones. Pero, así como a una mamá, aunque no le duelen los huesos rotos de su hijo travieso, sufre por el dolor de este hijo, así Dios, porque es padre, “sufre” cuando los humanos nos hacemos daño. –El amor a Dios es inseparable del servicio al hombre. –Traté de comunicarles mi convicción de que agradamos a Dios con nuestro aporte al crecimiento humano de la sociedad. Les dije: “Vamos a misa, también, a recibir el aliento de Dios para, en unión con otros, crecer humanamente durante la semana”.

Pregunto: ¿Cumplirán su promesa los políticos de partido con el dinero del Estado? ¿Cuándo? Impedir o rehuir un esfuerzo interno al alcance de todos fomenta la inmadurez del pueblo. Los pueblos inmaduros emplean sus energías no en producir, sino en reclamar derechos sin deberes, aun a costa de debilitar las fuentes de producción con unos paros, alejados de su finalidad.

Quienes desvirtúan los paros para ganar votos impiden que el pueblo se pregunte cuáles son los recursos  que dispone el país y si están equitativamente repartidos; impiden que se vea qué parte de recursos del Estado nos corresponde y, sobre todo, cómo se están administrando esos recursos.