Al inicio de un año escolar, toda institución educativa bien programada organiza sus jornadas de estudio para los días escolares venideros. ¡Qué bueno sería que nuestros docentes pensaran durante un momento que también ellos pueden perder el año! Un ex alumno piensa así de algunos de sus maestros:

“El profesor pierde el año cuando sus alumnos al final del periodo escolar no le respetan ni le estiman; cuando en las jornadas escolares solo se preocupa de transmitir una ciencia sin sentido y sin alma; cuando solo piensa en llenar cabezas con contenidos de un programa que hay que cumplir a marcha forzada.

“Pierde el año el profesor que es demasiado indulgente con sus alumnos y permite que se lo ‘merienden’ en todas las clases; que los premia con magníficas notas que no merecen y cuyas clases gustan porque son una continuación del recreo, ‘puro relajo’.

Pierde el año el profesor demasiado severo a quien los alumnos temen, aquel que se ufana de hacer perder el año; aquel cuya asignatura es la más difícil para los alumnos. Este profesor ‘cuchillo, verdugo, machete, exterminador’, casi siempre pierde el año porque él jamás entendió su misión de maestro.

“Pierde el año el profesor que atormenta diariamente a sus alumnos con la rutina de la repetición. El que concibe a sus alumnos como loros, como autómatas, como cajas de resonancia, simples papeles de carbón o fotocopias.

“Pierde el año también el profesor que siendo docto y versado en su ciencia, jamás influye positivamente en la conducta y aprovechamiento de sus alumnos, no les ayuda a estructurar su carácter, menos aún su personalidad; también, quienes pasan por los salones de clase como anónimos, sin dejar estela, a quienes sus alumnos no les recuerdan ni para bien ni para mal; aquellos maestros de relleno, con una personalidad precaria, aburridos por cansancio, con apuntes añejos, simples cumplidores de un contrato laboral, cuyos alumnos son fichas, números, masa bulliciosa, ‘desadaptados’, vagos. Profesores de esta clase, pierden el año; ni regalándoles puntos se quedan para supletorio.

“Gana el año aquel profesor que sabe inculcar en sus alumnos un sentido de responsabilidad ante el deber, aquel que sabe exigir en forma razonable; ese profesor ya se ganó el respeto y la sincera estima de sus alumnos porque supo escuchar sin alterarse las preguntas o reclamos razonables hechos por sus alumnos. Gana el año el profesor que sabe contagiar a sus alumnos la conciencia de bien, rectitud, responsabilidad, sinceridad, franqueza, alegría, optimismo.

“Si después de una evaluación sincera, el ochenta por ciento de los profesores de un establecimiento gana el año, digamos que va bien ese colegio; si el sesenta por ciento apenas si gana el año, entonces podríamos decir que está en decadencia su institución”.

Esta es una carta anónima, con retoques personales, a una institución educativa sin nombre. Es una advertencia o un reclamo para cada uno de los maestros del Ecuador: depende cómo entendamos estas líneas. No está dicho todo, pero contiene bastantes rasgos de aquellos que caracterizan a los “maestros perdedores de año”. ¡Cómo entender la razones de estos párrafos y cómo espejarnos en ellos: he ahí el dilema!